"...Y quiso Dios que el mal sueño, el mal sueño infernal que habíamos padecido toreros y espectadores – no quiero ni imaginar cómo estarían el ganadero y los responsables de la organización con Pablo Chopera y Javier Aresti a la cabeza – terminara con un trozo de cielo..."
Un gran José Garrido salva una debacle de Fuente Ymbro con el único buen toro de la tarde.
Bilbao. Plaza de Vista Alegre. Sábado 27 de agosto de 2016. Octava de feria. Tarde nublada y medio calurosa con media entrada.
Siete toros de Fuente Ymbro incluido el sobrero que reemplazó al sexto, devuelto por su manifiesta invalidez. Bien presentados y, salvo el citado sobrero que resultó muy noble por los dos lados, los restantes resultaron descastados, sosos, faltos de fuerza y en su mayoría muy deslucidos, salvándose brevemente el segundo.
Sebastián Castella (azul noche y oro): Media estocada tendida y dos descabellos, silencio. Pinchazo e infamante sartenazo, pitos a ambos contendientes.
Miguel Ángel Perera (turmalina y oro): Estocada, ovación. Estocada, palmas.
José Garrido (marino y oro): Pinchazo hondo y descabello, gran ovación. Gran estocada, aviso y dos orejas. Salió a hombros.
Destacó en banderillas Curro Javier muy por encima de sus compañeros.
La penúltima corrida tuvo dos capítulos. Solamente dos. Uno largo y desesperante. Y otro corto, maravilloso. En el primero cupieron cinco toros. Mejor dicho, casi los seis porque el sexto fue devuelto a los corrales por inválido y la imprevisibilidad del toreo, la incertidumbre que acompaña a todas las corridas de toros, nos regaló la agradable sorpresa de un sobrero con tantas posibilidades de lucimiento como si los horribles cinco anteriores no se hubieran lidiado. El sobrero fue otro toro de Fuente Ymbro, como toda la corrida, salvaba por la campana de un desastre inapelable de la ganadería tenida como una de las más encastadas de entre las más habituales en casi todas las grandes ferias.
Lo anterior había acontecido como un mal sueño. Un sueño de esos que, al despertar, te llevas una alegría inmensa porque, al fin y al cabo, solo ha sido un mal sueño. Pero había sido algo tan real como la vida misma. El petardo ganadero del siempre entusiasta Ricardo Gallardo había sido como para quitarse de en medio. Imagino su tremendo disgusto. Las ganas de desaparecer del mapa. Tremendo. Pero como siempre sucede, Dios aprieta pero nunca ahoga…
En el mal sueño vimos como Miguel Ángel Perera, Sebastián Castella y José Garrido luchaban desesperadamente en su intención de arreglar el fiasco como fuera. Únicamente Perera y uno de sus peones consiguieron dos momentos felices. Pero duraron muy poco. Los dos magníficos pares de banderillas a cargo de Curro Javier y apenas tres estupendas tandas con la derecha por largos y templados redondos a cargo de Perera en su faena de muleta. Y, de seguido, el bajón del animal. Pero aún quedaban cuatro…
Todo fue catastrófico hasta que salió el sobrero que reemplazó al sexto. Durante los minutos que trascurrieron en la devolución del inválido animal, muchos pensamos en que lo más conveniente hubiera sido soltar al segundo sobrero, de Puerto de San Lorenzo, en vez de otro de Fuente Ymbro. Y es que la tarde se había resumido en un inmenso mar de decepciones. A ver si esto mejora con el cambio de ganadería. A ver…
Y quiso Dios que el mal sueño, el mal sueño infernal que habíamos padecido toreros y espectadores – no quiero ni imaginar cómo estarían el ganadero y los responsables de la organización con Pablo Chopera y Javier Aresti a la cabeza – terminara con un trozo de cielo.
Dicen y dicen bien, que para que un torero cuaje en figura se deben juntar en su sola persona varias condiciones: Valor auténtico e inmenso; la inteligencia que precisamente permite que funcione la cabeza como un reloj de alta precisión; la destreza en el manejo de los engaños; el don del temple que es el arma fundamental para que las obras sucedan limpias y para que los toros mejoren o conserven su bondad si es que la llevan dentro; la perseverancia contra cualquier contingencia por dura que sea; la distinción de lo que conocemos como personalidad o lo que denominamos arte…y la suerte. La suerte también.
Dios se la regala a los elegidos. A muchos les parece algo injusto. No digamos a los que fracasan y no llegan. Pero así es.
Uno de estos tocados por la varita mágica es José Garrido. Todo lo dicho parece que se va cuajando en su persona. Ayer se juntaron todos los planetas para que volviera a llegarle la dicha solo 24 horas después de vivir y disfrutar de su gran triunfo de su tarde anterior. A este penúltimo triunfo solamente le faltó poder salir a hombros. Lo impidió don Matias…
Pero lo que son las cosas… Ayer almorcé en el siempre agradabilísimo almuerzo que se celebra todos los años y antes de cada corrida en la enfermería de la plaza de Vista Alegre y ¿saben quien asistió? Don Matías. Tuvimos oportunidad de charlar. Brevemente, eso sí. Porque estuvo muy callado y apenas pronunció unas breves frases. Escuchó muy complaciente a cuanto dijimos los presentes con José Luis Bourio como maestro de ceremonias. Qué gran persona y qué gran medico es Joselu.
La más oportuna frase del polémico presidente fue contestarme a mí cuando le dije: Matias, eres un gran aficionado pero en las concesiones de trofeos eres un arbitrario, sectario e insufrible. Premias más a los que te gustan que a los que no te agradan. Y Matías contestó:Todos podemos equivocarnos y yo también…
Llegado el momento de premiar a José Garrido tras su gran faena y su gran estocada frente al sobrero con la gente encantadamente loca y todos sus pañuelos blancos agitados y reagitados al viento entre voces de entusiasmo y de colectivo ruego a don Matías para que no cometiera la imperdonable injusticia de la tarde del viernes, su señoría saco a la vez los dos suyos. Vaya hombre, ya era hora…Una estupenda manera de pedir perdón. ¡Aleluya¡
Y a José Garrido se lo llevaron en volandas por la Puerta Grande. Ya tenemos triunfador de la feria. ¿O no? Veremos lo que pasa hoy.
P/D.- En el almuerzo de la enfermería, supe que el bajón físico y metal de López Simón fue tal cual dice el parte facultativo y que se debió a la presión que le produjeron los pitos del público durante el paseíllo.
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