Joan Mir celebra su título de Moto3 este domingo en Phillip Island. PAUL CROCKAFP-PHOTO |
Vence en Australia en otra carrera bajo la lluvia y se convierte en el decimonoveno campeón del mundo español
Para hablar con Joan Mir ya hay que mirar hacia arriba. Alto es él, con sus 1,78 metros y subiendo, rareza en el Mundial, que le proyectan con un estilo diferente al resto. Altas son sus expectativas: MotoGP le espera en un par de años, posible relevo de Dani Pedrosa o Jorge Lorenzo, después de proclamarse este domingo campeón del mundo de Moto3.
A sus 20 años se convirtió en el decimotercer español de la Historia en dominar la cilindrada más modesta y en el decimonoveno en conseguir un título en una carrera en Phillip Island que fue examen. Porque la exagerada ventaja que Mir acumuló hasta la gira de Asia y Oceanía se había convertido en un tormento y esta vez sí supo cómo gestionarla. Al contrario que la semana anterior en Japón, cuando la lluvia y los nervios, le agarrotaron hasta acabar decimoséptimo, este domingo en Australia Mir hizo lo que debía hacer en cada momento.
En el primer aviso de agua, apenas unas gotas, se cobijó en un numeroso grupo y, en el segundo, ya una tromba, se colocó en cabeza por si ocurría lo que ocurrió. El cielo se abrió con violencia cuando faltaban siete vueltas para al final y los comisionarios se vieron obligados a sacar la bandera roja: prueba finalizada antes de tiempo y Mir, inteligente, ganador. La victoria, novena de la temporada, ya a una del récord de Marc Márquez en la categoría, le permitió celebrar sin necesitar la calculadora. Con su éxito, el puesto de Romano Fenati, su adversario, sexto, ya era indiferente.
Tras unos segundos de alegría contenida -"Iba calculando si ya sabían cumplido dos tercios de la carrera", admitió luego-, Mir se encontró en la pista con su padre y sus entrenadores y empezó un festejo a su estilo. Tranquilo, cariñoso, lloró sobre los hombros de los suyos, se colocó una camiseta y un casco conmemorativo y se dirigió al podio como si nada. Su única rareza fue colocarse una serpiente de goma sobre los hombros, una broma interna.
"En el pre-evento de este Gran Premio, Dorna, la organización, hizo que me pusieran una serpiente encima y, como no es mi animal favorito, le tengo mucho respeto, casi se la tiro a la cabeza", explicó el mallorquín, de 20 años, que renunció a los patines de la tienda de sus padres en Palma para, de beca a beca, hacerse un hueco en el motociclismo. Formado en la escuela de Chicho Lorenzo, padre de Jorge, le fue complicado entrar en la Red Bull Rookies Cup, pero desde entonces su carrera ya es progresiva.
"La verdad es que no tengo palabras. Tengo la sensación que he luchado muchísimo para conseguir esto y que si empiezo a agradecer a gente no acabo. En realidad es una sensación super buena", dijo aupado ya a referente de la nueva generación del motociclismo español.
De los tiempos de los 'menudos', como Pedrosa o Marc Márquez, a su altura, más parecida a la de Álex Rins, con la que está encantado. De niño tardó en crecer e incluso tuvo que escuchar que tendría problemas para llevar una moto grande. Ahora los médicos aseguran que aún adquirirá unos cuantos centímetros de más. «Soy de los más altos, pero ahí está Valentino ¿no?», dice y tiene razón. Para hablar con él hay que mirar hacia arriba.
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