En mi modesta opinión, la gran faena de Talavante al segundo toro de Zalduendo fue por ahora la mejor que hemos visto en esta feria. Por eso quiero decir que el palco le robó al extremeño salir a hombros de la plaza. Mientras que Roca Rey tampoco pudo ser aupado al final del festejo porque el Reglamento del País Vasco exige que para salir a hombros en cualquiera de sus plazas hay que cortar al menos las dos orejas de un mismo toro.
3ª de la Semana Grande de San Sebastián. Otra conquista más de Roca Rey y gran faena de Talavante
J.A. del Moral . 16/08/2016
San Sebastián. Plaza de Illumbe. Lunes 15 de agosto de 2016. Tarde bochornosa que acabó en tormenta nada más finalizar el festejo. Y casi lleno en los tendidos.
Seis toros de Zalduendo, magníficamente presentados y muy armados. Resultaron nobles en distintos grados de fuerza, escasa en general. El primero embistió con clase por el pitón derecho que no por el izquierdo. El segundo fue el que dio mejor juego del envío, excelente por los dos lados. Muy franco también el tercero. Casi inviable por su invalidez el cuarto. Ruinoso por lo mismo el quinto que solamente embistió al final de la faena gracias a la pericia del quien lo mató. Y manejable sin clase el sexto que pareció reponerse de su escasa fuerza, también gracias a quien lo mató.
Sebastián Castella (marino y oro): Pinchazo, otro hondo y descabello, gran ovación con saludos. Dos pinchazos y estocada atravesada caída, silencio.
Alejandro Talavante (corinto y oro): Buena estocada, oreja, fortísima petición de la segunda y bronca al palco tras pasear el trofeo el matador. Dos pinchazos y descabello, gran ovación.
Andrés Roca Rey (azul noche y oro): Estoconazo, oreja fuerte petición de otra con otra bronca al palco por no conceder la segunda. Estoconazo, oreja.
Destacaron en banderillas Juan José Trujillo, Julio López, José Chacón y Juan José Domínguez. Los de a caballo simularon la suerte de varas por la debilidad del ganado.
Seguro que habrá quienes sumen las orejas que se cortaron, una de cada toro de su lote Andrés Roca Rey, y otra Alejandro Talavante. O sea, tres. Pero se debieron otorgar más porque, tanto al extremeño como al peruano, la mayoría de los espectadores pidió clamorosamente los segundos apéndices de los toros segundo y tercero y no lo consiguieron. Y ¿por qué? Pues por la deleznable arbitrariedad del señor que preside actualmente las corridas en la plaza de Illumbe que, por lo que vimos antier y ayer mismo, tiene dos varas distintas de medir. La oreja que le concedió a José Tomás del sexto toro de Garcigrande fue otorgada por una labor bastante desigual aunque terminó francamente bien a última hora. Pero no con la espada. Pinchazo y estocada caída. ¿Entonces?…
En mi modesta opinión, la gran faena de Talavante al segundo toro de Zalduendo fue por ahora la mejor que hemos visto en esta feria. Por eso quiero decir que el palco le robó al extremeño salir a hombros de la plaza. Mientras que Roca Rey tampoco pudo ser aupado al final del festejo porque el Reglamento del País Vasco exige que para salir a hombros en cualquiera de sus plazas hay que cortar al menos las dos orejas de un mismo toro. Una gilipollez que también exigen otros reglamentos autonómicos. Pero no en la tenida como primera plaza del mundo, la de Madrid, en la que basta sumar una y una para lograr el máximo honor.
Señores, las salidas a hombros deberían producirse a cuenta del desbordado entusiasmo del público y no por lo que han dictado los políticos de esta democracia que padecemos en la que últimamente están haciendo el ridículo y posiblemente – Dios nos libre de ello – dejando a España y a los españoles otra vez en la ruina…
Y en cuanto a las decisiones presidenciales ya sabemos que los hay de todas clases y colores. Si el señor que ahora preside las corridas en San Sebastián se deja llevar por sus preferencias personales o por qué sabe quién o por qué razones, pues muy mal. Rematadamente mal.
