José Ramón Márquez
Para que se vea que las cosas han cambiado, al frente de Burladero está ahora un doctor, que no es el Doctor Rogelio, faltaría más, sino el Doctor Moncholi, estudioso de las anfractuosidades del alma humana, experto doctor cum laude merced a su tesis doctoral sobre las retransmisiones taurinas de Telemadrid, que por lo visto se ha propuesto, en la nueva singladura de Burladero, tratar de orientar al mundo sobre los vericuetos por los que discurre ese informe magma al que llamamos ‘la afición’.
A tal fin el cum laude estableció una encuesta entre sus lectores para que se pronunciasen sobre cuál sería para ellos la ganadería favorita, en el caso de tener que ponerse frente a un toro.
Dado que en la encuesta no figuraba la vaca de Milka, berrenda en morado, que es la que seleccionaría cualquiera en su sano juicio, no siendo profesional del toreo, pues lógicamente la mayoría de las personas recurrieron a lo más Milka que hay en el muchas veces mal llamado ‘campo bravo’, que es la b... del Cuvillo.
Claro, que qué van a responder los hombres, si les preguntas a unos aficionados, que la mayoría no se habrán puesto en su vida delante de una becerra, y ni siquiera habrán corrido unos encierros con novillos o con toros. ¿Qué otra cosa iban a elegir? Pues dicho así, a bote pronto, los Cuvis, que es lo que elegiría cualquiera que quisiese darse importancia, preservar su cuerpo de la cornada y no pasar miedo.
Ahí debe de estar diferencia esencial entre los que pagan el espectáculo y los que viven de él, que los que responden a la encuesta eligen lo que ven que les puede hacer menos daño en el caso de que les coja. Muy distinta debería ser la cosa si se les preguntase a los toreros, tíos profesionales con horas y horas de entrenamiento. Ahí sí que sería un gran demérito pronunciarse a favor de los inmundos Cuvis. Para eso están los apoderados.
Claro que, puesto que eso era sólo una encuesta que no te obligaba a nada y te permitía fantasear, si yo hubiese respondido a la encuesta del cum laude, en vez de echarme en brazos de la bazofia y quedar como un bragazas, porque esto de elegir a los cuvillejos ya da por sí mismo un paupérrimo retrato del que responde en ese sentido, habría proclamado mi irrenunciable ansia de verme en los carteles de Madrid con seis del Marqués de Saltillo, o de Don Félix Urcola, o de Doña Celsa Fonfrede, viuda de la Concha y Sierra, o de Don Eduardo Miura, o de los hijos de Pablo Romero, o del Duque de Veragua, o mucho mejor aún, frente a seis colorados encendidos de Don José Jijón, de Villarrubia de los Ojos del Guadiana, con divisa azul.
A tal fin el cum laude estableció una encuesta entre sus lectores para que se pronunciasen sobre cuál sería para ellos la ganadería favorita, en el caso de tener que ponerse frente a un toro.
Dado que en la encuesta no figuraba la vaca de Milka, berrenda en morado, que es la que seleccionaría cualquiera en su sano juicio, no siendo profesional del toreo, pues lógicamente la mayoría de las personas recurrieron a lo más Milka que hay en el muchas veces mal llamado ‘campo bravo’, que es la b... del Cuvillo.
Claro, que qué van a responder los hombres, si les preguntas a unos aficionados, que la mayoría no se habrán puesto en su vida delante de una becerra, y ni siquiera habrán corrido unos encierros con novillos o con toros. ¿Qué otra cosa iban a elegir? Pues dicho así, a bote pronto, los Cuvis, que es lo que elegiría cualquiera que quisiese darse importancia, preservar su cuerpo de la cornada y no pasar miedo.
Ahí debe de estar diferencia esencial entre los que pagan el espectáculo y los que viven de él, que los que responden a la encuesta eligen lo que ven que les puede hacer menos daño en el caso de que les coja. Muy distinta debería ser la cosa si se les preguntase a los toreros, tíos profesionales con horas y horas de entrenamiento. Ahí sí que sería un gran demérito pronunciarse a favor de los inmundos Cuvis. Para eso están los apoderados.
Claro que, puesto que eso era sólo una encuesta que no te obligaba a nada y te permitía fantasear, si yo hubiese respondido a la encuesta del cum laude, en vez de echarme en brazos de la bazofia y quedar como un bragazas, porque esto de elegir a los cuvillejos ya da por sí mismo un paupérrimo retrato del que responde en ese sentido, habría proclamado mi irrenunciable ansia de verme en los carteles de Madrid con seis del Marqués de Saltillo, o de Don Félix Urcola, o de Doña Celsa Fonfrede, viuda de la Concha y Sierra, o de Don Eduardo Miura, o de los hijos de Pablo Romero, o del Duque de Veragua, o mucho mejor aún, frente a seis colorados encendidos de Don José Jijón, de Villarrubia de los Ojos del Guadiana, con divisa azul.
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