Conforta la certeza de que también el día después volverán los toros a celebrar la vida, recordándonos que vivir es peligroso y siempre temporal, que la naturaleza es sobrehumana y que siendo apenas una más de sus especies mejor nos vale lidiarla con respeto, valor y belleza.
El día después
Cali 31 de marzo 2020
América alcanzó a evacuar casi toda su temporada. Europa solo a insinuar la suya por Ajalvir, Illescas y Olivenza... Los carteles de Castellón, Valencia, Sevilla, Córdoba y Madrid quedaron colgados en el vacío, los toros en el campo, las plazas en clausura y el futuro en veremos.
Los antitaurinos podrían estar contentos, la peste amenaza lograr lo que no ellos en cinco siglos (para contar solo desde la fallida prohibición papal de Pío V). Pero no, no puede haber contento ninguno. El contagio avanza por el mundo atacando sin distingos. Desbordando fronteras. Haciendo impotentes las potencias. Poniendo en evidencia los sistemas de salud, la política, los presupuestos, la insensatez y dejando un reguero de cadáveres, pérdidas y penas.
¿Qué pasará cuando pase? Cuando el miedo se disipe. Cuando salgamos ateridos de nuestras madrigueras a retomar la lucha por la vida. Cuando volvamos al cotidiano competir. Cuando olvidemos a los que se batieron por nosotros. Cuando reneguemos de que por este breve lapso fuimos todos uno. Cuando la prevalencia retorne a ser paraíso y el dinero Dios. Cuando se restablezca la normalidad anómala. Cuando los políticos regresen a lo suyo. Cuando vuelvan con las falacias de vida sin muerte.
¿Habremos aprendido que si unidos, así halla sido solo por el espanto, capeamos esta desgracia, podríamos igual intentarlo con otras globales peores, como el hambre, la superpoblación, el envenenamiento del planeta?
Hay optimistas y escépticos. Los oigo ambos. La historia está por los últimos. Jamás aprendimos lo suficiente de las tragedias, pese a que siempre hubo quien las explicó. La evidencia indica que seguramente saldremos otra vez a culparnos, a pelear por los réditos y por quien pagará la cuenta. Ya se oyen voces fuertes.
Conforta la certeza de que también el día después volverán los toros a celebrar la vida, recordándonos que vivir es peligroso y siempre temporal, que la naturaleza es sobrehumana y que siendo apenas una más de sus especies mejor nos vale lidiarla con respeto, valor y belleza.
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