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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 3 de septiembre de 2018

La cirugía taurina no existe / Por Paco Mora


El cirujano "San Pascual Masegosa", Manuel Escribano, y el doctor Jesús Cuesta

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..poco importa el calvario que están pasando nuestros más modestos héroes populares en este largo y tórrido verano, teniendo que salir de estampida de las plazas de toros en las que han sido heridos, en busca de un cirujano solvente que se ha especializado por su cuenta en las noble tarea de salvar las piernas de los toreros cuando no sus vidas. 

La cirugía taurina no existe

Que en un país en el que el toreo es la Fiesta Nacional, el segundo espectáculo de masas después del fútbol, y que desde el mes de marzo al de octubre se celebran cientos de corridas de toros y novilladas, en las que se juegan la vida tantos jóvenes en el intento de hacer su personal revolución social, resulta de todo punto incomprensible que no existan en las Facultades de Medicina unos estudios reglados, directamente dirigidos a la cirugía taurina.

Si nuestros gobernantes se pararan a pensar en la cantidad de toreros heridos a lo largo de la temporada, es muy probable que se percataran de que hay cosas más importantes que perder tiempo y dinero -del nuestro claro- en luchas intestinas por manejar el presupuesto y en cuestiones tan ridículas como la siembra y recogida de lazos amarillos o las palurdas y cerriles trifulcas políticas que llevan camino de conducirnos a otro enfrentamiento civil más, en nuestra ya larga historia de luchas fratricidas, en cuyo fondo subyace una cruda ambición economicista y el más cerril egoísmo del “quítate tú que me pongo yo”. Si no fuera porque la imprevisibilidad carpetovetónica se pone de manifiesto en tantos otros aspectos esenciales de la vida de los españoles, bastaría ese sinsentido para catalogar a España como un país peculiar y sin remedio.

Eso sí, poco importa el calvario que están pasando nuestros más modestos héroes populares en este largo y tórrido verano, teniendo que salir de estampida de las plazas de toros en las que han sido heridos, en busca de un cirujano solvente que se ha especializado por su cuenta en las noble tarea de salvar las piernas de los toreros cuando no sus vidas. Porque se pueden contar con los dedos de las dos manos las plazas -y están en las capitales de provincia más importantes- con enfermerías debidamente avitualladas y un cirujano especializado en hacer frente a los destrozos que hacen los toros en las carnes de esos jóvenes vestidos de seda y oro, que son los auténticos héroes del verano, y que se juegan la vida sin la red que significa un cirujano y una unidad medicalizada en las plaza donde actúan.

Es increíble que a estas alturas nuestros políticos no se tomen en serio el problema que costó la vida a tantos toreros, desde Joselito “El Gallo” a Iván Fandiño y Víctor Barrio, pasando por Sánchez Mejías, Manolete, El Yiyo y una larga lista de hombres jóvenes que cayeron víctimas de la imprevisión de quienes parece no importarles más que la permanencia en el poder y su sinecura. 

Eso sí, se entristecen falsamente, porque está en moda, cuando ven a un perro famélico, a un gato maltratado o un gorrión constipado, pero se quedan tan tranquilos cuando les llega noticia de un torero que sufre, e incluso agoniza, porque ellos solo se preocupan de engordar sus sueldos y de luchar como gatos panza arriba por un palmo de poder.

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