Un torero madrileño, de ese mismo nombre, Javier Cortés, ha puesto de manifiesto que lo de valiente va mucho más lejos de lo que conocíamos o nos esperábamos.
Lo cortés no quita lo valiente…
Antolín Castro
Madrid, 29 Agosto 2021
El refrán, escrito con minúsculas, no nos dirá mucho, pero si le ponemos Cortés con mayúscula, seguro que nos suena a otra cosa.
Y es que en este fin de semana hemos tenido la oportunidad de saber que lo Javier Cortés no solo no quita lo valiente, sino que lo eleva sustancialmente.
Un torero madrileño, de ese mismo nombre, Javier Cortés, ha puesto de manifiesto que lo de valiente va mucho más lejos de lo que conocíamos o nos esperábamos.
Fuertemente herido en el glúteo el viernes en Linares, no dudó en pedir el alta médica voluntaria en el hospital, el mismo sábado por la mañana, para poder desplazarse a Madrid y cumplir con el compromiso que tenía en Alcalá de Henares esa misma tarde.
No es nada baladí el gesto de ponerse en pie, y tras ver que se sostenía, desear ponerse en marcha camino de Madrid para poder torear de nuevo. Dejar a un lado los dolores, de unas heridas todavía sangrantes, y las molestias que supone la zona lacerada, para dar rienda suelta a sus ilusiones toreras por encima del percance sufrido, es muy de valorar.
Pero siendo todo eso importante, una valentía más allá de la que se le ha de suponer a un torero, se hace más de valorar si el compromiso que le espera es enfrentarse a un encierro de Victorino Martín, nada que ver con una escogida y cómoda corrida de Domecq.
Es muy cierto que Javier Cortés es un torero curtido por los percances y la dura lucha para abrirse paso, con pérdida de la visión de un ojo recientemente, y que en su cabeza, el verse anunciado días seguidos, es algo que le sonaba a gloria celestial. Por fin se veía anunciado como las figuras, con compromisos a diario.
No era plan dejar pasar dicha oportunidad. Si la mente de los toreros funciona de forma diferente al resto de los mortales, aquí Javier se encontraba con el sueño de su carrera, torear seguido. ¡Cómo para dejarlo escapar!
Se puso en pie, realizó el incómodo viaje después, se vistió de luces haciendo de tripas corazón al rozarse los puntos con el vestido de torear, trenzó el paseíllo pensando más en la suerte que tenía de verse allí pisando la arena que en el dolor a superar y se dispuso a cambiar el capote de paseo por el de torear.
Recibió una ovación de quienes conocían de su heroicidad, lidió y mató sus toros con absoluta solvencia, además de lucimiento, y paseó un trofeo que pudieron ser dos de no haber fallado con el acero en su segundo.
Y cuando el dolor hizo de nuevo presa en sus carnes tras el esfuerzo, recordó que el domingo tenía otro compromiso en Colmenar Viejo y que volvía a ser feliz por poder sumar un tercer paseíllo seguido. El sueño de cualquier torero, torear a diario, se podía cumplir.
Javier Cortés es valiente, no hay duda. También sabemos que es un torero cabal y, además, hoy sabemos, que esa cortesía que emana de su apellido es la que nos ha mostrado a todos los aficionados dándonos un ejemplo de respeto y superación.
Torero: Que la tarde de Colmenar culmine con total éxito tu generosidad.
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