"...En Cali, la feria son los toros, decían todos, ensombrerados y con el poncho al hombro. Esa unión entre la joven madre y su primogénita, fiestera y alocada, hizo de las dos una, pese a que desde su nacimiento está última, tuvo su propia programación y dirección a cargo de personajes designados por los políticos de turno..."
La feria desmadrada
- Así, de año en año, de fiesta en fiesta, de trago en trago, han envejecido alegres, juntas e inseparadas. Pero de un tiempo acá, la hija no sólo ha comenzado a independizarse, sino a malquerer a su madre hasta el punto de negarla.
Cali siempre ha sido de toros, y cuando el 28 de diciembre de 1957, por la tarde, "Resoplón" de Clara Sierra saltó el ruedo, sólo inauguró su más reciente plaza, Cañaveralejo. Bueno, también inauguro la feria, la primera. Cinco corridas.
Fue tal el entusiasmo despertado que al año siguiente una rumba general se les agregó con cabalgata, gallos, música, bailes, licor, desfiles, reinados y folclor, haciendo de ellas, con sus preámbulos y remates, el epicentro de la enorme jarana.
La plaza hervía con el mismo fuego de las calles ganando un ambiente que término caractérizandola. En Cali, la feria son los toros, decían todos, ensombrerados y con el poncho al hombro. Esa unión entre la joven madre y su primogénita, fiestera y alocada, hizo de las dos una, pese a que desde su nacimiento está última, tuvo su propia programación y dirección a cargo de personajes designados por los políticos de turno.
Así, de año en año, de fiesta en fiesta, de trago en trago, han envejecido alegres, juntas e inseparadas. Pero de un tiempo acá, la hija no sólo ha comenzado a independizarse, sino a malquerer a su madre hasta el punto de negarla.
Y el feo desafecto filial parece venirle, más que de su propio corazón, del de sus transitorios directivos (burócratas antitaurinos o taurinos vergonzantes algunos), dueños designados de alegrías ajenas. No, no es una impresión subjetiva. La revista oficial de la feria (año 3, número 7), publicada por la alcaldía y Corfecali, lo constata.
En todo el fascículo, desde el editorial, firmado por el señor alcalde (supuesto aficionado), pasando por el "programa oficial de la feria", hasta la contraportada, no hay una sola mención a los toros, ni una sola. Según eso, no tienen arte ni parte. A cambio, abundan actividades masivas cuya programación simultánea con las corridas les compiten, y entorpecen el desplazamiento y la concurrencia del público a la plaza.
Un programa, valga señalarlo, centrado casi exclusivamente en la salsa, ritmo neoyorkino de moda, que no solo han querido convertir en folclórico, sino en la única expresión cultural de la ciudad.
Monotemático esnobismo que desconoce todas las ricas tradiciones y hondas raíces, entre ellas la fiesta de los toros, la más culta, según García Lorca, y que ha estado aquí desde la misma fundación por don Sebastián de Benalcazar en 1536. Es el la ignorancia, es el abuso, es el desmadre.
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