El público casi llenó la plaza por lo atractivo del cartel, a la par logrado por la fama de la ganadería anunciada de Victorino Martín y por lo que prometían los tres matadores alternantes. Especialmente Antonio Ferrera que reaparecía en Sevilla tras un largo periodo de convalecencia. También por lo mismo, Manuel Escribano, asimismo tras ser gravísimamente herido en la pasada temporada después de su memorable indulto del toro “Cobradiezmos”, también de Victorino, en la feria del año pasado. Escribano fue invitado a saludar tras deshacerse el desfile de cuadrillas, ovación que compartió con sus compañeros.
Una variada y memorable corrida de Victorino Martín da ocasión de lucir sus valentísimas habilidades a Antonio Ferrera, Manuel Escribano y Paco Ureña
J.A. del Moral · 30/04/2017
Lo de menos fue la oreja – debieron darle dos – que cortó Antonio Ferrera del muy difícil cuarto toro; que por tener que descabellar al matar al extraordinario quinto, Manuel Escribano perdiera la que se había ganado; y que Paco Ureña cortara otro apéndice del noble tercero. Independientemente de los trofeos concedidos, el público dio muchísima importancia a cuanto hicieron los tres matadores porque se jugaron el pellejo sin ninguna contemplación con una entrega y una ilusión admirables. El momento más emocionante del festejo aconteció cuando Ferrera invitó a compartir el tercio de banderillas del cuarto toro a su peón, José Manuel Montoliú, en memoria de su inolvidable padre, que murió en esta plaza hace ahora 25 años.
Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Sábado 29 de abril de 2017.
Quinta de feria. Tarde por fin soleada aunque muy fresca y con viento molesto. Casi lleno.
Seis toros de Victorino Martín, muy bien presentados en el tipo y con el pelaje característico de la casa. Dieron juego variado. Bravo y noble por el lado derecho aunque a menos en brío el que abrió plaza. Muy peligroso el segundo. Bravo y noble por el lado derecho el tercero. Bravo y complicado el cuarto. Por todo excelente el quinto que fue el mejor del envío. Y manejable sin clase el sexto.
Antonio Ferrera (turquesa y oro): Pinchazo y estocada trasera de rápidos efectos, ovación. Estoconazo trasero, aviso y oreja.
Manuel Escribano (marino y oro): Dos metisacas, estocada y tres descabellos, silencio. Estoconazo caído y tres descabellos, grandísima ovación.
Paco Ureña (avellana y oro con remates blancos): Estocada, oreja. Cuatro pinchazos y cuatro descabellos, silencio.
José Manuel González fue ovacionado tras picar al toro que abrió plaza. En Banderillas destacó el gran par de José Manuel Montoliú alternando con Ferrera en el cuarto toro.
El público casi llenó la plaza por lo atractivo del cartel, a la par logrado por la fama de la ganadería anunciada de Victorino Martín y por lo que prometían los tres matadores alternantes. Especialmente Antonio Ferrera que reaparecía en Sevilla tras un largo periodo de convalecencia. También por lo mismo, Manuel Escribano, asimismo tras ser gravísimamente herido en la pasada temporada después de su memorable indulto del toro “Cobradiezmos”, también de Victorino, en la feria del año pasado. Escribano fue invitado a saludar tras deshacerse el desfile de cuadrillas, ovación que compartió con sus compañeros.
Y de ahí en adelante, cuanto ocurrió fue contemplado con tanta tensión como atención por lo mucho que tuvieron que resolver los seis toros, tanto los difíciles como los más fáciles. La variedad del comportamiento de las reses contribuyó al entretenimiento de los espectadores que no perdieron ni un minuto en distraerse de cuanto sucedió en el ruedo. Quizá algunos pensaron en que la celebración de lo que sucedió no fue para tanto en algunos casos. Y posiblemente lleven razón. Pero con lo que llevamos visto en la feria respecto al juego del ganado lidiado, fue natural que los aficionaros valoraran y hasta sobrevaloraran cuanto los toreros llevaron a cabo.
