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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 21 de noviembre de 2017

Tengo un sueño / por Hilario Taboada


 ..ya puede adivinar cuál es mi sueño. Pero no solo el mío, estoy seguro que es el sueño de todos los taurinos catalanes, que somos muchos, y también de toda la afición mundial. Este sueño ciertamente es: que vuelvan los toros a la Monumental de Barcelona.

Tengo un sueño

Hilario Taboada
Barcelona, 21 Noviembre 2017
Soñar es vivir, mientras tienes sueños y proyectos es que estás vivo, aunque te sobre la edad.

Ahora que se avecinan posibles cambios políticos en Cataluña, mi tierra de adopción, tengo un sueño latente que no se desvanece desde que unos políticos totalitarios, corruptos y mentirosos prohibieron las corridas de toros en esta tierra, tan taurina como cualquier otra de España.

Hay que tener en cuenta que los toros entraron en España por el Mediterráneo, es decir, por Cataluña, siendo una de las tradiciones más antiguas del Principado; tradición más antigua que la sardana, por ejemplo. En Barcelona existieron simultáneamente tres plazas de toros: El Torín, donde el 13 de Mayo de 1887 se interpretó por primera vez un pasodoble como respuesta espontanea a un trasteo sensacional de “Lagartijo el Grande” ; Las Arenas del año 1900, que es hoy una gran superficie comercial, y la actual plaza Monumental de 1914, declarada monumento y elevada por Manolete a la categoría de primera plaza del mundo en importancia y número de festejos.

En Barcelona consolidaron su fama grandes figuras del toreo y no podemos pasar por alto que dos de estas figuras - Mario Cabré y Joaquim Bernadó - eran genuinamente catalanes. En Barcelona bullía el ambiente taurino y muchos de aquellos destacados personajes residieron toda su vida aquí, como ciudadanos de Cataluña: A título de ejemplo permitirme citar al escritor navarro Fernando del Arco que tanto aportó a la fiesta a través de sus libros, especialmente los que escribió sobre Manolete, que fue siempre su gran pasión. Hay que decirlo ahora que estamos celebrando el centenario del monstruo de Córdoba.

Quien haya leído hasta aquí, ya puede adivinar cuál es mi sueño. Pero no solo el mío, estoy seguro que es el sueño de todos los taurinos catalanes, que somos muchos, y también de toda la afición mundial. Este sueño ciertamente es: que vuelvan los toros a la Monumental de Barcelona

Ante la perspectiva de elecciones autonómicas en Cataluña para el día 21 de Diciembre, anhelo unas votaciones masivas en clave taurina y así mandar a sus casas, como poco, a los políticos que olvidaron el conocido y entonces revolucionario lema de Mayo del 68 francés, “prohibido prohibir”. Pero que no se preocupen, nosotros nunca les prohibiremos nada que sea legal, y menos aquello que más le pueda gustar a una parte importante de nuestra sociedad, como fue nuestro caso.

Pero voy más allá y mi sueño más ansiado es que esta reapertura de la plaza sea un mano a mano entre Enrique Ponce y José Tomás. Estos dos toreros escamotearon a la afición lo que pudo haber sido la época de platino del toreo, pues hoy se torea mejor que nunca. Pudieron haber sido amigos en la calle y rivales en el ruedo, como Joselito y Belmonte. Hubieran sido un revulsivo apasionado para esta afición adormecida, pero no compitieron nunca enredados en sus intereses personales. Los gestos y gestas de las figuras de cada época no solo prestigian el presente del toreo si no que apuntalan el futuro de la fiesta, que es lo importante. Lo mismo hay que pedirle a todo el establishment taurino que vive del espectáculo pensando solamente en el pan para hoy.

Siempre han existido monopolios taurinos, pero se rompen cuando sale un torero que manda en el toreo, entendiendo por mandar llenar las plazas, ejemplos: el IV y el V califas cordobeses, que como todos sabemos, los dos se llaman Manuel. El prestigio y romanticismo de la fiesta corresponde siempre a los toreros, especialmente a las figuras. 

Doy por perdida la época de platino, pero vuelvo a mi sueño y pido ver juntos mano a mano en la reapertura de la Monumental a Ponce y Tomás. Este gesto nos lo deben, aunque ellos en vez de gesto lo consideren gesta. Lo contrario será quedar en deuda con la historia.                                                      

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