Lima (Perú), domingo 25 de noviembre de 2012. Toros de San Sebastián de las Palmas, La Ahumada (1º). EL FANDI: Silencio en ambos; MIGUEL ÁNGEL PERERA: Vuelta al ruedo y vuelta al ruedo; ALEJANDRO TALAVANTE: Silencio en ambos
La espada le roba un triunfo grande a Perera en Lima
El extremeño da dos vueltas al ruedo y cuaja ante el quinto una importante faena
El Fandi y Alejandro Talavante, sin suerte en sus lotes, fueron silenciados
Por Redacción APLAUSOS.-Abrió plaza un toro de La Ahumada al que El Fandi cuajó un apretado quite por chicuelinas. Dominio del granadino en un emotivo segundo tercio. Banderilleó por dentro y al violín ante una afición entregada. Tuvo prontitud y movilidad el toro al comienzo de la faena pero embistió rebrincado y sin clase. Fandi trató de someter al toro e imponerse a un incómodo calamocheo que fue desarrollando durante la lidia. A su segundo lo recibió con una larga cambiada de rodillas. Quitó por delantales y, tras un gran tercio de banderillas en el que llegó a clavar cuatro pares, se acabó todo. El toro, sin fuerzas ni empuje, impide que el granadino haga faena.
A pies juntos, con la mano baja y ganando terreno saludó Miguel Ángel Perera al que hizo segundo. Se lució con el capote el extremeño, primero por chicuelinas y tafalleras y después por gaoneras y tafalleras, muy ceñidas. Inició la faena sin enmendarse, con mucho ajuste. Perera firmó una faena de más a menos, bien estructurada, en la que toreó con mucha profundidad sobre la diestra y también al natural en dos series con temple, limpieza y muleta arrastrada. El toro, aunque noble se vino abajo de mitad de faena en adelante, lo que restó intensidad a la labor. Pinchó al primer intento y perdió la posibilidad de tocar pelo. Perera estuvo inteligente con el quinto, administrándole la poca fuerza y cuidándolo en los primeros tercios. Faena contudente. Sin brusquedades y con mucho temple lo llevó el extremeño. Lo hizo perfecto el torero. Sobre la diestra los muletazos tuvieron mando y suavidad. Perera recurrió a circulares invertidos, con mucho poder, profunidad y dejándose llegar al toro muy cerca. De pitón a rabo. En apenas un palmo de terreno. Gritos de ¡Torero, torero!. Al igual que en su primero, la espada le privó de un triunfo grande.
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