El puro de Morante y el cráneo privilegiado de Arrabal
Se preguntaMorante de la Puebla en su soliloquio:
«¿Para quién toreo? Y llego a la conclusión de que toreo para Dios»
José Ramón Márquez
Antes los toreros no hablaban tanto en público como ahora. No había tanto rollo de interviews y los públicos se tenían que contentar con verles expresarse en la plaza, frente a los toros, en vez de leer sus disquisiciones y sus, tantas veces, innecesarias opiniones.
Antes, más que tantas declaraciones, circulaban las historias: paseaban Curro Cúchares y El Tato por la Carrera de San Jerónimo y el de Chiclana se queda mirando los brillantes expuestos en el escaparate de la joyería Ansorena. "¡Los he visto más grandes!", dice el señor Curro. "¿Dónde?", pregunta el chiclanero. Y el otro le responde: "¡En el morrillo de los toros hay criaero!"
Hoy lo que hay es criaero de declaraciones, de un mundo femenil de ensoñaciones, de poesía trasnochadísima. Se pregunta Morante de la Puebla en su soliloquio: «¿Para quién toreo? Y llego a la conclusión de que toreo para Dios».
Y los cuentos, los dichos de los toreros. Tenía Pedro Romero tan pésimo concepto de la cobardía en el matador de toros que solía decir: «La honra del matador está en no huir nunca de la cara del toro, teniendo estoque y muleta en la mano». Ahora, siendo los toros cosa cultural y protegida por Ley 18/2013, la cosa se matiza mucho más. Dice Morante de la Puebla: «Soy de tonos oscuros y a medida que pasa el tiempo más. No sabría explicarlo. Antes me gustaban los colores claros y ahora me encuentro más a gusto con los oscuros y con los fuertes» (adelgazan más). Cromatismo, paleta cromática en la mente de un esteta, lejísimos de aquellos matatoros como el sevillano Juan León, que decía aquello de «hay toros que salen a llevarse el dinero de la temporada».
Los tiempos cambian y las sensibilidades se afinan. Morante de la Puebla afirma filosóficamente: frente al bocajarro de Manuel Benítez: «Con mis respetos para todos los toreros, soy el mejor».
Pero es que Morante de la Puebla siente auténtica obsesión por el alma, encarcelada acaso en un cuerpo algo rollizo, tal y como la veía Platón: «el alma no tiene forma […] lo puro es el alma», visión de un hombre en su tiempo transido de humanismo, frente a la grosera figura del iletrado, Benítez de nuevo: «[el toro] se defiende matando. Lo contrario de la gallina. A esta le cortas el pescuezo y se acabó».
El torero de hoy día, no importa su peso, no puede andar por ahí hablando de dineros ni de gallinas, el torero contemporáneo, especialmente el que está transido de arte que no se pué aguantar, se mueve como un académico en las alfombras y proclama sus verdades, verdades de un hombre inmerso en el mundo del conocimiento, a la búsqueda de la verdad, de su particular noche oscura del alma: «En el camino del alma aparecen obstáculos que la experiencia hace que se superen».
Joselito iba a matar una corrida de seis toros con Limeño, aún novilleros ambos, en Cádiz. Limeño cayó enfermo y la empresa está sin tiempo para encontrar un sustituto, José se ofrece para matar él solo la corrida, cosa que hizo de siete estocadas y un pinchazo, además de banderillear admirablemente y hacer todos los quites, pues no había otro. Después, en la fonda, los aficionados se sorprendían de los arrestos que había tenido el chiquillo de matar los seis toros, y José: «¡ Si me echan otros seis, me lío con ellos”.
Gallito no sabía de almas.
El imputado como genio por la fauna plumífera cada vez dice más tonterías con ánimo de filosofar, lo que no estaría de más si previamente predicara con la lidia de auténticos toros. Lo demás es propaganda y afeminamiento del toreo.
ResponderEliminarA la paz de Dios hermanos y esperemos a la siguiente estafa tras lo acaecido en Saltillo y México D:F.
Hermógenes Urrutia