Como bien decían los romanos “nomen est omen” (el nombre lo es todo). No, no ha sido el rojerío ni el separatismo gallegos los que han retirado la estatua de San Juan Pablo II que se alzaba en el Monte del Gozo, ha sido el Poncio Pilatos de Feijóo, el PP gallego.
San Juan Pablo II llegó a la Silla de Pedro para calzarse las Sandalias del Pescador desde Polonia, es nación eslava crucificada entre dos ladrones, Alemania y Rusia, que la invadieron, la despedazaron y la saquearon para repartirse sus despojos en el Monopoly de la geopolítica europea. Perseguido por la Gestapo y por la KGB, Carol Wojtyla encontró fortaleza, ánimo y Fe en la lectura de los místicos españoles, en la historia evangelizadora y misional de España, en la génesis cristiana de España desde el Apóstol Santiago hasta el Sudeste asiático. Él sabía que hoy el Padrenuestro y el Avemaría se rezan urbi et orbi gracias a los capitanes y a los misioneros españoles, gracias a España, el Decimotercero Apóstol de Cristo, que llevó la Cruz y la Luz del Evangelio hasta el último rincón de la Tierra, donde los hombres invocaban a oscuros, tenebrosos y sanguinarios dioses paganos. Por eso San Juan Pablo II amaba a España con una devoción y una emoción que ungiría de vergüenza, si la tuvieran, a la mayoría de los españoles de hogaño y, por supuesto, a la totalidad de ese Sanedrín de Fariseos que es la Conferencia Episcopal Española.
La cuna nacional de San Juan Pablo II, Polonia, ha estado siempre crucificada entre dos ladrones, Alemania y Rusia. España hoy, también. Los dos ladrones que la expolian y se reparten sus despojos son el PSOE y Poncio Pilatos, el PP. Los socialistas fusilaron ayer a Cristo en el Cerro de los Ángeles y hoy se aprestan a demoler la Cruz del Valle de los Caídos. Los segundos, los Poncio Pilatos del PP, retiran la estatua del Monte del Gozo del Santo que más amó a España desde el Apóstol Santiago. ¡Qué asco, coño, qué asco!
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