20 de mayo de 1964, confirmación de alternativa en Las Ventas de Manuel Benítez “El Cordobés”. El país, paralizado con el evento, quedó conmocionado al comprobar cómo el toro de la ceremonia, “Impulsivo”, de Benítez Cubero, hería de gravedad al ídolo de masas de aquel momento. Aun sin matarlo, cortó una oreja.
- "Se ha cumplido el 50 aniversario de su presentación en la plaza de las Ventas, que fue uno de los acontecimientos más importantes en la tauromaquia del siglo XX, y el próximo 9 de mayo se cumplirá el medio siglo de la inauguración de la plaza de los Califas, por lo que pensé que era una fecha muy importante para esta novela. La escribí el verano pasado; en cuestión de dos meses la acabé"
"El Cordobés fue tan
grande que al torear paralizaba el país entero"
En septiembre estrenará en la SER la última de las cinco radionovelas que ha escrito, la dedicada a Manuel Benítez, con motivo del 50 aniversario de su presentación en las Ventas .F. J. CANTADOR
HABLA con el temple sapiencial de quien ha toreado muchas y muchas tardes de radio con naturales palabras. Porque, Alfredo Asensi es historia de la radiodifusión cordobesa, de la radio de toda la vida, de esa en la que se escuchaban esas radionovelas "que hacían que el público necesitara sintonizar una determinada emisora, porque hacía partícipe al oyente". Siempre fue cronista de su época, y lo sigue siendo, precisamente creando radionovelas históricas. Ya va por la quinta, la dedicada a la vida de Manuel Benítez El Cordobés. "Se ha cumplido el 50 aniversario de su presentación en la plaza de las Ventas, que fue uno de los acontecimientos más importantes en la tauromaquia del siglo XX, y el próximo 9 de mayo se cumplirá el medio siglo de la inauguración de la plaza de los Califas, por lo que pensé que era una fecha muy importante para esta novela. La escribí el verano pasado; en cuestión de dos meses la acabé", explica.
-Con El Cordobés son ya cuatro los Califas del toreo que ha novelado para la radio. Todos muy diferentes, ¿verdad?
-Muchísimo. En la época de Lagartijo y El Guerra, porque los podemos unir a ambos, más que torear se trabajaba, como se anunciaba literalmente en los carteles. Dudo que en esa época los toreros le dieran dos capotazos seguidos y dos muletazos al toro. Antes no había petos y una de las suertes era colear cuando el toro ponía en aprietos al picador. El torero que mejor coleara era el que triunfaba. En la época de Machaquito ya había faenas y había competencias; en este caso con Bombita, y ya aparecía el toreo de Belmonte. Entonces el toreo empezó a decantarse un poco hacia el perfil que hoy conocemos. Luego, Manolete fue el que rompió definitivamente toda esa tendencia anterior y el que creó la quietud, la ligazón..., aunque era bastante corto, con el capote tenía unos lances y hacía siempre los mismos, y con la muleta tenía la izquierda y la derecha y sus manoletinas, de ahí no salía. Manolete creó junto a Belmonte las bases del toreo actual. Y por último, el toreo de Manuel Benítez ha sido cómo es él, diferente, basado en el valor, en el tremendismo, pero ojo, toreando, toreando muy bien con la izquierda. Tenía además no sé si un defecto físico en la muñeca izquierda que le permitía doblar la mano más de la cuenta y eso le daba largura a sus naturales.
El Jefe del Estado Español, Francisco Franco,
y Manuel Benítez "El Cordobés"
-Parece que aquello queda muy lejos en una España que suele olvidar pronto a sus mitos
-Valle Inclán le dijo una vez a Juan Belmonte que lo único que le faltaba para ser un mito era morir en el ruedo. El Cordobés sigue vivo, con nosotros y es un mito que rompió por completo la ortodoxia del toreo. Ya cuando era, con todos mis respetos, un vulgar novillero, puso derechos a quienes entonces conformaban el escalafón especial de la tauromaquia, a gente como Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín o Jaime Ostos. Cuando El Cordobés empezó a llenar las plazas algunos se reían y otros empezaron a temerle, porque los empresarios grandes de aquel tiempo, como Pedro Balañá o José Barceló, que eran los que copaban casi todas las plazas, lo empezaban a querer en sus festejos. Siendo aún novillero, ha sido el único torero que el día de la batalla de las flores en Valencia llenaba la plaza dejando apenas sin gente esa batalla. El público encontró en este muchacho y en aquella época, también muy difícil , un ídolo en una persona que fue dejando atrás una vida de pobreza y de miseria.
