la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 15 de julio de 2016

La Muerte de un Torero! / por William Cárdenas Rubio



"...La muerte del torero es la muerte del valiente, del inteligente, del soñador, del hombre generalmente joven, del diestro, del sacerdote escogido para celebrar este maravilloso rito y representación, que nos retrotrae a los tiempos en los que desde los orígenes mas remotos del hombre, éste se ha enfrentado al toro, es decir a la naturaleza..."

La Muerte de un Torero!

William Cárdenas Rubio
Presidente AIT
Escribo desde el dolor que produjo a toda la familia taurina, aficionados y profesionales, ver en directo la muerte de Víctor Barrio el pasado 9 de junio, herido fatalmente por un toro de Los Maños, durante una corrida celebrada durante la Feria del Ángel de Teruel.

Cuando muere un torero en la plaza, muere una parte de la humanidad. Manolo Martínez, el más grande de los toreros mexicanos de los últimos 50 años, sostenía: “La Tauromaquia es un rito ancestral que representa la eterna lucha del hombre con la naturaleza, en el que el hombre representa a la humanidad y el toro representa a la naturaleza”.

En la mayor parte de los casos vence el torero al imponer las virtudes que encarna el ser humano como ser superior de las especies, dotado de una gran inteligencia, lo que le permite librar a su favor esta desigual lucha, en la que vence a un animal caracterizado por ser uno de los mas fieros del universo. 

Esto le da un carácter simbólico a la confrontación, pues el toro ha sido para muchas culturas durante toda la historia, sinónimo de fuerza, poder, fertilidad, nobleza y bravura. Tanto es así que su imagen se ha mitificado, pintado, esculpido e incluso idolatrado como objeto de culto.

Pero hay algunas ocasiones en las que vence el toro. Y cuando esto ocurre es la humanidad la que resulta vencida por la naturaleza, como ha ocurrido en infinidad de situaciones. Con ello, la naturaleza nos recuerda que somos falibles y que aunque seamos seres dotados de extraordinarias virtudes, ella, la naturaleza es más fuerte y poderosa.

La muerte del torero es la muerte del valiente, del inteligente, del soñador, del hombre generalmente joven, del diestro, del sacerdote escogido para celebrar este maravilloso rito y representación, que nos retrotrae a los tiempos en los que desde los orígenes mas remotos del hombre, éste se ha enfrentado al toro, es decir a la naturaleza.

Esto lo entendían perfectamente las sociedades que nos han precedido, y la muerte del torero causaba en ellas estados de tristeza y melancolía que era la consecuencia de haber perdido uno de los mejores. Pero si además quien moría era una de las figuras del momento, las manifestaciones de dolor y postración alcanzaban niveles de auténtica conmoción y luto social, que en algunos casos se convertían en estados de depresión colectiva, que sólo encuentran explicación en los textos de psicología social.

La muerte entre otros, de Pepe Hillo, Manuel Granero, José Gómez Ortega “Joselito”, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, y más recientemente la de Francisco Rivera “Paquirri”, causaron auténticos acontecimientos, en los que el dolor se extendió por el tejido social con especial intensidad, porque la sociedad entendía que perdía uno de sus héroes mas representativos.

La historia de la Tauromaquia esta llena de estampas de estos hombres que entregan su vida por sus sueños en el ejercicio de su profesión, lo que la ha engrandecido y ha hecho única entre las artes. Y a veces el destino nos repite esta desagradable sorpresa, como para recordarnos que este sacrificio tiene un costo altísimo en el que los que lo recrean pueden perder todo, incluso su propia vida.

Hoy estas modernas sociedades urbanitas, mas avanzadas, especialmente en la ciencia, la medicina, las tecnologías y las comunicaciones, en las que la muerte de un torero se pudo ver en directo, nos han convertido, inexplicablemente, en sociedades más insensibles, que no llegan a entender la profundidad del drama taurino, que se repite una y otra vez en las plazas de toros. Es esta la “sociedad del conocimiento”, con un océano de extensión, pero con un centímetro de profundidad, que no ahonda en las raíces de nuestras culturas para su mejor comprensión. Son los costos del progreso y la Tauromaquia, con sus anclajes milenarios, no ha podido escapar a ellos.

En esta ocasión, ya no sólo el impacto no es el mismo. Es que como hemos visto, se ha permitido el crecimiento de una corriente del pensamiento en el que se aloja una parte de la sociedad, que lejos de interesarse en las profundas raíces y misterios de la Tauromaquia, se emplaza en la defensa de los animales, al extremo de llegar a producir auténticos monstruos que celebran la muerte del Torero!! y lo que aumenta aún mas nuestro dolor, insultan, vejan e injurian a su viuda, familiares y amigos.

La responsabilidad de haberlo permitido está en quienes desde el ejercicio de sus más altas responsabilidades políticas, no han asimilado que la Tauromaquia es una representación que trasciende cualquiera de las Bellas Artes y forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial más profundo de nuestras sociedades. Ellos son los que tienen que actuar de inmediato en defensa de la Tauromaquia y contra aquellos delincuentes sociales.

También en América, dónde la Tauromaquia está profundamente arraigada, se ha sufrido en los dos meses recientes, la muerte de dos toreros, Renato Motta en el Perú y Rodolfo Rodríguez “El Pana” en México. El primero pletórico de juventud, el segundo plena madurez. Ha sido su contribución a nuestra historia eterna. Ellos han pagado con su sangre el costo de esta noble y profunda representación.

Por ello es a los toreros a los que les han dedicado obras los escritores, poemas excelsos los poetas, pinturas célebres los pintores, esculturas maravillosas los escultores, óperas y piezas bellísimas los músicos y compositores, dramas singulares los actores y profundos estudios los tratadistas. Por esto es cultura con letras mayúsculas, por si alguien lo dudara. No ha ocurrido lo mismo con deportistas o artistas de otras disciplinas, ni con informáticos o cibernautas por más grande que haya sido su aporte al mundo de la sociedad de la información; a estos, eso sí, se les ha compensado con cifras incalculables, que parece que es lo que importa en este mundo nuevo.

La Muerte de un Torero es algo más que la muerte de un ser humano, es la muerte de un trozo de nuestra Tauromaquia, pero también es la muerte de un digno representante de nuestra humanidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario