Pablo y los valientes. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Lo mejor, la afición de Bogotá y visitante que se la jugó por su credo. También la policía y la fiscalía que hicieron respetar los derechos fundamentales. Después lo demás.
Valor civil
Bogotá, Colombia, I 21 17
El jinete navarro rescató con el último toro una tarde que se iba sin puntaje y no precisamente por culpa de los nobles de César Rincón. Perera saludó y Libardo se fue silenciado. La afición dio la cara.
Yo temía que después del horror de hace ocho días la afición bogotana se acobardara. No fue así. Mis avergonzadas disculpas. Con el entusiasmo de siempre, hombres, mujeres ancianos y niños, llegaron luciendo valientemente los atavíos que fueron satanizados y atacados el domingo. Cruzaron los cuatro cercos de seguridad que desde varias cuadras a la redonda contenían la turba iracunda y ocuparón más de tres cuartos de la plaza. Fieles, como los viejos cristianos, volvieron al templo. El terror no pudo con ellos. Valor civil.
La corrida de Las Ventas, no por dispar estuvo mal presentada. El cuarto era un tío, castaño, veleto, de 517 kilos. Cuando saltó arrebato una ovación. Luego, se empleó y hasta pidió dos varas. Exótico por acá. El quinto, negro playero también tenía plaza, los otros, excepto el anovillado sexto cargaban dignas hechuras y romana. Nobleza fue la tónica, pero no acompañada de mucha prontitud ni codicia, las insignias de la bravura cierto. Esto no fue óbice para que se les hubiesen amputado varías orejas de haberles lidiado y matado mejor. No blandeó ninguno, no se cayó ninguno, no se valdó ninguno, estigmas que parecen haber sido extirpadas de la ganadería. Pasaron la prueba capital. La de la capital digo.
Abrió la bella tarde Manuel Libardo, verónicas, pocas pero de buena factura. Larga y revolera. Compostura es un sello de su toreo. Desafortunadamente, a bajas temperaturas y con un gusto por los tiempos muertos que rompe la continuidad, el hilo emocional, y termina confundiendo el aplomo con la pachorra. Y no es que no tuviese momentos notables, que los tuvo el de Ubaté, y que dieron pábulo a coros nacionalistas. Pero su falta de vehemencia recordaba más la displicencia de los toreros millonarios a vuelta de todo que la de un ambicioso retador. Con el toro de la corrida, el mencionado cuarto, que mató de dos pinchazos y estocada, terminó por escuchar el sancionatorio ¡Toro! ¡Toro! Y eso en la Santamaría pesa como una lápida.
Miguel Ángel Perera, con el segundo sacó las virtudes claves de su prestigio, la quietud, el embraguetamiento y la ligazón en un palmo de terreno. Convenció, y mientras hubo acometidas, las llevó por un lado y por el otro, en series cortas pero bien abrochadas. Cuando el toro se quedó él se le fue encima, le pisó los terrenos y le obligó pa’llá y pa’cá. La gente, claro, feliz y gritona. La banda también. Y en esas él viene y pincha saliéndose, dos veces, y remata tirando un fierrazo contrario. La ovacion afectuosa no consoló a nadie. El quinto era sosito pero fue a más y se puso a seguir la picuda muleta que por lo repetida levantó clamor. Se ajustó más, y los redondos se hicieron circulares y musicalizados. Parecía la revancha, y vuelve y da en hueso, dos veces, y cierra con espada pasada congelando ilusiones.
Pablo Hermoso, tuvo su mejor actuación en esta temporada colombiana. Que no es mucho decir porque también ha sido la peor de su largo y glorioso historial en este país. A lomos de Brindis, Tordineli, Barrabás, Disparate, Donateli, reverdeció buenos recuerdos y la plaza se le entregó sin reservas. Por los viejos tiempos. Jinete de historia, quién lo puede negar. Mas al tercero le desatino dos veces en la muerte y al final puso el rejón en el otro lado. Las orejas pérdidas los santos las lloran. Y con el terciado sexto, brindado al comandante de la policía que defendía la plaza, la puerta grande se entreabría para él, pero uno en hueso y otro completo de efecto tardío la cerraron, sin impedirle irse como triunfador de la corrida.
Lo mejor, la afición de Bogotá y visitante que se la jugó por su credo. También la policía y la fiscalía que hicieron respetar los derechos fundamentales. Después lo demás.
FICHA DEL FESTEJO
Domingo 29 de enero 2017. Plaza de Santamaría. 2ª de “La Libertad”. Sol y nubes.Tres cuartos de plaza. Seis toros de Las Ventas del Espíritu Santo (en Domecq), dispares de presencia y juego, en general bajos de raza. Aplaudidos 3º y 4º en el arrastre y este también de salida.
Manul Libardo, silencio y silencio tras aviso.
Miguel Ángel Perera, saludo y palmas.
Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y oreja
Incidencias: Saludó Hernando Franco “El Popis”, tras parear al segundo.
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