Afortunadamente, del resultado de las corridas de toros se guarda más larga memoria por los hechos que por los premios y no digamos por los dichos. Porque hay que ver qué cosas se han escrito y dicho sobre José Tomás… Hombre, si hasta su regularcilla tarde donostiarra la han sacado en los telediarios. Y las faenas bastantes mejores que la suya, casi nunca. En la portada del Diario Vasco de ayer, quien salía a toda plana en la portada fue José Tomás. Y para El Juli, la portadilla del cuadernillo interior. Pero hombre, por Dios…
Decíamos que muchas grandes faenas han pasado a la historia sin orejas cortadas o insuficientemente premiadas. Y de esta tercera de feria donostiarra que vimos ayer, pasado el tiempo nos acordaremos de la faena que hizo Alejandro Talavante al segundo toro y de la gran tarde que dio como en todas partes en esta impresionante temporada de su debut en tantísimas plazas, el todavía muy joven Andrés Roca Rey para mayor gloria del taurinismo peruano – más concretamente el limeño – y de todo el orbe taurómaco mundial porque, sencillamente dicho, este niño está llamado a ser un figurón del toreo. Como Roca Rey hace décadas que no había salido ninguno. Vamos que, desde Enrique Ponce, ninguno más por el momento. Y mira que los hay buenos y hasta buenísimos toreros en la actual cúpula de la torería.
Lo que ocurre con Roca Rey es que es uno de esos seres privilegiados que han nacido tocados por la varita mágica y, en su caso, por un ramillete de varitas perfectamente combinadas. La del valor, la de la inteligencia que sin lo primero es imposible lo segundo, por la destreza que desemboca en su capacidad de resolver cualquier contingencia, el más preclaro de los dones como indiscutiblemente lo es el temple, y un poder hacerlo todo, hasta las locuras – ya he dicho varias veces que es lo único que me preocupa de Andrés -, desde una seguridad en sí mismo y una calma tan naturales como pocas veces hemos visto en nuestra vida. ¿O no?
Porque ayer, como en tantas y tantas corridas que lleva ya coleccionadas esta temporada, lo inaudito es que le da igual ocho que ochenta. Roca Rey podrá gustar más o menos porque, para gustos, los colores. Pero lo que nadie puede dudar es que saca partido brillante y emocionantísimo de toda clase de animales. Sean como sean. A los bravos, a los mansos, a los encastados, a los desrazados, a los fuertes, a los débiles, incluso a los peligrosos y, no digamos, a los nobles y duraderos.
Pero ya que hablo de la duración de las reses en su lidia, también he de afirmar que Roca Rey se inventa viajes que parecen imposibles. Vamos, que saca petróleo hasta de los pozos secos.
No fue el caso ayer con los dos de Zalduendo de su lote, o al menos no lo fue de manera radical aunque sí en momentos a lo largo de la lidia y en las faenas de muleta porque, siendo ambos muy nobles, por carecer de fuerza que fue, en mayor o menor grado, el único defecto de la corrida, se defendieron por arriba o se frenaron repentinamente, poniendo en serios apuros al matador, tal cual ocurrió en la cogida que sufrió mientras muleteaba apurando los límites al sexto y último del festejo. Se agarró como una fiera al pitón criminal con tanta fuerza como pericia y se hizo el quite a si mismo con la velocidad de un rayo. Esto mismo le pasó en la feria de Sevilla. Y es que Roca Rey halla continuamente recursos de todas clases y colores. Tanto con el capote como con la muleta. Los recibos y los quites del limeño siempre son imprevisibles y casi siempre distintos. Y las feanas de muleta también. Sobre todo con esos toros que parecen difíciles de solucionarles embestidas de cualquier clase y condición.
