"...Parece que baja la exigencia del público y se otorgan muchas orejas. San Isidro ha sido una muestra. ¿Justamente o no?.Si están bien concedidas, no hay problema, pero el nuevo público...Si devalúan los trofeos, la plaza se devalúa y después se quejan de que cortar una en Madrid no les ha servido..."
Desorejar en Madrid
15-junio-2015
Desorejar en Madrid. Cortar orejas. Ceñidos a lo taurino es la única polémica que ha habido en este dulce San Isidro 2015. Todos los poderes fácticos están de acuerdo. Empresarios, ganaderos, toreros e informadores se dan de besos y exageran. En realidad, ha sido una feria mejor de lo esperado, pero no de tanto pasteleo.
Cosas buenas, buenas, pocas pero un tono medio aceptable salvo la última semana, con los petardos toristas, con el del Cid, y la Corrida de la Decadencia (antes Beneficencia, la “más importante del año” (¿), extraordinaria entre las extraordinarias (¿) con el segundo desliz de Victoriano del Río y sus matadores Juli y Perera, tan grises en el 2015 madrileño.
Carteles de segundo nivel casi todos pero con algo para atraer salvo los tres o cuatro carteles de la basura, que también han tenido gente.
Este artículo no es para hacer un estudio de cómo fue la feria. Han salido publicados y voceados en todas partes con rara unanimidad, prueba de que no hubo tanto tan destacado. Este artículo es para estudiar la polémica que se ha formado por la concesión de orejas en Madrid. Muchas más que otros años : 18 para los de a pie y 11 para los de a caballo. Y hay que analizar :
Primero, si han sido justas o no. O mejor : con la exigencia de antes o no.
Segundo, muchas o no. Nunca son muchas si están bien concedidas.
Tercero, si se deben conceder con la espada caída, algo caída, muy caída o que haga guardia.
Cuarto, si con un toro que ha sido malo en varas o que tiene poca fuerza o ambas cosas.
Parece que hay consenso en que el público va cambiando –este año se ha notado mucho- y que las peticiones son más generosas y a la vez más chillonas. Van desapareciendo los abonados y les sustituye público de aluvión, partidario de las orejas y exigiendo que su derecho se cumpla porque para eso han pagado. No saben que la segunda es del presidente.
¿Quién era el guapo que le hubiese negado la segunda oreja a Castella con un público pidiéndola con furor?. Desde luego, con la medida habitual, más o menos, hasta hoy no se la hubieran dado por mucho que vociferara el respetable. Creo que hasta el mismo Castella lo hubiese aceptado por la colocación de la espada y así lo dejó entrever. No le dieron una días antes al novillero Espada por estar caída y sí dos a Castella en la misma situación, pero es que Castellón hizo un faenón y el clamor era cien veces superior al de Espada.
El tema de la espada va decayendo. Ya no hace falta que esté arriba. Es imprescindible que entre entera y a la primera y más todavía que el animal caiga rápido. Con eso es suficiente. Ya no valen las medias lagartijeras arriba y bien ejecutadas, igual que no se valoran, ni por la mayoría de los toreros, las vueltas al ruedo.
Incluso hay algunos informadores que justifican –y por escrito- que la espada esté algo baja, medianamente baja o en el rincón de Ordóñez…si se ha ejecutado bien y cae mal para conceder orejas. ¿Quién tiene la culpa? Lo importante es la intención dicen. O sea, que un muletero torea con muy buen deseo y escasos resultados y hay que premiarle.
Estos son maravillosos jurados, a los que propongo para la próxima Olimpiada en la que descubrirán el Mediterráneo. Un gimnasta hace una demostración impecable, salta de la barra con tres volteretas maravillosas…pero pierde el equilibrio al poner los pies en el suelo y se va para un lado, aunque sea poco. Automáticamente los jurados le restan puntos. Pero estos “jurados taurinos olímpicos”, no : lo ha hecho con buena intención. No hay que penalizar. Lo supremamente importante es la muleta, nunca la suerte llamada suprema.
Los toreros, como he dicho, como Castella, se sorprenden. Talavante, con una faena buena y una espada muy deficiente, fue aclamado por el público de Madrid y Alejandro estaba muy sorprendido después del sainete, según él y fue así, que había dado al matar.
Con lo que está cayendo en España, entrar en debate en lo que se ha convertido desorejar en Madrid no es lo más importante. Ni siquiera que empiecen a dar rabos y, como en la México, caigan como cerezas.
Mi hija, que es muy sensata, seguidora del Madrid y de otras aficiones dice tanto si hay triunfo, que le alegra, o fracaso, que acepta sin rechistar : Mañana me tengo que levantar a la misma hora, ir a trabajar lo mismo, ganar lo de siempre ¿por qué la gente se vuelve loca o se deprime por un resultado?
Quiero decir que no me quita el sueño lo de las orejas pero estamos o no estamos. Dar muchas injustamente las va a devaluar y, si ya Madrid no es lo que era y manda mucho menos, si sigue la costumbre del nuevo aluvión de espectadores ¿para qué va a valer? Se quejan mucho de que he cortado una oreja en Las Ventas y no me sirvió…Así cada vez servirá menos.
A Daniel Luque le dieron una con la espada haciendo guardia, poco, y dos descabellos. La generación actual de presidentes es algo blanda. El público, sobre todo el de tendido alto, gradas y andanadas no ve dónde ha caído la espada y dónde está. O no le interesa ni lo valora.Pero el presidente sí debe saberlo.
Que se entere la torería y el público que si la Puerta Grande no es de verdad y la oreja justificadísima valen para poco, incluso en Las Ventas. No digamos en el resto de las plazas, en la que estamos en la exigencia de la decadencia, en la generosidad mal entendida, en el flamear de pañuelos como diversión.
Otro caso son las de rejones, llenas de niños, jovencitas, menos jovencitas y maduras con pinta de haber ido invitadas. Es bueno ver gente joven, y hasta imprescindible, pero todos los niños sacan sus pañuelos en cuanto ven a algunos mayores hacerlo. Les divierte. Un jurado de niños dictando el resultado de unas oposiciones tan severas como deberían ser las de Las Ventas. ¿Perjudica o beneficia?
Esto está cambiando. Desorejar en Las Ventas ya es otra cosa.
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