'..el que desde ciertos medios de ¿comunicación? se haya tomado partido, a sueldo, claro, por una parte, la que les paga, naturalmente, ha generado un estado de opinión en el que no hay nada negativo siempre que sea a favor de obra, con lo que se está, al menos, confundiendo al personal, al que hay que decir, honestamente y sin pamplinas ni distorsión de la realidad..'
VIENTO DE LEVANTE
Distorsión y pamplinas
Paco Delgado
Burladero/jueves, 26 de junio de 2025
Que la fiesta de los toros es un espectáculo que a nadie deja indiferente es palmario. Que no hay otra manifestación humana que se le acerque en cuanto a intensidad, emoción, estética y autenticidad, también. Ahí están las citas de tantos y tantos genios de muy distintas disciplinas para confirmarlo. Y que genera pasiones y arrebatos a uno y otro lado de la barrera.
Lo que la convierte, evidentemente en única, en algo extraordinario que, a su vez, hace que sus protagonistas, el hombre y el animal, hayan alcanzado, desde el primer momento en que se enfrentaron, la consideración de héroes. El arquetipo del torero en la literatura responde, escribió Alberto González Troyano, al imaginario romántico, pero a un nivel más profundo encarna también al héroe de las fábulas mitológicas y reproduce el proceso que lleva desde la iniciación, por medio de difíciles pruebas, al triunfo o el fracaso. En su libro El torero como héroe literario, González Troyano, que bebe en las fuentes clásicas del tratado taurino, explica como la fiesta de toros y los tipos humanos asociados se recrean desde distintas sensibilidades y sucesivas estéticas.
No es ajeno, ni mucho menos, a este fenómeno el encantamiento que la figura del torero, sobre todo, ejerce en el público, que llega a tomar partido por sus ídolos hasta límites insospechados, y se identifica con ellos hasta el punto de no admitir fallo ni falta alguna en el objeto de su admiración; les consideran tan perfectos como infalibles, poniendo a caer de un burro no sólo a presidentes que les deniegan premios y regatean trofeos, sino a quienes les discuten méritos o, mucho más, a los que difieren de su imparcial y apasionado, y por ello la más de las veces errado, incompleto o sesgado, criterio. Pero no atienden a razones. Les ciega el fanatismo.
También en su diana aparecen periodistas o cronistas, a los que no consideran aptos para ejercer su cometido cuando no les va el agua por su molino. Yo he visto otra corrida, es uno de los más recurrentes y tontos argumentos que esgrimen para dejar claro, cuando hay puntos de vista encontrados y opiniones que se apartan de lo que quieren leer o escuchar, que son ellos los enterados y el profesional un don nadie que no les llega a la suela de sus rutilantes zapatos ni, por supuesto, poseen los conocimientos, oficio y capacidad de discernimiento que al forofo le sobran.
Hace unas semanas un torero, un matador de toros que anda en eso de meter cabeza en las grandes ferias como cabeza de serie, tuvo la mala fortuna de no poder matar a ninguno de los dos toros de su lote, recibiendo por ello los consiguientes tres y tres avisos y viendo como sus oponentes se le iban vivos a los corrales. Algo ya nada usual ni corriente y, por tanto, noticia. Y así se explicó en los titulares de urgencia que daban cuenta de lo que había sucedido en aquella función, en la que, por cierto, no hubo ni una sola ovación y sus compañeros de cartel también llevaron en su ficha varios recados desde el palco. Pues hubo un aficionado al que le molestó que se dijera lo de los tres avisos en cada toro. “Así no se defiende a la fiesta”, me mandó un mensaje, bastante enojado y contrariado; como si al espectáculo se le tuviese que defender sólo poniendo bien a los que torean y escondiendo sus miserias. Para que la fiesta gane prestigio y credibilidad, precisamente, hay que contar lo que pasa. Y si un torero se deja vivos a sus toros lo que no se puede hacer es taparlo u omitirlo. La noticia ha sido siempre que el niño mordía al perro.
El que, gracias a las llamadas redes sociales, cualquiera tenga ahora acceso a decir lo que le venga en gana, sin filtros ni cribas, tiene estas cosas. Y el que desde ciertos medios de ¿comunicación? se haya tomado partido, a sueldo, claro, por una parte, la que les paga, naturalmente, ha generado un estado de opinión en el que no hay nada negativo siempre que sea a favor de obra, con lo que se está, al menos, confundiendo al personal, al que hay que decir, honestamente y sin pamplinas ni distorsión de la realidad -aunque nadie es perfecto, afortunadamente-, lo que uno ve y ha pasado.

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