'..Ahora que su toreo ha surgido, crecido ante la adversidad en una tarde de San Isidro, hecho sobre la tierra de ese ruedo convertido en perfecto triángulo conformado por él, el toro y el público, provocando sensaciones que se transfiguraron en el goce de sentir arriba lo que se hacía abajo, supongo que lo dicho por Rafael Serna en Las Ventas de Madrid, le será considerado. Pues que así sea..'
Rafael Serna
por Manolo Viera
Es uno más de esos jóvenes matadores de toros con difícil camino por recorrer. Suma ya ocho años de alternativa, y la falta de oportunidades le ha marcado un trayecto complicado. El interés, por tanto, de reencontrarse con tardes como la del pasado 29 de mayo en Las Ventas, quizá, se vea mermado por esa nadería empresarial que define la época. Indignación ante ese inexplicable poder de los que deciden. La perfecta idiotez.
No obstante, le habrá sido bueno lo logrado en la oportunidad brindada en Madrid para retomar el camino ortodoxo que le ha de llevar a hacer cosas importantes. Su toreo es esperanzador o, en términos más exactos, ilusionante. No hay razón por la que un concepto tan atrayente vuelva a quedar en el olvido.
He de confesar que tenía mis dudas con tan serio compromiso adquirido en un cartel de relumbrón en plena feria de San Isidro y, además, junto al torero amigo -máxima figura acartelada- que quiso estuviera allí, pero se disolvieron de inmediato ante la limpidez de quien no sólo fue transparente y puro, sino que se mostró como el más idóneo para dar cuenta de las complicadas embestidas de su dos toros. La obra al sexto fue sencillamente notable. La versión del trazo, despacio, largo, hondo e hilvanado y la naturalidad rítmica de cada uno de los pases, sumamente flexible al tiempo, dejó traslucir la vitalidad de quien ha vuelto a torear.
Y a convencer exhibiendo su lado más creativo hasta llegar a dictar, de forma auténtica una lección de valor, ambición y verdad con la que puso a la gente en estado gozoso. Esa manera profunda y expresiva que aplicó a sus formas con tan especial acierto, en la que la naturalidad de cada pase se unió con la facilidad creativa, convirtió su toreo en una obra cargada de sensibilidad.
Ahora que su toreo ha surgido, crecido ante la adversidad en una tarde de San Isidro, hecho sobre la tierra de ese ruedo convertido en perfecto triángulo conformado por él, el toro y el público, provocando sensaciones que se transfiguraron en el goce de sentir arriba lo que se hacía abajo, supongo que lo dicho por Rafael Serna en Las Ventas de Madrid, le será considerado. Pues que así sea.

No hay comentarios:
Publicar un comentario