Solamente un toro y El Juli se salvaron de otro desastre ganadero
Una llovizna incesante empapó a los miles de espectadores que llenaron la plaza mientras acontecía el desastre de la sobrepesada, descastada y en su mayoría inviable corrida de Garcigrande y Domingo Hernández. Morante no pudo dar ni un solo lance ni un solo muletazo a ninguno de sus dos toros. El Juli fue el único de la terna que se salvó de la quema frente al mejor quinto que tampoco fue como para tirar cohetes, fabricando una larguísima faena marca de la casa que se celebró como acontecimiento y que solo fue premiada con una oreja por tener que descabellar dos veces. Alejandro Talavante por su parte sufrió de la frialdad del público mientras lo poco que duró su primer trasteo y se estrelló por completo con el prontísimo parado sexto.
Sevilla. Plaza de la Real Maestranza.
Jueves 27 de abril de 2017. Tercera de feria. Tarde de lluvia mansa aunque incesante con lleno total. Seis toros de los dos hierros familiares de Garcigrande Domingo Hernández, en su mayoría gigantescos y sobrepesados. Segundo, cuarto y sexto superaron los 600 kilos. Salvo el quinto que resultó noble aunque muy tardo en sus muchas embestidas, los demás resultaron impracticables en mayor o menor medida. Los peores fueron el primero, el cuarto y el sexto. El lote formado por el segundo y el ya mencionado quinto fue el más potable. El tercero duró un suspiro por el lado derecho y sacó guasa por el izquierdo.
Morante de la Puebla (naranja y azabache): Dos pinchazos, estocada a paso de banderillas y tres descabellos, bronca. Estocada habilidosa, silencio.
El Juli (añil y oro): Dos pinchazos y estocada, palmas. Estocada y dos descabellos, oreja.
Alejandro Talavante (marino y oro): Pinchazo, estocada trasera y dos descabellos, silencio. Pinchazo y estocada, silencio.
A caballo, destacó José Antonio Barroso que fue muy ovacionado. Y en palos los banderilleros cubrieron el segundo tercio con pronta eficacia.
Estoy absolutamente en contra de la enormidad del ganado que se está lidiando en la plaza de la Real Maestranza. La mayoría de los toros con estas características, no aguantan los kilos que pesan. Embisten mortecinos o se paran. Algunos como el sexto de ayer, nada más salir. Que medio embistieran sin clase el segundo y el tercero, y en mayor medida aunque tardeando mucho el quinto, de ninguna manera podemos decir que salvaron la corrida. El desesperante juego que dieron, salvo el mencionado quinto, colmó la paciencia del público que, por cierto, se comportó con ejemplar placidez pese al enorme fiasco.
El Juli fue el autor de lo mejor de la tarde. Julián se está convirtiendo en un gran artista con el capote que maneja con original donosura y exquisita variedad. Desde las muy lentas verónicas que prodigó a las preciosas cordobinas alternadas con chicuelinas del quite al quinto toro, los remates a una mano, o las medias verónicas abelmontadas, el toreo de capa de El Juli está alcanzando muy alto nivel. Da gusto verle. Luego, con la muleta, su incuestionable y característisca raza, añadida a su también proverbial maestría y poder, baja el nivel artístico pero lo compensa con una contundencia y una seguridad incuestionables. Si bien anduvo con el segundo toro, con el mejor quinto, su faena fue realmente importante porque sacó del toro más de lo que tenía hasta agotarlo por completo tanto por el pitón derecho como al natural. Por eso, en una tarde tan incómoda y desabrida, no fue de chocar que el público se le entregara por completo, rendido a su ejemplar quehacer. Fue una pena que tuviera que descabellar tras la estocada con que mató al quinto, porque las dos orejas las tuvo ganadas y el premio a su estupenda labor quedó en una. La paseó como si fueran dos, con los espectadores ovacionándole en pie.
Bueno, pues ahí quedó casi todo lo que vimos ayer que merezca la pena reseñar. En el casi cabe incluir la forzosamente corta faena de Alejandro Talavante al tercer toro de la tarde. Me extrañó la frialdad del público mientras el extremeño trataba de conseguir más de lo que tuvo el animal.
Morante, que salió vestido con un horroroso terno naranja y azabache, no pudo dar un solo lance ni un solo muletazo a ninguno de sus dos toros. En la lidia del cuarto, enfadó al público durante la suerte de varas que ordenó a su picador quien se excedió en los tres encuentros con el caballo, creo que por no haber podido meter las cuerdas en los dos primeros puyazos. Hasta que por fin sangró el animal con el tercero, la escena tuvo aspecto de brutal carnicería y se desató la bronca, reeditada una vez que Morante logró que el animal doblara tras varias agresiones dolosas con los aceros.
En fin… No merece la pena entrar en más detalles sobre esta corrida que en su mayor parte resultó desastrosa.
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