-Genio y figura
-Sí, genio y figura, porque tuvo personalidad y desparpajo desde un primer momento, como se destaca en la radionovela. Por ejemplo, siendo aún novillero llamó en Linares a la habitación de uno de esos grandes empresarios y desafiante le pidió 50.000 durillos, como él decía, para comprarse un Land Rover, o no toreaba en sus plazas. El empresario en principio se los negó, pero luego se los dio insistiéndole en que ya no lo contrataría más. Benítez le respondió con un bueno, a ver quien llama primero a quien. Al poco tiempo ya lo estaba llamando el empresario, llamada a la que él respondió subiéndose el caché hasta las 350.000 pesetas, algo que no ganaba ninguno de esos matadores del escalafón especial. El empresario acabó tragando porque sabía de su potencial.
-¿Podríamos llamarlo el primero de los toreros modernos?
-Creo que sí. Sí porque en aquel tiempo los únicos que podrían hacer un toreo tremendista, pero muy básico, podían ser Chamaco o El Litri, pero era un tremendismo de cartilla, de abc. Este hombre es que lo que hacía no lo hacía absolutamente nadie. El mismo salto de la rana, que parece que es una tontería, bueno pues tenía su sello y eso a la gente le apasionaba. La mano izquierda, el temple que tenía, únicamente lo ha tenido después el albaceteño Dámaso González. Ese temple con la mano izquierda era el torear bien toreado de un torero que ha sido castigadísimo, con algunas cornadas de extremaunción, como la que recibió en Granada al ponerle a petición popular las banderillas cortas a un novillo que no se prestaba a ello, a pesar de que El Pipo (su entonces apoderado, Rafael Sánchez Ortiz) intentó que lo hiciera otra persona. Luego, reapareció en Valencia y se llevó otro cornalón, más tarde, reapareció en Bilbao y se llevó otro más; pero cornalones que le duraban sólo 15 días. En aquel tiempo las curas eran distintas y sin embargo el tío con esos grandes cornalones seguía toreando.
-¿Qué supuso Manuel Benítez en aquel tiempo para Córdoba?
-Cuando toreaba no sólo se paralizaba Córdoba, sino el país entero. Ante la carencia de televisores, había gente que hacía negocio cuando él toreaba, que cobraba por dejar ver la televisión. Personalmente he presenciado, y lo recreo en la radionovela, cómo en un escaparate de Puente Genil en el que había un televisor en blanco y negro, si la corrida era a las cuatro, a las dos ya estaba la gente pegada en el escaparate; y no exagero cuando digo que hubo quien vendió su puesto a otra persona que lo quería ver desde un mejor lugar. Esto da a entender la gran expectativa que este hombre levantaba. Su fuerza era impresionante.
-¿Con qué pasaje de la vida de El Cordobés se queda?
-Sin duda, abundo mucho en sus comienzos, que fueron muy difíciles. No conoció a sus padres, la hermana tenía a los hermanos pequeños en Palma del Río en el año 1936 con una miseria absoluta sin trabajo y sin nada, por lo que con unos siete u ocho años ya tuvo que buscarse la vida en la rebusca de papas y maíz. Poco después supo lo que era un toro bravo porque rebuscando vio la sombra de uno, lo llamó, el toro salió corriendo y él pensó que el podía ser torero porque el toreo no debía ser tan difícil, se dijo. Yo he hecho un paralelismo entre él y Manolete, por aquello de que es el califa más cercano. Por aquel entonces Manolete iba camino de Linares y el cordobés conoció su primer toro. Es curioso, su vida cambió por una foto que le hicieron tras marcharse a Madrid en una capea en la que toreando a una vaca le soltaron otras tres. Esa foto se la mostró pidiendo trabajo a quien sería su apoderado, El Pipo, que era un lince. Le pidió la foto y él le dijo que no se la daba, lo que le hizo ver a El Pipo que el niño tenía personalidad. Refiriéndose a él, El Pipo decía que no quería figuritas sino un tío al que le da la vaca 40 porrazos y siempre tiene el mismo color de cara. A torear se aprende, insistía. El Cordobés fue El Cordobés hasta que se separó de El Pipo, si no, no hubiera sido El Cordobés; y llegó a ser el grandísimo Cordobés gracias a que se separó de El Pipo.
