Pertenecen al ya famoso Club Bildelberg, esa distinguida asociación que está detrás del llamado “nuevo orden mundial”. Hace años, sus saludos masónicos eran sutiles, discretos; ahora en cambio, lo hacen de forma estentórea, casi frívola.
Los enamorados
Giovanni Tortosa
Toros de Lidia / 19 octubre, 2020
La fotografía de Periodista Digital no tiene desperdicio: los dos tipos se miran embelesados, como prodigándose un afecto amoroso de altos registros. A nadie puede escaparse la expresividad que ambos emiten, con matices diferentes: mientras el líder del partido patético evidencia una adoración rayana en lo místico, a lo San Juan de la Cruz, el otro parece sentirse reverenciado cuando percibe la mirada edulcorada y rebosante de fascinación que éste le profesa.
Entre ellos hay muchas más cosas en común que aquello que muestran en público, cuando el guión del teatro político les hace parecer enemigos irreconciliables. Nada de esto sucede; algunos han coincidido en los mismos colegios religiosos. Pertenecen al ya famoso Club Bildelberg, esa distinguida asociación que está detrás del llamado “nuevo orden mundial”. Hace años, sus saludos masónicos eran sutiles, discretos; ahora en cambio, lo hacen de forma estentórea, casi frívola.
En realidad, podrían cohabitar en el mismo partido, pero lo hacen en diferentes, -aunque esos partidos vengan a ser lo mismo-, con otras siglas y colores. Eso que llaman “ideología” no es más que un mantra repetido mil veces. A estos les une el anhelo enfermizo de poder. El que ya tocó poder es mucho más ególatra, envarado y narcisista ¡hasta decir basta!… El otro es un aspirante, un simple monaguillo que rinde pleitesía al gran monseñor, mientras observa fascinado los brillos de potente acero que revisten su rostro a modo de coriácea piel. Y encima, sus partidos suman cientos de casos de corrupción al unísono; lo que les une y hermana todavía más.
¿Alguien se los imagina, compartiendo sesiones de sauna? Ambos, envueltos en toallas blancas que apenas les cubren de cintura para abajo, platicando sin cesar en la atmósfera caliente y difusa; riendo eufóricamente acerca de lo fácil que es engañar a los españoles.
Pero a estos dos se sumó un tercero: el jiboso coletudo de Vallecas. Un saltimbanqui de la vida, un broncas de taberna que gusta de flagelar al personal con sus delirios fanatizados de visionario tercermundista; aunque él se sienta sobrino-nieto de Vladimir Illich, más conocido como Lenin. ¡Un buen ménage à trois para disfrute de los españoles!..
Estos entrañables vividores están aborregando al personal de una manera retorcida y cruel, aprovechando el “virus chino” para obligar a todo quisque a llevar mascarilla, si o sí. No fueron necesarias y además, el brillante humanista licenciado Simón nos advirtió que los bozales (mascarillas) no servían para nada. La OMS dice lo mismo. Pero es que entonces no había en el mercado. Ahora sí están ahí; y ellos, el estado español se lleva un 21 por ciento de IVA por cada una, mientras en Alemania e Italia sólo es un 5 por ciento, Francia un 5´5, Bélgica un 6 y Holanda un 0 por ciento.
Calculen ustedes las ganancias que esta gente se lleva al obligarnos a ejercer de esclavos callejeros. Así que, tanto el del rostro de acero como el bambi blandiblue, al que parece faltarle sangre en su circuito interno, pueden disfrutar en sus sesiones de sauna al sopesar la gran docilidad del pueblo español, mientras brindan con cava catalán y un travestido de Bilbao con rostro de ministra de Enseñanza les hace guiños obscenos.
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