Alejandro Talavante / Foto: Andrew Moore
Aunque la corrida de Montalvo no fue ni de lejos como la estupenda de Sevilla, los dos artistas no dieron la talla. Solamente Alejandro Talavante logró una estupenda faena en el tercer toro perdiendo una oreja con la espada. El de la Puebla navegó sin rumbo con su primer toro y no quiso ni ver al cuarto tras ordenar que fuera masacrado en varas. El de Córdoba aunque quiso en los dos de su lote, no pudo por demasiado cauteloso. El viento fue la excusa principal de la debacle salvo para Talavante que toreó despreciando a Eolo
14ª de la Feria de San Isidro
Petardo de Morante, desconfiado Finito y bien Talavante
J.A. del Moral
Madrid. Plaza de Las Ventas. Jueves 22 de mayo de 2014. Decimocuarta de feria. Tarde al fin soleada aunque fría y muy ventosa con lleno total.
Cinco toros de Montalvo, muy bien presentados y de vario juego. Blando, apagado, incierto por el lado izquierdo y noble por el lado derecho el primero. Noble aunque pronto agotado el segundo. Muy noble el tercero, sobre todo por el pitón izquierdo. Devuelto inexplicablemente el cuarto, se lidió un agradable sobrero de Núñez del Cuvillo, noble aunque muy a menos. El quinto quedó inédito tras ser masacrado en varas. Bravo en el caballo pero corto en la muleta y muy rajado el sexto.
Finito de Córdoba (azul noche y plata): Dos pinchazos, estocada muy baja y descabello, silencio tras algunos pititos. Pinchazo hondo y cuatro descabellos, silencio,
Morante de la Puebla (azul marino y oro): Pinchazo, media atravesada caidita y once descabellos, aviso y silencio misericordioso. Tres pinchazos a paso de banderillas, corta de parecida guisa, otro hondo igual y descabello, bronca.
Alejandro Talavante (nazareno y oro): Estocada tendida caída accidentalmente recetada y descabello, enorme ovación con amago de vuelta frustrada por los imbéciles de siempre. Debió darla Alejandro. Tres pinchazos y estocada trasera, silencio.
El último gran rescatado no es el de Filipinas sino uno de los mejores intérpretes del toreo que hayamos visto en nuestra vida. Me refiero a don Juan Serrano Pineda, alias Finito de Córdoba. A estas alturas de su ya larga carrera, cercana en años de duración a la del por todo impar Enrique Ponce, después de estar tumbado a la bartola durante muchas campañas con tal o cual incursión puntual a las mejores versiones de su toreo y nunca de manera continuada – si lo hubiera hecho seguro que estaría sentado en algún trono, lleva dos temporadas dando asombrosas pruebas de que se estaba traicionando a sí mismo. La gran faena del año pasado en la feria de El Pilar en Zaragoza y la más reciente que hizo en las pasadas Fallas de Valencia, le habían situado en un lugar de verdadero privilegio. De tal marera, recobrada la propia ilusión y generada la de sus tantas veces decepcionados fieles, ver actualmente a Finito parecía bastante más que jugar al gordo de la lotería y acertar. Lo que pasa es que, llevado de su propio orgullo al creerse clamorosamente resucitado, está lógicamente ansiando que por sus actuaciones le paguen como si hubiera estado toda su vida como ahora está. Eso, por ejemplo más cercano, le ha dejado fuera de la feria de su Córdoba tras más de veinte años consecutivos presente en el coso de Los Califas. Finito hubiera sido proclamado el VI de la saga de haber sido más regular en los triunfos. Ayer, por desgracia, volvió a sus peores andadas-
Finito alternó ayer con dos de los cinco amotinados contra la plaza de la Real Maestranza de Sevilla. Morante de la Puebla y Alejandro Talavante. Morante ya habrá pagado muy buenos dineros por la aparición de su anuncio en los periódicos de tirada nacional con base en Madrid en el que dice que “El arte no tiene miedo”. Pues a ver si es verdad y nos regala alguna de sus maravillosas grandes obras de orfebrería taurina. Una de las que ha diseñado para este año tan pretendidamente especial aunque, por el momento, no le está saliendo como había imaginado. Petardo tras petardo en América, especialmente en las plazas mexicanas de sus apoderados, los frustrados asaltantes al coso del Baratillo. Una vez padecido el desaire con el inútil escudo del G-5 por bandera en monumental metedura de pata, la verdad es que los amotinados están quedando en lo personal como Cagancho en Almagro. Y sobre todo éste burlador sevillano del que el mismísimo Azorín podría haber escrito una pieza teatral mitad pintoresca y mitad estrafalaria.
