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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 19 de agosto de 2018

El ejemplo está en la calle / por Paco Delgado



Aunque en agosto, con toros a diario, ferias en todas partes y no pocos triunfos y alegría, pueda parecer que todo marcha sobre ruedas, lo bien cierto es que el futuro de la fiesta taurina sigue siendo incierto y su situación delicada, mal que nos pese.

El ejemplo está en la calle

El antitaurinismo político -no hay que temer a taurofobias ecologistas, que por puramente incongruentes y absurdas no van a parte alguna, ni a las intelectuales, inexistentes-, amparado por nuevas tendencias que buscan la destrucción de todo lo que signifique, represente y recuerde a la España que ellos detestan -y que asocian, demostrando sin pudor una asustante incultura y un más preocupante revanchismo y espíritu ciegamente vengativo, a la surgida tras la guerra civil y que llega hasta nuestros días-, pretende a toda costa, entre otros varios puntos y detalles, la desaparición de una de nuestras más antiguas y arraigadas señas de identidad: los toros, nuestra fiesta nacional, que hasta en lo de nacional se equivocan y le dan un sentido político y partidista que no tiene.

No tendrán cultura, por mucho que la izquierda de siempre se haya considerado a sí misma el faro intelectual de nuestro país, pero moverse, vaya si se mueven. Aunque llevan ya años haciéndolo, ha sido cambiar el gobierno para movilizarse de nuevo y visitar a varios de los nuevos ministros para hacer fuerza y meter presión en busca de su tan ansiada abolición de lo taurino. Y a este paso lo consiguen.

Porque, mientras, los responsables del negocio del toro, como ya es también costumbre, siguen a lo suyo y no buscan soluciones ni remedio, sin que, por ejemplo, que yo sepa, nadie, de manera oficial o particular, haya ido a ver al nuevo ministro de Cultura para recordarle que la lucha del hombre con el toro es tan antigua como la humanidad y que ha dado origen a buena parte de nuestra cultura. Que los toros generan más de doscientos mil puestos de trabajo, que mantienen un ecosistema único, que genera pingües beneficios a las arcas del Estado… Por no hacer larga la lista de aspectos y cuestiones por los que la tauromaquia debería ser no sólamente protegida de manera efectiva y real sino potenciada y cuidada con mimo y lujo. Pero no, por nuestra parte sólo nos miramos el ombligo en busca de un beneficio para hoy que puede significar el hambre para mañana.

Habría que tomar ejemplo de los dirigentes de las distintas asociaciones y uniones que aglutinan a la gente de los festejos populares. Casi diez mil funciones de este tipo se dieron el año pasado sólo en la Comunidad Valenciana y, pese a todo, no paran de hacer cosas, de ir a negociar con ayuntamientos, con diputaciones, con la consellería que haga falta… pierden días de vacaciones, horas de sueño, dinero… pero luchan por algo que les apasiona y en lo que creen.

En Valencia, por poner un ejemplo que me pilla cerca, hace un par de años organizaron la más multitudinaria manifestación protaurina que se haya celebrado nunca. Y un Congreso taurino a nivel nacional. Y no sé cuantas exposiciones. Y han logrado que cada día de toros en el coso de Monleón un grupo de niños vaya a los toros acompañados por un experto que les va explicando lo que pasa en el ruedo… están tratando de que la nueva televisión autonómica les reciba para dar argumentos a favor de la presencia de los toros en ese canal que pagan todos los valencianos y en el que parece mentira que se haya discriminado de semejante manera a uno de los espectáculos preferidos por tantísima gente de esta tierra…

¿Alguien ha pensado en fichar a estos fenómenos para que defiendan también las corridas de toros? Pues habría que mirarlo pero que ya y ponerles mano a la obra.

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