-Es ya su quinta radionovela, un género radiofónico difícil de encajar en la oferta de hoy en día
-La radio hoy en día es algo totalmente distinto y diferente a la de los 60 o los 70. La radio ha perdido frescura al perder tiempo local y los profesionales se tienen que someten a un pequeño horario con su programación muy constreñida. Antes no había tertulias. La tertulia puede ser importante, pero se ha cargado a la radio romántica y creativa, a la radio en la que caben asuntos como éste. Habría que preguntarse qué es más importante para el oyente, cuatro señores hablando de política durante una o dos horas, o el desarrollo de trabajos como éste que al oyente le fomentan la imaginación y le provocan sensaciones que siempre la radio ha provocado.
-O sea, una radio que implique a las personas
-Eso es. hemos llegado a un punto en el que todas las emisoras a veces parecen la misma, pero con distinta ideología. Una obra de este tipo diferencia e implica a muchísimas personas. Estamos hablando de que necesita un quehacer periodístico impresionante. Para hacer un trabajo de este tipo, aparte de la base dada por los años, tienes que hacer una tarea de documentación y después desarrollarla y aplicarle los códigos de todo trabajo radiofónico: una medida en los textos, en los diálogos, que sea todo inteligible, unas músicas adecuadas a lo que se está diciendo, además de una radiación buena, perfecta. Contamos en esta radionovela de voces muy masculinas con María Esperanza Sánchez, que con una voz maravillosa mece el texto y le da una categoría impresionante. Lo mismo que el oyente no se implica en una tertulia, sí lo hace en proyectos como este. En la radionovela de Manolete fueron 325 cordobeses los que pasaron por la radio, los que vieron por primera vez un estudio, se emocionaron con el tema de la radio, se enamoraron de la radio, fomentaron la radio...En la de Lagartijo, igual. Esta tiene menos personajes, unos cien, pero la movida de gente que quiere participar, aunque sea con sólo dos frases, es impresionante. Todo eso se ha perdido en la radio actual.
-Con este panorama, ¿cómo surgió la idea de proponer la primera de sus radionovelas?
-La primera fue la de Manolete. Coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte, se me encendió la lucecita y dije, voy a hacer una radionovela. Lo hablé con la SER, emisora en la que hacía el programa La Ventana y me dijeron que escribiera dos o tres guiones a ver si Madrid los bendecía, Madrid los bendijo y a partir de ahí se hicieron unos 60 capítulos implicando en la obra a 325 actores. En la confección de la de Manolete empleé aproximadamente un año y para documentarme me compré incluso la colección de las revista El Ruedo de la época. Tuve la enorme fortuna de que el narrador fuera el maestro Matías Prats padre. La de Lagartijo, que narró Primitivo Rojas, me costó menos, y la de Machaquito, que no tuvo narrador sino que los personajes se iban presentando ellos mismos, salió rápida. Y para la de Julio Romero de Torres, se lo pedí a Rafael López Cansino, una voz más que emblemática de la radio cordobesa. Fue su último trabajo y me lo bordó.
-¿Qué personajes destacaría de la radionovela de El Cordobés?
-Es difícil quedarse con sólo unos pocos. Destacaría, entre otros, los de El Pipo y El Cordobés, además de otro personaje que lo he escrito para un amigo al que le encanta la teatralización. Es un personaje creado a su imagen y semejanza porque a el le gusta interpretar un papel en el que tenga que emocionarse, que llorar...muy vehemente. Este personaje es inventado y se apoda Ojos Claros y lo interpreta el exconcejal Antonio Cañadillas. Hay otro personaje también inventado, Cara Rajá. Se trata de personajes típicos en la vida de un torero, porque un torero o tiene un abuelo que está loco por la lidia e inculca ese amor a su nieto o, como es el caso de esta radionovela, un amigo del padre -Ojos Claros- que lo va guiando por ese camino. No obstante, he de decir que prácticamente todo lo que ocurre en la obra ocurrió en realidad.
Se paralizaban todos los que no tenían ni idea, porque
ResponderEliminarEl Cordobés fue un bluff completo.
Si, claro, y así durante doce años mandando en el toreo y convirtiéndose en un personaje universal.