Pese a la solitaria oreja que cortó Antonio Ferrera, fue el gran protagonista del festejo porque a su cargo corrió lo más meritorio de la tarde. Su gran oficio, su larga experiencia acumulada tras tantos años en la lid, la notabilísima mejora que Antonio ya había mostrado respecto a su estilo, tomaron ayer carta de naturaleza en sus dos intervenciones frente a los dos toros que mató y durante toda la tarde porque ejerció con notable atención y no pocas intervenciones como magnifico director de lidia. Brillante en su muchas intervenciones con el capote y en banderillas, anduvo tan desenvuelto como valiente en sus faenas de muleta – también con el capote en los recibos y en quites, no digamos en banderillas – sin que le importara lo más mínimo el viento que molestó mucho durante toda la tarde.
Ferrera estuvo por encima de las condiciones de sus dos enemigos, sobre todo del cuarto que tuvo mucho que torear sin dar facilidad alguna porque este animal, sin que podamos calificarlo de alimaña, fue muy difícil. Pero Ferrera se superó a sí mismo, sobre todo en la faena de muleta en la que se jugó la cornada con un desprendimiento total. Su habilidad en sortear viajes peligrosos y en resolver las reacciones imprevistas o repentinas del burel fue admirable y así fueron tomadas por el público, a la par asustado y pendiente del cuanto logró el extremeño que hasta consiguió mejorar en calidad su prolija labor muletera al final de la misma. Ferrera supo escenificar y vender cuanto hizo hasta el punto de lograr que el público se entusiasmara. Ya había sonado un aviso antes de que entrara a matar y como el animal no dobló tras la estocada, Ferrera se dispuso a descabellar mientras el público rogaba al Cielo que no tuviera que hacerlo para que no perdiera el trofeo tan bien ganado. Afortunadamente no tuvo que emplearlo y el público respiró aliviado. La petición de oreja fue mayoritaria y el presidente la concedió aunque en mi opinión debió darle la segunda.
Habíamos vivido emocionados el momento culminante del festejo cuando Ferrera compartió el tercio de banderillas con su peón, José Manuel Montoliú, para homenajear a su padre, muerto al poner un par de banderillas en esta misma plaza hace 25 años. El par de Montuliú, andando en su preparación, dejándose ver y clavando en lo alto muy bien reunido fue memorable.
Para Manuel Escribano fue uno de los toros peligrosos de la corrida, el segundo, y el mejor que le cupo lidiar y torear en quinto lugar. Por eso tuvo que pasar del Infierno al Cielo. Al segundo lo recibió con una larga cambiada a porta gayola moderna, es decir muy alejado de la puerta de chuiqueros. No fue nada fácil resolver el trance porque fue uno de esos toros de Victorino que hemos dado en llamar alimañas. Escribano alternó en banderillas con Ferrera y una vez cubierto el tercio como buenamente se pudo, la faena tuvo que hacerla regateando y sorteando arrancadas muy peligrosas. Costó matarlo de varias y deslucidas agresiones. Y tras tanto sufrir, Dios compensó a Escribano con el mejor toro de la corrida. Especialmente en la muleta, fue muy noble, humilló mucho al embestir y se dejó torear a placer, sobre todo por el lado derecho. La faena, basada principalmente por ese pitón, la terminó con bonitos ayudados por bajo y por alargarla demasiado escuchó un aviso antes de agarrar un estoconazo que, por quedar caído, necesitó de dos golpes con el descabello, perdiendo la oreja ya ganada.
Paco Ureña también tuvo en sus manos un toro fácil y bravo, el tercero, y otro difícil aunque manejable que fue el que cerró plaza. Con el fácil se lució a la verónica más clásica en el recibo con el capote e hilvanó una faena en la que los sevillanos pudieron admirar la clase de torero que es el murciano, tanto al torear en redondo como al natural que al final del trasteo interpretó citando a pies juntos con notable elegancia. Tras matar de certera estocada, cortó la primera oreja del festejo. Con el sexto, el más difícil, también intento torear formalmente por lo clásico, sufriendo una cogida que, por fortuna, no tuvo mayores consecuencias, fallando con los aceros al matar.
La gente salió encantada de la plaza. Ya era hora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario