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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 2 de agosto de 2015

Colombinas en Huelva. La gran dimensión de Manzanares y la inagotable raza de Ponce





La gran dimensión de Manzanares y la inagotable raza de Ponce

José A. del Moral

La primera corrida de toros de la feria onubense merecía la pena hacer el viaje desde cualquier confín. Eso sin contar con la siempre salada alegría que siempre nos envuelve cada vez que llegamos a Huelva. Alegría que se concentra cada año en la plaza de toros de La Merced. Pocas habrá más cariñosas y, por ello, más estimulantes. El casi lleno reciento acogió ayer a los tres matadores como si fueran hijos suyos. Y cada uno de los tres matadores, trataron de corresponder sin miramiento alguno al efusivo recibimiento que les dieron.

Nos sorprendió el volumen de las reses de Juan Pedro Domecq. Nunca habíamos visto en Huelva una corrida tan grande que contó con varios toros cercanos a los 600 kilos. Íbamos preparados para ver una corrida terciada o quizá menos que terciada y nos encontramos con seis animales con sobrada apariencia. Luego, predominaron los deslucidos a excepción del estupendo tercero que cayó en las manos de José María Manzanares que dio el mayor campanazo de la jornada con una faena marca de su casa, premiada con dos orejas y con una asegurada puerta grande que se legitimó crecidamente con otra meritísima frente al mansísimo sexto.

Manzanares dio así su máxima medida de gran lidiador sumando la ciencia a la esencia. La capacidad de resolver cualquier problema en pos del triunfo añadiendo a su quehacer el regalo de su empacado arte, de su dulzura imperial, de su expresión más sugestiva y de una recuperada espada que fulminó a sus dos oponentes. En la plaza de toros de Huelva no hay, ¨no hubo, un solo aficionado que osara discutir las grandes virtudes del joven maestro alicantino.

Por delante, abriendo la tarde, actuó Enrique Ponce que, como en tantas y tantas plazas este año, recibió el homenaje a sus ya ventiseis temporadas consecutivas en la cumbre. De este superado cuarto de siglo, Ponce solo había faltado en Huelva el año pasado. Y esta falta se tradujo en un recibimiento con palmas por bulerías que volvieron a batirse durante su vuelta al ruedo tras matar muy bien al cuarto toro del que cortó una valiosa oreja por el para muchos sorprendente arrimón que se pegó cuando el animal se rajó por completo yéndose a tablas. No cabía un alfiler entre las astas del toro y la madera. Y en ese angustioso espacio se colocó desafiante Ponce para culminar su trasteo como si necesitara triunfar a la desesperada cual principiante sin contratos. Ya había arreado en un largo y variado recibo con el el capote que anunció una de las grandes faenas del valenciano. Pero tras el puyazo medido que recibió, el animal se desinfló como un globo pinchado. Antes, con el brutalmente desigual primer toro, un defectuoso espadazo y las repetidas intervenciones del puntillero impidieron que cortara otra oreja por una profesoral faena de menos a más. Por eso tuvo que recurrir con el cuarto al arrimón ya descrito. Ponce no quiso irse de vacío en la gran tarde de su ahijado más predilecto.

De vacío en cuanto a orejas se fue Morante de la Puebla, pero también entre las cariñosas ovaciones de los espectadores que celebraron los preciosos detalles y los más acertados lances y muletazos del siempre gran artista aunque no siempre gran estratega. Morante ayer, sin embargo, no quiso ahorrar ningún esfuerzo, empeñándose en dos largas labores muleteriles que no tuvieron buen colofón con la espada.

Hoy les vamos a ver a los tres en El Puerto de Santa María. Y por qué repito cartel, dirán algunos. Pues porque en plazas de segunda prefiero ver a estos tres que a los super poderosos frente a ganado que tiene muy poco que poder. Eso lo dejo para las próximas ferias de San Sebastián y Bilbao.

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