Y para mediar y cerrar la tarde, nada menos que don Alejadro Talavante, uno de los dos amotinados escoba. Ya veremos si canta toreando porque lo que se dice “cantar” sobre el conflicto es el único de los cinco que no dijo ni todavía ha dicho ni pio y bien que ha hecho por aquello de que en boca cerrada no entran moscas. Pues bien, cantó y de qué manera con el único toro que le valió.
La corrida de ayer por todo lo dicho, tenía un morbazo descomunal aunque menos que la siguiente, la de esta ahora mismo nos ocupa. Segundo llenazo de la feria y, como en la de Ponce, público de gala. Hay que ver cómo cambia el público en Las Ventas según quienes sean los actuantes.
Abrió la tarde un animal muy serio y cuajado. Suelto de salida y de los primeros lances de Finito de Córdoba quien, en medio de varios lances de alivio, pegó tres verónicas excelentes y una media de usía. En varas le pegaron al toro blandear de remos, quedando ostensiblemente apagado. Se pareó correctamente. Y Finito empezó la faena doblándose por bajo comprobando que el burel, además de incierto carecía de fuerza y que tenía un recorrido muy corto. Probó a que le pasara por los dos pitones sin confiarse y prefirió seguir por el mejor lado, el derecho. Poco a poco, a base de consentir y de templar, lo metió en tres redondos con su sello. Otros más sin completar y los finales con fibra y garbo. De pecho y trinchera de olé. Le molestó muchísimo el viento. Por eso no lo sacó fuera de las rayas donde, posiblemente, hubiera embestido mejor. No fue la faena que esperábamos ni mucho menos aunque tuvo chispazos aislados marca de la casa. Con el toro rajado – ya lo había hecho – entró a matar, pinchó feamente y pegó un bajonazo seguido de descabello. Y el público, que le había respetado, empezó a murmurar.
Terciado el cuarto toro comparado con sus hermanos anteriores, pero serio de cara. Corto y huidizo, no se dejó en el capote de Finito. Tampoco llevarlo al caballo. Desconcierto del matador y sus peones. Por fin le pegaron el primer puyazo recargando el burel. Una vez tomado el segundo sin que nadie protestara, el presidente ordenó que lo devolvieran a los corrales. ¿Por qué, porque el sobrero era de Núñez del Cuvillo? Fue colorado, regordío, muy bajo y para nada agresivo. Ni que pintado para que se atreviera Finito. Lanceó en el saludo algo ligerito. La premiosidad del matador no gustó. Pero lo arregló colocando al toro con un recorte a pies juntos. Se picó porque había que hacerlo y cumpliendo el animal. Muy premioso también el tercio de banderillas con el toro galopando bonancible. ¿Será este el que El Fino esperaba en Madrid? Tardó demasiado en intentar darle fiesta Juan Serrano. Primero anduvo en tecnócrata con la derecha y, tras un enganchón, se puso por el lado izquierdo quizá demasiado encima del toro y sin determinación. ¿Por qué, Finito? Con tantas tardanzas, el toro se acabó. No le cogió el ritmo al toro Finito esperándole al citar desde lejos. ¿No quiso o no pudo? Mató de pinchazo hondo y cuatro descabellos.
Morante de la Puebla se hizo presente ante el segundo, negro y acochinado, tras ver como salía suelto y sin obedecer a los primeros capotazos de sus peones. El viento le impidió serenarse hasta que por fin pegó una verónica de las suyas entre otras simplemente apuntadas. Se jalearon todas. Apenas le pegaron en el primer encuentro y se fue al otro lado de la plaza. Morante no quitó pero en la brega para llevarlo al caballo vio como el toro metía la cara por abajo y con dulzura. Tras el breve segundo encuentro quitó Talavante por chicuelinas y media buenas, sin una sola duda. Primeras palmas sonoras de la tarde escuchó el extremeño. Bien los peones en palos. Y más palmas. Había muchas ganas de aplaudir. Muy cerrado y sobre los papelillos de las tardes con viento “pintó” Morante un par de trincherazos que encantaron. Y algo más abierto el animal, dos naturales con la ayuda y un ayudado por alto muy espaciados por el viento que soplaba. El toro muy parado ya y Morante pensándoselo mucho con la derecha hasta cuajar una tanda honda y ligada de esas que saben a gloria. Lástima de viento. Insistente e inspirado a ratitos, intercambió porfías con medios muletazos diestros, poquitos completos y adiós que me voy entre una leve división de opiniones. Sin viento se hubiera atrevido más. Con viento, contradijo su pomposo anuncio en la prensa. El arte sí tuvo miedo. Vaya si lo tuvo. Pinchazo echándose fuera, sablazo atravesado y ¡once¡ descabellos.
Corto pero serio el quinto. No les gustó a los del 7. Y menos cuando Morante hizo el ridículo al intentar lancear como sentado en el estribo y no poder resolver el feo trance al apretarle el toro para dentro con saña. La genialidad acabó en desastre. ¡A quien se le ocurre tocayo¡ El caso fue que, después, el toro no le valió a Morante para nada. Le dieron estopa en varas, pero estopa de verdad en tres puyazos tres y en medio de una bronca. Morante quería que se cargaran al animal y lo consiguió porque uno de sus peones se cayó en la cara del animal y este no hizo nada por él. Ni un amago. Recobrada la normalidad en banderillas, Morante hizo que quería en plan cínico y, al verse impotente, lo mató como malamente pudo. La bronca también fue misericordiosa como el silencio anterior.
El tercer toro, de exactas pinta y pelo al anterior, se puso a escarbar nada más llegar desde toriles al burladero del 7. Distraído también. Fue Talavante en persona quien salió el primero para sujetarlo con varios capotazos y revolera bonita. Peleó con cierto genio en el primer puyazo y salió suelto enseguida. Revolera por detrás de Talavante. Reservón, escarbador, distraído y todo lo que se quiera decir, este animal también metía la cara. Al relance y furioso recibió el apenas señalado segundo puyazo y pronto suelto. Mediocre tercio de banderillas. Al toro se lo llevaron al burladero del 5. Bien hecho. Allí molestaba menos el vendaval. Pero del primer muletazo el toro se fue a los medios. Y allí, en el mismo platillo, Talvante ligó tres naturales y el de pecho con gran firmeza. Otros dos con la derecha saliendo huido el animal y más con las dos manos contra viento y marea. Talavante no tendrá arte, pero valor tiene para hacer 50 toreros. Y temple y capacidad infinitos. Las tandas de naturales que siguieron fueron de padre y muy señor mío. Sensacional Talavante con su izquierda de oro con diamantes. Los toreros donde tienen que hablar es el la plaza, delante del toro, con el capote, con la muleta y con la espada. ¿Verdad, Alejandro? Mató de estocada caída y tendida por hacerle el toro un extraño al cruzar el fielato. Se echó el toro y ese feo espadazo le privó de cortar una importante oreja.
Alejandro se había convertido en la única esperanza de la tarde cuando el sexto saltó al ruedo. Un castaño como los primeros pero más agradable de cara. Talavante se estiró con su capote en el saludo y lidió con el debido orden. Bravo y yendo alegre el toro en varas. Nada en quites. Pronto el burel en banderillas. Muy bien, cumbre Juan José Trujillo en sus dos pares. Talavante, como antes, empezó con la muleta en los medios. Pero el animal se arrancaba pronto para luego quedarse corto. Ello desmereció los naturales que Alejandro quiso dar. Rajado el animal a tablas, el extremeño lo sacó fuera y, tragando lo suyo, volvió a intentar meterlo por el lado izquierdo. Pero el toro volvió a las tablas. Breve intento con la derecha y a matar. Una pena. La tarde acabó así de mal. Rematadamente mal.
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De toros en libertad
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