De los de ayer, fue bastante mejor el tercero que el sexto. Por eso su primera faena tuvo muchos momentos de limpio clasicismo sobre ambas manos – toreó formalmente muy despacio y con relajo – y de otros en los que cabían esos muletazos cambiados por detrás o por delante que también son santo y seña del quehacer del limeño. A la par sorpresas y hallazgos inesperados por el público que contempla esta buena nueva con caras de asombro y de indisimulable admiración. Y por si faltaba algo, la espada. Roca Rey es ahora mismo uno de los matadores más certeros y efectivos del escalafón. De dos estoconazos murieron sus dos toros de ayer y la rapidez con que doblaron, provocó ese entusiasmo que depara este nuevo e imparable matador entre el miedo y la alegría, entre la emoción y la satisfacción, entre la envidia y la admiración…. Que Dios nos lo conserve muchos años y que uno lo vea… Porque si con 19 abriles es como es, hasta miedo da pensar en cómo será cuando cumpla los 25…
Y vamos con Alejandro Talavante. El Alejandro Magno del toreo actual. La naturalidad, la desenvoltura, la finura, la madura frescura, la inventiva que además de sorprender resulta insultante por su fácil rotundidad, el despacioso temple, la elegante firmeza y la relajada creatividad son las principales virtudes de este extremeño que, de haber vivido en los años del descubrimiento de América, seguro que hubiera sido uno de los más estimulantes soldados dispuestos a vivir la experiencia más grande que vieron los siglos y saber luego contarla con toda clase de matices…
Todo esto fue el continente básico del sensacional contenido de la ya glorificada gran faena de Talavante al precioso y muy noble segundo toro de Zalduendo. Y ¿qué más dará que le robaran la segunda oreja? La que paseó en clamorosa vuelta al ruedo, feliz como un niño con un juguete nuevo en sus manos, la dio ajeno a la estúpida cicatería presidencial. Seguro que el usía estará orgulloso de ser tan exigente…¡Váyase a su casa y no tema soñar con su vergonzosa vara de medir. Los hay que nunca tendrán remedio!
Casi nada pudo hacer para bien Talavante con el siguiente toro de su lote que, desde luego, para nada cumplió el famoso refrán de no hay quinto malo. Este lo fue aunque muy al final de los hasta ese momento baldíos intentos muleteros. Alejandro logró sacarle un par de rondas con la derecha francamente meritorias.
Pero quien ayer logró torear al fin con gusto y, esta vez con alma que cuasi había perdido, fue Sebastián Castella con la muleta ante el toro que abrió plaza. Estupendo por el lado derecho y malicioso por el izquierdo. Centrado y muy templado por redondos largos y mandones además de aterciopelados lo toreó Sebastián. Intenso el francés de Beziers hasta que el toro dijo hasta aquí he llegado. Perdió una posible oreja por fallar a espadas.
Con el veleto cuarto, sin apenas fuerza y huidizo de salida, no terminó de hallarse a gusto Sebastián. Prendido el animal con alfileres y al borde mismo de las caídas, Castella lo maltrató. Y es que no fue un toro para atacar sino de cuidar. Más de acompañar que de forzarlo. Se tumbó sobre la arena. Inevitable.Y una vez levantado, el francés se puso pesadísimo en su torpe intención de seguir y seguir… Vamos lo de tantas veces cuando lo que había que hacer era matarlo de una vez. Lo consiguió a la tercera de fea agresión. Ni una palma, ni un silbido. Silencio sepulcral.
Finalmente comentar sobre el capítulo de los brindis a la Infanta Elena que asistió al festejo acompañada por sus hijos en un palquillo del callejón, los tres muy buenos aficionados, que cuando Castella le brindó su primera faena, Talavante la del segundo toro y Roca Rey la del sexto, unos pocos desalmados pitaron hasta ser acallados por las fuertes palmas de la mayoría que, por cierto casi llenó los graderíos. Sería mejor que dejaran de venir a la plaza. Esta clase de gentuza lo que único que sabe hacer es molestar.
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