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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 23 de enero de 2024

La tauromaquia, hoy / por Pla Ventura


"..Nada que ver la grandeza del espectáculo con la parodia a la que nos quieren endilgar que, en el noventa por ciento de las ocasiones así ocurre a diario. Al final, si queremos emocionarnos alguna que otra tarde tenemos que refugiarnos en toreros humildes que, frente al toro son capaces de ofrecernos ese espectáculo que anhelamos.."

La tauromaquia, hoy

Pla Ventura
Toros de Lidia/22 enero, 2024
La fiesta de los toros ha sufrido, en los últimos años, una metamorfosis muy preocupante, algo que los taurinos se niegan a ver pero que, hasta un ciego es capaz de detectar. El otrora espectáculo brillante y de masas, apenas ha quedado en un simulacro, una triste parodia muy difícil de entender. El hecho de ver las plazas de toros desiertas me produce una amarga sensación de fracaso, y lo digo yo que, a mis años ya tengo licencia para muchas cosas, entre ellas, para contar la verdad de todo lo que ocurre en el mundo de los toros, algo que no me ha contado nadie, pero que lo he visto con mis propios ojos, de ahí las reflexiones que hago a diario, todo, por amor a una Fiesta que hace tantos años me enamoró.

Son muchos los males que afectan a nuestra amadísima fiesta de los toros, la que siempre hemos defendido y apoyado pero, cosas del destino, los auténticos protagonistas de la fiesta, ganaderos, toreros y empresarios, como se demuestra a diario les tiene sin cuidado de decadencia de esta Fiesta maravillosa que durante tantísimos años cautivó a propios y extraños. Los toros no morirán al año que viene pero, desde hace mucho tiempo que se está firmando el certificado de defunción de los mismos. Hasta este momento, si queríamos ver un coso lleno, en dicho festejo tenía que actuar Roca Rey, de otra manera era impensable pero, actualmente, ni el peruano, arropado por dos máximas figuras del toreo son capaces de llenar coso alguno, con las debidas excepciones que siempre las hay.

Según mi criterio, y creo que es acertado, el hecho de haber adormilado a los toros para que embistan con esa borreguez absurda, es uno de los motivos por los cuales miles de personas han perdido su afición a este espectáculo que, como primer argumento, el graderío tiene que tener la sensación de que un hombre, en la arena, se está jugando la vida y, eso ya no ocurre en casi ningún festejo, salvo que en el mismo se estén lidiando toros de esas ganaderías encastadas que, para desdicha de la Fiesta, las figuras del toreo huyen de forma despavorida. ¿Qué ocurre? Se acabó el interés, terminó el misterio y, adivinar, de antemano, lo que ocurrirá en una tarde de toros, es algo que ha provocado, como decía, que miles de aficionados prefieran quedarse en casa antes que soportar un espectáculo soporífero y adulterado.

¿Hay éxitos en los festejos? Por supuesto que sí pero, ¿a qué precio? El precio que tenemos que pagar, más que el económico, es el de saber que ese toro que se está lidiando está amaestrado, que el torero hará diabluras con él y, de matarlo de una estocada el triunfo está asegurado para el diestro de turno. ¿Merece la pena acudir a una plaza de toros a sabiendas de que nadie se emocionará en lo más mínimo? Seguro que no. Y esa ha sido la decisión de miles de personas que, hartos de comprobar una tarde sí y otra también como les quitan la cartera decidieron darse de baja de una afición que tanto les encandiló.

No me sirve que Sevilla y Madrid sean los estandartes donde tenemos que apoyarnos todos si de público se refiere. Lo digo porque, dichos cosos, en sus ferias respectivas se llenan de público festivalero, de los que acuden a los toros, no como aficionados, más bien, para asistir a un acto social y de mucha relevancia donde se saludan unos y otros sin importarles para nada el contenido de la corrida a la que han asistido. 

La Fiesta no es en esencia un acto social; más bien se trata –antes así ocurría- del misterio que supone que un hombre se juegue la vida frente a un toro y que salga victorioso de dicho encuentro, siempre para enardecer a los aficionados que están en el graderío. 

Nada que ver la grandeza del espectáculo con la parodia a la que nos quieren endilgar que, en el noventa por ciento de las ocasiones así ocurre a diario. Al final, si queremos emocionarnos alguna que otra tarde tenemos que refugiarnos en toreros humildes que, frente al toro son capaces de ofrecernos ese espectáculo que anhelamos.


Con mucha tristeza, los aficionados tenemos que conformarnos con poco y, lo que es peor, toreros de la grandeza de Curro Díaz, apenas son tenidos en cuenta de cara a los empresarios. Lo digo porque, este diestro, arrinconado y vapuleado por los empresarios en su gran mayoría, le han bastado dos tardes en Úbeda y otra en Jaén para demostrar que, el arte sigue siendo posible; pero el verdadero, el único, el que emociona y vive mucho tiempo en el corazón de los aficionados. Claro que, Curro Díaz, a diferencia de otros toreros, ha sido capaz de matar todo tipo de divisas y, lo que es mejor, triunfar con los Victorinos, con los Miura y demás reatas de estirpe complicada; es decir, muy alejado del estereotipo de las figuras que, si de casta hablamos, salen corriendo.

Es cierto que tampoco han ayudado en nada los políticos actuales que, cada vez que han tenido oportunidad le han asestado una puñalada a la Fiesta, la prueba no es otra que las plazas de toros que tienen cerradas por puro capricho, por la mala saña que utilizan contra nuestro espectáculo inenarrable y hermoso. Los anti taurinos, por su cuenta y amparados por las corrientes malvadas del socialismo actual, de igual modo han hecho su trabajo, destruir todo lo que han encontrado en su camino. Pero, pese a todo, desde dentro del organigrama de la Fiesta, de haber sido capaces de actuar con rigor y vender la verdad de antaño, ni esas gentes barriobajeras hubieran podido contra nosotros; la pena, insisto, es que dormimos con nuestro enemigo y, vivir así es todo un calvario.

-En la imagen, una ilustración bellísima del maestro  Diego Ramos.

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