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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 9 de julio de 2025

Todos los que normalizan el insulto y la afrenta contra el toreo, no se merecen el toreo.

El toro de Osborne es uno de los símbolos más característicos de nuestro país / La razón

Quien tiene unos derechos y no solo no los ejerce sino que los entrega en bandeja, no tiene derecho a la grandeza del toreo.

Todos los que normalizan el insulto y la afrenta contra el toreo, no se merecen el toreo

‘La guerra es un asunto demasiado importante como para dejarlo sólo en manos de los militares’. La frase de George Clemenceau en los bordes de la Primera Guerra Mundial podría traducirse así: ‘el toreo es un asunto muy serio como para dejarlo todo en manos de los taurinos’. Sobre todo de los de ahora. Los de ahora poseen escasa calidad de formación, una cultura taurina a expensas de las necesidades económicas, un déficit de pasión y una estructura argumental insistentemente tópica. Pero hoy hay taurinos fetén y por derecho, extramuros de tanta genuflexión y aceptación, guerreros con temple y cultura taurina y humana. El repaso de Álvaro Núñez hoy en TVE ha sido brutal. En lo humano, como ciudadano aficionado, y como ganadero. Enhorabuena.

El toreo siempre fue la bestia para la que no se había inventado jaula alguna. Hoy cabemos en la frágil jaula de un canario. Y cantamos desde dentro nuestra grandeza. Ni siquiera hemos sabido adecuarnos a un contexto comunicativo que nada tiene que ver con tener razones o argumentos. Hoy, el discurso de la gente de bien no sirve. Y no sirve porque ser gente de bien ha de ir acompañada de ser gente de carácter. Y cuando el contexto lo demanda, un carácter absolutamente rebelde, combativo y duro. Rebelde, combativo y duro todo lo que dijo un hombre de bien como es Álvaro Núñez.

'No todo es el dinero y el contrato. Si un taurino cree que esto es así, que lo diga y nos vamos'

Puso pie en la pared, al fin un taurino. Claro, nítido y en el terreno de juego, en la casa de los que nos insultan, nos deprecian, nos ningunean. Con temple, con carácter y con argumento. Vivimos, queramos o no, en un ring, un cuadrilátero. Somos el boxeador más frágil, de menos pegada y peor preparado. Por eso hemos de saber que no tenemos la mandíbula de hierro capaz de encajar una y otra vez golpes. Tragando esos golpes, nos vamos al suelo. Y nos hemos ido al suelo y nos están contando hasta 10 para el KO.

Álvaro fintó, no encajó y, al mismo tiempo, como el buen boxeador, lanzó goles a la contra, aprovechando esa inercia del golpe fallido que da ventaja a quien lo esquiva. Para los menos aficionados al boxeo: no se puede tragar y encajar una y otra vez insultos, indecencias, ataques. No hay mandíbula que lo aguante. No hay actividad que lo resista socialmente. No hay mundo que no termine si acepta ser golpeado una y otra vez. Y mucho menos si la respuesta a esos golpes es la sumisión de quien ya ha aceptado su mediocridad, su ser pequeño, su decadencia.

'Quien normaliza el insulto y el desprecio al toreo no se merece el toreo'

Es lamentable que el taurinismo de hoy, en donde se engloba a ganaderos y toreros, sea tan sumiso. Echando mano de una falsa educación de fondo y formas que sólo es una excusa para no ser retratado como pusilánimes. No todo es el dinero y el contrato. Si un taurino cree que esto es así, que lo diga y nos vamos. Si eso es así, que lo digan claro porque esos toreros y esos toros no interesan, ni nuestras pasiones ni nuestras sensibilidades. No merecen una lucha social por y para ellos. Quien tiene unos derechos y no solo no los ejerce sino que los entrega en bandeja, no tiene derecho a la grandeza del toreo. Quien normaliza el insulto y el desprecio al toreo no se merece el toreo.

Pero no luchamos para ellos, toreros y ganaderos, si lo que prevalece es el metal, la leña. Luchamos para el toreo. Algo que no les pertenece en exclusiva. El toreo pertenece a una forma de vivir, a unos valores no negociables, a un carácter y a una forma de ser de hombres y mujeres orgullosos de sus pasiones, de sus raíces, de su libre albedrío, de su cultura, dueños de su sangre y de sus venas, y únicos dueños de su forma de aplicarlos a la amistad, a las relaciones humanas, a la familia, a los valores de todos. Eso es el toreo y eso no es propiedad de los toreros ni de los ganaderos de ahora. Recordamos lo de Clemenceau: ‘el toreo es algo muy muy grande, como para dejarlo en manos de los taurinos’. Y si alguien le molesta, que se haga un Álvaro Núñez.

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