la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 6 de abril de 2019

El heredero del arte de Juan Mora / por GONZALO I. BIENVENIDA


El maestro Juan Mora enseña a su sobrino Alejandro los secretos del toreo a la verónica en su casa de Las Rozas (Madrid). ÁNGEL NAVARRETE

Alejandro Mora sigue la luz de su tío y maestro por la senda del toreo clásico y puro. «Mi sueño es torear algún día con él», dice el joven novillero que debuta esta temporada en Sevilla

El heredero del arte de Juan Mora

GONZALO I. BIENVENIDA
Madrid, Viernes, 5 abril 2019 
Cuando Alejandro (Plasencia, 1996) era un niño, comenzaba a soñar con el toreo mientras su tío, el maestro Juan Mora (Plasencia, 1962), atravesaba un frondoso y oscuro bosque llamado ostracismo. Sin contratos, sólo recordado por sus partidarios más fieles, en una amarga espera. Cuando despertaba la fiebre del toro en aquel adolescente, su tío sentó cátedra en Madrid en una tarde desbordada de emoción del otoño de 2010. Juan vivía su pasión en la marginalidad del sistema. En ese tiempo escribió una historia de perseverancia: «Cada día entrenaba como si fuera a torear al día siguiente. Era consciente de mis circunstancias, sabía que decían que ya no toreaba, pero en mi interior el toreo seguía tan vivo como siempre». Esta semana se han cumplido 36 años de su alternativa. Hoy su sobrino ya es novillero con picadores.

La casa del maestro en Las Rozas (Madrid) tiene un rincón que alberga los recuerdos más gloriosos de su trayectoria inacabada. Alejandro vive en Plasencia, pero por pasar 10 minutos con su tío y maestro lo cambia todo. El encuentro viene de la mano de Miguel Bienvenida

Juan y Miguel hablan de toros, y Alejandro escucha. Tentaderos, vivencias, anécdotas. Recuerdan los primeros tentaderos: «No hablábamos, nos habían educado en escuchar los mayores. Con sus palabras nos hacían soñar. Nos enseñaron a ser personas antes que toreros», coinciden.

El toreo ha cambiado en este tiempo. ¿Aguantaría hoy un novillero que tardase seis años en tomar la alternativa como Juan? «Mi padre me decía que no tuviera prisa, que esperara un añito más. Me dio tiempo a compartir cartel con un abanico grande de toreros». Aquellas enseñanzas de su progenitor no han caído en saco roto. Su nieto lo recuerda en cada momento: «Es el pilar, sigue con nosotros. Por su torería y por su humanidad». Todo ha cambiado, pero hay algo vigente: «Las tablas de la ley de esta profesión las escribieron muy bien nuestros predecesores. Siempre hay que recurrir a ellas para enriquecerte como torero», explica Juan. Que continúa: «Hoy hay grandes toreros pero todo es demasiado previsible. Ya no hay broncas, a la gente le cuesta más emocionarse y el toro plantea menos problemas».

La temporada 2019 es importante para Alejandro, anunciado el Domingo de Ramos en Garlin (Francia) -donde se presentó con caballos en el pasado julio con un enorme éxito- y en Sevilla el próximo 19 de mayo. Juan está en otra fase, disfrutando con su sobrino, sintiéndose torero pero sin fechas. Su natural toreo ha dejado una huella imborrable, esa una referencia. No prodiga su papel de maestro: «Trato de no dar muchos consejos y si hablo a Alejandro es para que sienta lo que yo siento».

HERIDO EN ZARAGOZA Y ALBA DE TORMES

Alejandro ha conocido pronto la dureza de la profesión: en octubre de la pasada temporada, un novillo de Los Maños le partió la safena en Zaragoza. Y en 2015, cuando aún estaba sin picadores, un eral de Puerto de San Lorenzo le perforó la vejiga en Alba de Tormes. A diferencia de su tío que hasta cuando cumplió la década como profesional no llegaron las cornadas aunque resultaron durísimas: «Recuerdo que tenía la incertidumbre de no saber si iba a ser capaz de superarlo y ahora veo a mi sobrino con esos tabacos tan fuertes, le veo seguir y me digo 'este hombre siente la llamada de verdad'».

Alejandro Mora desempolva en cada una de sus palabras una forma de sentir el toreo olvidada: «Intento buscar una forma de interpretar lo que siento como torero y con la que me siento identificado». Un concepto que suelen buscar los toreros en su última fase, es aquello que llaman la naturalidad. Así lo explica el maestro: «Esa es la meta. Conseguir llegar a estar relajado, sin crispar el cuerpo. Uno siempre sueña que quedan cosas por mejorar. El torero debe querer mejorarse constantemente, también como persona. El toreo es un arte, no un trabajo, aunque hay que trabajar mucho para hacer ese arte».

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