De lo visto hasta ahora, y sospechamos de lo que queda, nada nos sacará del abismo en el que se encuentra la situación real de la fiesta. El empobrecimiento de toros y de toreros ha llevado al declive en el que los vemos. No parece con este plan que vaya a aumentarse su credibilidad por este camino.
Poco aporta la reconstrucción
Estamos en pleno desarrollo de los festejos llamados ‘Gira de la Reconstrucción’.
Una idea loable, sin duda, para poder dar visibilidad a una fiesta completamente en la penumbra en este 2020, primero por la pandemia y, después, por los muchos intereses políticos que existen para con su desaparición.
En estas estamos cuando la idea de que en los hogares de jubilados y en las casas de los aficionados siga entrando la señal de Canal Toros, y toma forma con el empuje de la Fundación del Toro de Lidia (FTL) quien pone a todos los implicados de acuerdo para hacer algo.
En esa tarea, sin luz ni taquígrafos, lo que es de uso habitual en el mundo taurino, van poniéndose todos de acuerdo en ese ‘hacer algo’, aunque ese algo sea algo descafeinado a más no poder. El parto llegó cuando la temporada agoniza y todos vieron que se les marchaba de vacío la temporada.
Pero si a la fiesta le faltan luz y taquígrafos, no es menos cierto que le faltan también otros valores, sin menosprecio de los que sí se le reconocen. Fruto de ello es que las llamadas figuras seguían mandando en el montaje. Si de verdad querían que esto tuviera tintes de reconstrucción y relanzamiento, se debería haber hecho de otra manera.
Unos modos nuevos para un nuevo tiempo. En periodos de crisis hay que ser más audaz si lo que se quiere es reflotar el barco. Pero no, en seguida pudimos ver, y cito a modo de ejemplo, como Ponce torearía los toros de Juan Pedro y El Juli los de Garcigrande, lo mismo de siempre. ‘Para ese viaje no hacían falta estas alforjas’, dice el refrán.
Uno se sospecha, con razón, que ese no puede ser el camino. Lo de las plazas de tercera, también se sospecha, era una buena estrategia si se querían las menos exigencias veterinarias para con la presentación y el trapío de las reses.
De lo visto hasta ahora, y sospechamos de lo que queda, nada nos sacará del abismo en el que se encuentra la situación real de la fiesta. El empobrecimiento de toros y de toreros ha llevado al declive en el que los vemos. No parece con este plan que vaya a aumentarse su credibilidad por este camino.
Nos alegramos por esa cantidad de aficionados no exigentes que tienen algo que ver muchas tardes de este otoño, pero no era eso lo que se necesitaba, si lo que se pretendía era una reconstrucción íntegra y auténtica que pusiera en valor un sistema nuevo que desterrara para siempre el sistema que, pandemia aparte, nos ha llevado hasta aquí. Una reconstrucción para no cambiar nada.
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