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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 2 de marzo de 2024

Animales de dos patas / por Paco Delgado


Bípedos, según el diccionario; clase que distingue a las especies en razón de su modo de desplazamiento, siendo la humana la más significativa y evolucionada, aunque, luego, a la vista de muchos comportamientos, no está la cosa tan clara.

Animales de dos patas


Paco Delgado
AvanceTaurino/ 2 Marzo 2024
Generalmente utilizan las dos extremidades traseras o inferiores para desplazarse y pararse, característica que les diferencia de los cuadrúpedos, que andan sobre sus cuatro patas.

El poder procurarse alimentos de los árboles, el transportar todo tipo de elementos con los miembros superiores, visualizar el horizonte por encima de obstáculos y, sobre todo, regular la temperatura corporal al caminar erguido permitió, en definitiva, que nuestra especie alcanzase un estado evolutivo superior al del resto de los animales. Al menos en teoría. A diario hay noticias y sucesos que plantean serias dudas sobre el particular y no dejan en muy buen lugar a un alarmantemente elevado número de congéneres. Hace tiempo Konrad Lorenz decía que cuanto más conocía a las personas más le gustaban los perros…

Ya sé que se trata sólo de una anécdota, exagerada, si quieren, pero que deja un poso de resquemor que da que pensar ¿Cómo pueden pasar tantas cosas como pasan por actos, decisiones o planteamientos de determinados humanos? La ya muy larga historia de la humanidad ofrece millones de ejemplos que nos horrorizan y, como a Lorenz, nos deja la sospecha en bandeja.

Últimamente está de moda el poner a los animales como  excusa para tratar de perjudicar a otros semejantes. y, para no seguir yéndome por las ramas, el ejemplo de los animalistas con la supuesta defensa del toro bravo es clarificador.

Méjico lo ha vivido en sus carnes hace bien poco. La Monumental de la capital federal de aquel país fue cerrada para la tauromaquia durante casi dos años por capricho de unos pocos que, en su derecho de querer que los toros no tengan dueño, pasten libre y tranquilamente por las verdes praderas sin que nadie les moleste ni, mucho menos, les lleve luego a morir a estoque a un escenario al que los animales no quieren ir por su propia voluntad, fastidiaron pero bien a muchísimos más que viven de este espectáculo en sus muchas variantes o disfrutan presenciado las mismas, así como de aquellos a los que les cuesta un dineral el criar, a cuerpo de rey, a estos animales. Y otro semoviente de dos patas, el comentarista deportivo David Faitelson, lleva ya una temporadita insultando y denostando a los aficionados y profesionales del toreo,  a los que tilda de “descerebrados, corruptos y criminales”, sin que nadie le meta en vereda ni, al menos, afee adecuadamente su conducta.

Por estos lares el panorama no es mejor; la comisión promotora la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) ‘No Es Mi Cultura’, que persigue eliminar la protección legal que tiene actualmente la tauromaquia en España, va a comenzar la recogida de las 500.000 firmas que necesita para que el Congreso estudie iniciar la tramitación de su propuesta y la Junta Electoral Central ha admitido a trámite el escrito “por el que se ejercita el trámite inicial” de la proposición de ley. Una vez se presente el medio millón de firmas necesario en el plazo de nueve meses, prorrogables otros tres, se abriría su debate y votación por los grupos parlamentarios. Esto, evidentemente, no va  a pasar mañana, pero no estaría de más ir adoptando sistemas defensivos en caso de que la tontería funcione. Una majadería que, sinceramente, sólo busca abrir otra brecha en la convivencia española.

Esa patraña de lo políticamente correcto está procurando que, en pos de una supuesta defensa del toro, se logre su exterminio real y efectivo, acarreando un perjuicio extraordinario a cientos de miles de personas que viven o disfrutan en torno a este animal único y que si no se ha extinguido ha sido, precisamente, por la acción del hombre, que ha ido diseñándolo y afinándole sólo por su interés para la lidia. Y con el se esfumaría también su hábitat natural, la dehesa, un ecosistema así mismo único y que da cobijo a otros miles de especies cuya viabilidad quedaría en serio riesgo.

Orwell fue un visionario.

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