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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 4 de febrero de 2013

LA CUBIERTA / Por Antolín Castro


"...Cierto que poner a cubierto la fiesta es otro asunto de mucho mayor calado y para ese no valen persianas ni toldos, hace falta el compromiso firme de cubrir de autenticidad cuanto sucede en las plazas..."

LA CUBIERTA

Por Antolín Castro
España
Las Ventas vio como la pasada semana se hundía el ‘kiosco’ que habían montado para rentabilizar el inmueble en época de invierno. Una cubierta espectacular, tan espectacular como su hundimiento.

Una metáfora de la situación por la que pasan la Fiesta y las plazas de toros. Todos miran al cielo como si de allí vinieran los males o esperan que de allí venga la milagrosa ‘lluvia’ que de vida a lo que evidentemente languidece. Ese cielo, si le tapamos, no dejará entrar lo bueno que de arriba caiga y si le dejamos al descubierto, deja al aire lo que acontece un poco más abajo.

Curioso dilema el que se busca, cuando todas las soluciones pasan precisamente por lo que sucede abajo, en la arena o el albero. Es ahí donde hay que aportar las soluciones si queremos que no se cierren, por arriba o por abajo, definitivamente todas las plazas de toros. Todas, o casi todas, las construidas recientemente, se las ha dado en llamar multiusos, precisamente para rentabilizar el coste de su construcción, pero las abiertas y ya amortizadas no necesitan ese paso para convertirlas en multiusos.

Catalogadas muchas de ellas como patrimonio cultural, hay que hacer demasiados equilibrios para compatibilizar lo uno y lo otro, con lo que las obras de ingeniería se hacen mucho más delicadas en todos los órdenes. Las Ventas con esta experiencia ya ha tenido bastante, esperemos que se abandone la idea para siempre.

No me vale la idea de rentabilizar un espacio que está desocupado durante buena parte del año, -Las Ventas es curiosamente la plaza del mundo más usada dada su alta programación de festejos- y visto de esa manera también las iglesias se las podía dar otra utilidad los días y horas que no se dedican al culto. Esto último le parecería una barbaridad a cualquiera, empezando por mí, sea creyente o no, y de igual modo hay que pensar con la plaza más importante del mundo.

Si de lo que tantas veces nos hemos quejado, y para lo que tenía defensores la idea de la cubierta, es el molesto viento que impide muchas veces el debido acople en las faenas, ello podía tener otras soluciones no traumáticas en el exterior ni el interior de la plaza. Bastaría con unos toldos, tipo persiana, a descolgarse al inicio del festejo sobre el interior de las tres puertas principales: puerta grande, cuadrillas y arrastre. Esos toldos taparían en muy buena parte y manera la entrada de viento por esas tres bocanas por las que suele entrar el aire a la plaza.

Fáciles de subir y bajar y que no serían, estéticamente hablando, ni mejores ni peores, ni más feo o más bonito que el toldo que le ponen a la tribuna que utilizan las cámaras de televisión y sus comentaristas, siendo éstas visibles para todos los espectadores. La propuesta que indico no sería visible para casi nadie al estar colocadas en el interior, aproximadamente en el medio, de los túneles respectivos y utilizándose solamente en momentos concretos. Si sólo hablamos de aire ahí tienen una solución, si hablamos de negocio ahí tienen el que seguramente acaba de hacer una compañía de seguros la pasada semana.

Cierto que poner a cubierto la fiesta es otro asunto de mucho mayor calado y para ese no valen persianas ni toldos, hace falta el compromiso firme de cubrir de autenticidad cuanto sucede en las plazas. El toreo tal y como se desarrolla actualmente es muy parecido a la cúpula que ya tenían puesta: Muy aparente, sí, pero a la vez muy poca cosa. Le faltaba la solidez de lo que nace en los cimientos, igual que la solidez del toreo que se percibe cuando es de verdad y profundo y el toro es de una integridad a prueba de todo.

Pongámonos a cubierto… pero de todos los que nos quieren contentar solo con apariencias.
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