Feria “Señor del Buen Suceso” se cerró con broche de oro y la pasión encendida
Manolo Espinosa “El Ciclón”
Esta segunda corrida y cierre de la feria “Señor del Buen Suceso” fue un desborde de emociones y pasiones que encendieron totalmente la plaza. La cordura se había extraviado en cualquier lugar y no hacía falta su presencia, porque era mejor existir esos cortos instantes de esa locura que produce felicidad, a una realidad rígida, mecánica y vacía. Tarde en que se desataron los espíritus y las gargantas de miles aficionados, desvanecían su voz gritando con el estruendo de mar agitado al estrellarse en los riscos, remeciendo los cimientos del teatro en el que se desarrolló la obra con los inspirados del Olimpo.
Lo clásico y el tremendismo se juntaron como hermanos y tomados de la mano caminaron hasta mixturarse convirtiéndose en óleos y acuarelas para plasmar la obra cumbre, en el lienzo del tiempo que se abría, en la hora cuando el sol de forma perpendicular caía en el albero. Dos escuelas diferentes, tres toreros, tres personalidades pero un solo sentimiento, el de la fiesta, que bulle cual masa ígnea en busca de exteriorizar su fuerza.
Los espectadores, casi llenaron la plaza como el día anterior, y digo casi, porque muchos aficionados acostumbrados al horario habitual de las 5 de la tarde, no se fijaron que se anunciaba el festejo al medio día. Y también nos preguntamos, el por qué de ese cambió que confundió a muchos que llegaron a la plaza luego de terminada la corrida. No obstante, el ingreso registrado fue importante, como importante fue la corrida de esa tarde.
Juan Serrano “Finito de Córdoba, se hizo cargo de un lote desigual: “Arrogante y “Torcedor”. El uno de “Campo Bravo” y el otro del “Pinar”. En su primero buen toro, nos deleitó con su recital al tomar la capa con delicadeza y realizar un manojo de verónicas de su repertorio: con clase y suavidad, como quien desgaja una flor pétalo a pétalo, sin ajar su frágil textura y el toro a gusto por este tratamiento. Abrió el cofre de esencias con la muleta y le hecho clase en cada trazo ejecutado, dictando cátedra del buen toreo alargándose en cada pase, llevando bien toreado al de “Campo Bravo”, que se subyugó al movimiento tentador de su muleta que lo paseaba de aquí para allá en tono amigable. Fue la eclosión del arte que cual polen se esparció al viento, mientras en los tendidos arreciaban reiterados suspiros. Con la espada no estuvo eficaz, sin embargo la ovación fue atronadora. En el segundo que no mostro bondades, el diestro puso énfasis en un toreo inteligente de dominio y técnica, administrando la lidia que correspondía despachando de inmediato a su enemigo. Pitos al toro.
Juan José Padilla, “El Ciclón de Jerez”, puso en libertad al león que lleva adentro y estuvo a punto de “comerse” a sus antagonistas, comenzando por los pitones con los que jugó toda la tarde, desafiando peligros pero deleitándose con ellos. Su lote: “Eclipse” y “Topacio”, de “Campo Bravo” y “El Pinar”. Al primero el mejor toro de la tarde y feria, lo recibió con rodilla en tierra en una larga cambiada que arrancó de inmediato fuertes óles, siguiendo con verónicas entonadas y un quite por faroles que calaron los tendidos. Cubrió el segundo tercio con espectacularidad que el respetable le respondió con fuerte ovación. Aprovechando la nobleza y calidad de la res, estructuró una faena con varias series de derechazos, incluidos circulares y pases accesorios que encendieron de emoción a la concurrencia. Se había ganado al público que celebraba cada gesto del torero. Desplantes desafiando al toro cuando se escuchó las voces de indulto por la gran mayoría de la concurrencia, que fueron insistentes pero la presidencia había puesto tapones a sus oídos. Entró a matar dejando una estocada defectuosa, pero que no le privó de llevarse una oreja. En el segundo toro que no reunía condiciones, de igual forma se entregó íntegro, sin regatear nada y en esta ocasión con estoicismo porque el astado entrañaba mucho peligro. Padilla demostró que las cornadas no le merman a quien de verdad tiene afición. En todo agradó al soberano que exhibió los pañuelos blancos pidiendo la oreja que fue concedida.
El diestro Guillermo Albán se entendió con “Sombrío” y “Fandango” del hierro de “Campo Bravo” que por desgracia no dieron buen juego. El primero porque se apagó pronto y el segundo que por su bravura se estrelló en dos ocasiones en un burladero, acusando cierta desarticulación en sus movimientos. Saludo capotero por delantales ceñidos y remate; con la muleta algunas series de derechazos que fueron aplaudidos, Intentó ensayar naturales pero le fue imposible, entró a matar con efectividad, aplausos. En el último de la tarde y noche, con gran voluntad realizó su labor con la capa, pasando a la muleta con trasteo por bajo y luego al toreo fundamental con poca conexión con en el público. Despachó sin mayor problema. Aplausos.
Con esta corrida concluyó esta magnífica pero corta feria, que se la esperó con ansiedad: con el corte de apenas dos orejas, lo mismo que la tarde anterior, pero lo mas sobresaliente, el contenido de ella, consiguiendo un éxito artístico y un público totalmente satisfecho.
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