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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 10 de febrero de 2024

A vueltas con San Isidro / por Francisca García


"..Si la Tauromaquia “supone la imposición del deber a los poderes públicos de garantizar la conservación y promover su enriquecimiento”, como reza la argumentación de las funciones del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, el enriquecimiento se deja mermado si la programación en su totalidad está en manos de quienes ostentan la empresa de la plaza.."

Apuntes al natural: 
A vueltas con San Isidro

El pasado miércoles la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, firmó el cese de Enrique López López como vocal del Consejo de Administración del Centro de Asuntos Taurinos, a petición del mismo y agradeciéndole los servicios prestados. Enrique López ha estado tan sólo tres meses como vocal y le reemplazará en el cargo el titular de la Secretaría General del Consejo de Gobierno.

La noticia no tiene relevancia en sí, pero me sirve para refrescar las funciones que, en su día, y va ya camino de los 20 años, se arrogó el Centro de Asuntos Taurinos. Entre otras funciones el de ser “el encargado de la explotación de la Plaza de las Ventas a modo de vigilancia, coordinación y control de los eventos que discurren en la misma”. Como quiera que en el año que corre, los carteles isidriles que acaban de hacerse públicos, han promovido numeroso comentarios en redes sociales, en Prensa y Radio, así como desfavorables opiniones por buena parte de la afición, pienso y expongo, si no sería buena una intervención de mayor presencia en la confección de los mismos por parte del Centro.

La Plaza de Toros de las Ventas es la catedral del toreo, renombre que se disputa con la Real Maestranza de Sevilla. Fue declarada en Madrid, justamente hace treinta años patrimonio histórico artístico. Pues bien, en este patrimonio madrileño, un verdadero monumento del arte taurino, tiene lugar el mayor de sus eventos: las corridas de la Feria de San Isidro que, por acoger a lo más grande de la Tauromaquia, tanto en ganaderías como en matadores, estaría consolidada como la mejor plaza de toros del mundo, aunque sea la de Méjico la que puede albergar mayor número de espectadores. Lograr torear en Madrid y en la Feria de San Isidro, no es cualquier cosa. Debería ser el premio que la Tauromaquia otorgara a los mejores toreros, Algo así como el cantante lírico pisa el escenario de la Scala de Milán cuando está avalado por una carrera solvente y en reconocimiento de su nivel artístico, accediendo a la sede donde se aloja la flor y nata de la Opera. Pero en las Ventas en estos momentos… no es eso

Si la Tauromaquia “supone la imposición del deber a los poderes públicos de garantizar la conservación y promover su enriquecimiento”, como reza la argumentación de las funciones del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, el enriquecimiento se deja mermado si la programación en su totalidad está en manos de quienes ostentan la empresa de la plaza.

Naturalmente los empresarios miran por su beneficio y tienen la libertad de contratar los toros y toreros que estimen de su interés pero, pienso si no debiera, en cuanto a la Feria de San Isidro se refiere, imponérseles algunas cortapisas que estoy segura no descalzaría esos codiciados beneficios. Por ejemplo: 

Si se programan, aparte de las novilladas, 24 corridas de toros, lo que supone que saldrán por toriles 144 astados, deberían tener presencia en la feria de forma obligada, los treinta primeros espadas del escalafón taurino. Tal presencia supondría un premio y reconocería así la labor desarrollada por los diestros durante el año anterior. 

De no contemplarse esta condición ¿Para qué sirve, entonces el escalafón? Eso como primera providencia y luego estaría bien que se le concediera a todos los diestros, si fuera posible, dos corridas en el desarrollo de toda la feria. Lo digo por no caer en lo de este año. Toreros que tienen concertadas tres corridas e incluso, y esto es lacerante, hasta cuatro corridas. Y todo sin rubor alguno, cuando hay tantos matadores de valía que se quedan fuera y a veces sin esperanza de llegar algún día a San Isidro. Por eso quizá sería acertado añadir otra condición: que los triunfadores de la feria de San Isidro cada año, de no estar entre los 30 primeros del escalafón, tuvieran asegurado un puesto en la feria siguiente. Las críticas con todo ello se hubieran acabado. Se daría satisfacción a muchos aficionados, incluso abonados a las Ventas y se respondería mejor a los enunciados de los fundamentos para los que se creó el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid que, por otro lado tiene su programación cultural verdaderamente interesante, siempre en torno a la lidia.

Ostentar la organización de los espectáculos taurinos en la capital de España y más los referidos a la Plaza Monumental de las Ventas, no debe suponer la misma responsabilidad que la de ser empresario de cualquier otra plaza. Primero porque los empresarios de las Ventas, están en el punto de mira de la afición al gestionar la mejor plaza del mundo y por ello sometidos a mayores críticas; porque pueden ser espejo en el que se miren otros gestores para los que sería bueno erigirse como ejemplo de bien hacer. Es más, su conducta debería estar orientada a la identificación de un público con un espectáculo viviente, único en el mundo, con todas las garantías de que en su gestión no hubiera tacha ni defecto, tanto en el ruedo como en los despachos. Todo en la primera plaza del mundo brillaría por su excelencia.

Es muy difícil convencer a nadie si una no está convencida de lo que quiere decir y mi sentimiento es que en la Plaza de Toros de las Ventas se debe poner a contribución el verdadero caudal de cultura que su recinto atesora. 

Y también la energía, capacidad y potencia, tanto física como humana para que en todo su esplendor se exponga el arte y la nobleza del toreo. El arte, en cualquiera de sus manifestaciones es un instrumento de la cultura de un pueblo, en este caso el arte de torear, tan antiguo y tan nuestro y al que debemos defender por respeto a nuestra grandeza tradicional.

 Los toros deben tener su mejor versión en el ruedo de la primera plaza del mundo.

Escribió Pepe-hillo en el prólogo de su tauromaquia, editada allá en 1796, que ya ha llovido: “El toreo es característico de la nación española…….. se mira una Fiera, acaso la más feroz; burlada, por los hombres en términos que parece imposible, luciendo, en estas acciones cruentas una habilidad la más sublime en cuanto lleva todo su fundamento en: el valor y el espíritu…” Valor, espíritu, arte, compromiso, experiencia, y cuanto adorna la profesión de torero. Que fueran solo los mejores los que pisasen la arena de las Ventas en San Isidro. Y que lo hicieran por méritos propios. Sin privilegios ni regalías. Eso sería cumplir con orgullo las responsabilidades adquiridas.
Francisca García
Toros de Lidia/10 febrero, 2024

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