"...Una máquina de hacer felices a quienes con tanta ilusión le ven anunciado en los carteles de sus plazas de toros. Desde ese mismo momento, el entusiasmo se apodera de sus seguidores y no acaba, a pesar de la satisfacción de verle salir en hombros, hasta poder sacar entrada de nuevo y volverlo a ver..."
Se ha visto estos días en las ferias de Valencia y Castellón. Roca Rey hace plenos con los espectadores y públicos en general. Le esperan a la entrada, por supuesto con máxima ilusión desde cuando sacan sus entradas, le vitorean durante sus actuaciones y le aclaman en sus salidas en hombros. Un pleno en toda regla.
Así un día y otro y otro más. Una máquina de hacer felices a quienes con tanta ilusión le ven anunciado en los carteles de sus plazas de toros. Desde ese mismo momento, el entusiasmo se apodera de sus seguidores y no acaba, a pesar de la satisfacción de verle salir en hombros, hasta poder sacar entrada de nuevo y volverlo a ver.
Muchos son, incluso, quienes se desplazan en masa para verlo en distintas plazas y eso es algo que no todos los diestros son capaces de lograr. El limeño es uno de ellos y en este tiempo, el que más.
Y no crean que Andrés Roca Rey hace ostentación de esa situación que le rodea, y si lo hace, ni siquiera lo aparenta. Él va a lo suyo, a ello se dedica en cuerpo y alma. Conseguir que sus toros se acomoden a sus exigencias taurómacas, para así dominarlos y conseguir esa sucesión de pases, por delante y por detrás, a veces sin solución de continuidad, que hacen explotar los tendidos.
Muchos son quienes le niegan, pueden hacerlo y tener hasta razón, que alcance sus cotas más altas de entusiasmo con esa fórmula de trazar ‘ochos’, sin parecer inmutarse, a base de pases cambiados, quietud y valor, que hipnotizan las embestidas de sus oponentes, y deje como segundo plato el toreo más ortodoxo y profundo que sustenta el toreo auténtico. Toreo que es capaz de practicar, pero que usa menos en función de la rentabilidad que le da el otro. Roca Rey, por tanto, va a lo suyo…
Sea como fuere, es él quien mejor hace palanca para que los tendidos se llenen. Lo saben las empresas, lo saben los públicos y lo sabe él. De ahí que cada cual se apreste a hacer rentable dicha situación. Los empresarios a llenar sus plazas, los públicos a garantizarse diversión y triunfos y el torero, naturalmente, a sacar provecho de aquello que le resulta más fácil para mantener ese cetro.
El peruano mantiene una discreción que es aplaudible y guarda todas sus energías para cuando ha de dominar a los toros y llevar a la catarsis los tendidos. Nada deja por hacer, lo hace arriesgando su anatomía, y está claro que quien quiera ver otro tipo de toreo apueste por otros diestros. No obstante, quien genera la máxima expectación es él.
Roca Rey, y su público, por tanto y legítimamente, van a lo suyo.
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