ResponderEliminarDijo Luis Miguel Dominguín que El Cordobés toreaba como el mejor y además una cuarta más cerca del toro. No s epuede engañar a tanta gente durante tanto tiempo, y asegurar con desprecio la trayacetoria y el ipacto de El Cordobés solo obedec a una supina ignorancia o malicioso resentemiento,
Y el periodista taurino Paco Aguado, escribe:
"Benítez, fue infalible en el éxito en los ruedos, sobre la base de un gran valor y de una prodigiosa mano izquierda, y con una arrolladora personalidad que le permitía excentricidades como el "salto de la rana", Benítez supo alcanzar sobradamente esa gigantesca popularidad.
La fiesta de los toros, sumida hasta entonces en uno de los baches de sus eternos dientes de sierra, remontó hasta niveles insospechados. Y el culpable, que paralizaba el país cuando se televisaban sus corridas, copaba también las portadas de las revistas internacionales.
Pero la verdadera dimensión de su fama la dio el hecho de que los escritores Lapierre y Collins aprovecharan años después su historia para escribir uno de sus "best-sellers": "...O llevarás luto por mí".
Greñudo como Los Beatles e irreverente como los rebeldes parisinos del 68, esta especie Mick Jagger ibérico representó en España, como torero y como personaje público, los aires de cambio que ya soplaban en el mundo y que tardaban en atravesar los Pirineos.
Y si triunfó en todas las plazas, incluidas las más duras -cortó un rabo en Sevilla y salió ocho veces a hombros en Madrid-, también se hizo amigo de los Kennedy y pilotó su propia avioneta, tan afín a su personalidad".
Pepe Colmenar.
Voy a tocar un tema que creo de sumo interés, por cuanto de él se hablo mucho en la década de los 60 sin que nadie se pusiera de acuerdo. La afición, la “nueva ola” de aficionados, o lo que podríamos haber llamado por aquellos años “la nueva afición”.
ResponderEliminarComencemos por el principio. Por aquellos años de 1964 y 65 se llegaron a creer que la afición “estaba muerta”, y tuvo que llegar El Cordobés para levantarla. Pues yo no creo tal patraña, aquello fue motivado no por el levantamiento, sino por la desorbitación de la fiesta. Una cosa es levantar y otra muy distinta desorbitar.
¿Podíamos hablar de fiesta aburrida o muerta cuando estaba Ordóñez, Dominguín, Aparicio, Bienvenida, Puerta, Romero, Ostos, Camino…? No, no se podía hablar de muerte de la fiesta. Lo que pasaba es que en esas fechas iban mucha más gente a los toros. Cierto. Pero ¿se iba a ver toros? ¿se iba a ver torear? No. La respuesta ha de ser forzosamente negativa, ateniéndonos a lo que la misma “nueva afición” deseaba.
¿Qué ocurrió? Simplemente que esa “nueva ola” de aficionados, era un público vociferante que no entendía nada de toreo, sino de triunfos. Se iba a ver triunfar, no a ver torear, a apreciar la clase y el conocimiento, la gracia o el arte. Únicamente contaba el valor y las orejas.
Este fue el resultado del levantamiento que produjo un torero melenudo y apasionante, que trastocó las artes del toreo a su gusto y montó en torno a su persona una publicidad inteligente que lo convirtió en mito. Manuel Benítez “El Cordobés” fue figura. Indiscutiblemente. Pero fue figura no porque su toreo se ajustara a las normas de la ortodoxia, ni porque su valor fuera el más temerario, sino porque reunió en su persona todas aquellas cualidades que necesita un torero para triunfar masivamente por medio de sus indudables genialidades.
Hubiese sido bochornoso para la fiesta que aquella situación de un torero “tremendista” que inauguró “Huracán” Benítez -como algún crítico muy bien recompensado lo tituló- fue menor. Y lo fue gracias a la tremenda valentía de Diego Puerta, al arte sublime de Curro Romero, a la casta de Jaime Ostos, a la ciencia de Paco Camino, a la grandeza de Antonio Ordóñez, al señorío de Antonio Bienvenida. No sólo eran valientes los unos, artistas los otros, reunían las dos cualidades juntas, una en más y otra en menos grado. Sus nombres eran garantía de TOREO, con mayúsculas.
Diego Barceló
P. D. Junto a los toreros reseñados en este comentario no podemos olvidar otros nombres de esa época. Como Manolo Vázquez, Antoñete, Miguel Báez "Litri", Gregorio Sánchez, César y
Curro Girón, Pedro Martínez “Pedrés”, Rafael de Paula, El Viti, Fermín Murillo, Juan García “Mondeño”, Antonio Borrero “Chamaco”, Andrés Vázquez, Dámaso González, Miguelin, Palomo Linares, José Fuentes…