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El lunes escribí que la desafección que un grupo de aficionados españoles (no sé qué tanto por ciento) hacia su selección, corroborado por cierto el viernes en El Molinón con una entrada bajísima, se debía en parte a que muchos seguidores no sentían a este equipo como suyo; Piqué tiene muchísima culpa de ello, y la cosa irá a peor. Salvo que, milagrosamente, Lopetegui llame a capítulo al futbolista culé. ¿Alguien en la sala que crea en los milagros?...
Mourinho, Piqué y la milongaza de la paz de la selección
Lo de anoche no es novedoso... salvo por un pequeño detalle. No es novedosa la inquina y envidia de Gerard Piqué hacia el Real Madrid, tampoco es novedoso que Piqué diga (otra cosa es que lo crea de verdad) que al Real Madrid le benefician y ni siquiera resulta novedoso que el jugador del Barça insulte al Real Madrid, a su presidente y a sus socios y aficionados. Nada de todo eso resulta novedoso, pero sí lo es, sin embargo, el que todas esas acusaciones las haga al amparo de un partido de la selección nacional de fútbol, bajo el paraguas de la federación, al socaire de un encuentro internacional. De modo que lo más conveniente sería que Julen Lopetegui hiciera lo que, cuando Piqué atacó al Madrid antes o después de una concentración de la selección, nunca se atrevió a hacer el último premio Blanquerna, el Marqués.
Es curioso: José Mourinho, que no es español sino portugués y que, por lo tanto, no va a jugar nunca con España y ni siquiera creo que vayamos a tener la fortuna de que la dirija algún día, ponía en riesgo la paz de la selección porque les exigía a sus futbolistas que salieran a darlo todo contra el Barça y compitieran con él. Con el beneplácito del último premio Blanquerna, a Mourinho también le atacaron por ahí, pero Mourinho podía con cien Piqués y con mil Blanquernas. Pero alrededor de Arbeloa, que sí era internacional por España, se estableció, y de nuevo con el beneplácito silente del Marqués, un cordón sanitario por no reirles las gracias a Xavi, primero, y a Piqué, después. A Xabi Alonso tuvieron que comérselo con patatas porque lo necesitaban, pero Xavi ya le dio su opinión a Toni Grande sobre qué tenía que hacer con el fenomenal centrocampista vasco.
Mourinho o Arbeloa ponían en riesgo la paz de la selección. Iker Casillas, que además de ser capitán del Real Madrid lo era también de España, no la ponía, más que nada porque Iker tragaba. Pero hoy (la doble vara de medir) Piqué es sincero al acusar de corrupción al Estado de Derecho, de prevaricación a los magistrados que imputaron a Messi y a Neymar y de conectarlo todo ello con las presencias y las ausencias al palco del estadio Santiago Bernabéu. El lunes escribí que la desafección que un grupo de aficionados españoles (no sé qué tanto por ciento) hacia su selección, corroborado por cierto el viernes en El Molinón con una entrada bajísima, se debía en parte a que muchos seguidores no sentían a este equipo como suyo; Piqué tiene muchísima culpa de ello, y la cosa irá a peor. Salvo que, milagrosamente, Lopetegui llame a capítulo al futbolista culé. ¿Alguien en la sala que crea en los milagros?...
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