Toros, mejor dicho, burros desclasados de Zalduendo que no dijeron nada y bastante hicieron con tenerse en pie. Se salvó el último de la tarde al que Marín le recetó pases para dar y tomar, eso sí, sin convencer a nadie, algo que era muy difícil porque el toro no emocionó jamás. Pensar que en un momento determinado, Fernando Domecq, le inyectó casta a sus toros y cada año se los comía con patatas; ahora,dichos toros, en manos de Alberto Bailleres, sin casta y sin peligro son los dueños de las ferias de España y Francia.
- Enrique Ponce, ovación y ovación.
- Diego Urdiales, oreja con clamor y ovación.
- Ginés Marín, silencio y ovación.
Bilbao: La torería de Urdiales
Pla Ventura
Ayer no llovió en Bilbao y,para colmo, actuaba la primera figura del toreo actual puesto que, tras treinta años en primera línea del toreo, son argumentos más que de sobra para darle dicho calificativo. No hubo apenas media plaza que, sin duda, es un fracaso con estrépito. Convencido estoy que los allí asistentes acudieron al reclamo de Diego Urdiales, no puede ser de otro modo.
Bilbao ya no es lo que era puesto que, tras una faena anodina de Ponce en su primero, tras la estocada, una pandilla de ignorantes le pidieron la oreja. El diestro de Chiva lidió dos ejemplares de idénticas condiciones en los que sobresalió la nula condición de sus enemigos, tontos hasta decir basta, pero es el canon que hay que pagar cuando actúan las figuras del toreo puesto que, de repente, llegan ellos y se marcha el toro. Sin duda alguna que, con este tipo de toros Ponce estará en activo hasta la edad de Nicanor Villalta que, con más de setenta años fue capaz de lidiar un toro. No es menos cierto que a Ponce le queda la tarea, como decía un aficionado, de estar en activo hasta que le de la alternativa al niño de Manzanares, algo que logrará sin el menor esfuerzo. Una pena que este hombre se ridiculice a sí mismo porque, tras tantos éxitos de todo tipo, si tuviera piedad con los aficionados se marcharía a su casa pero, como lo tiene todo tan sencillo, ahí estará hasta la alternativa del niñito citado.
Diego Urdiales, en su fuero interno, cree estar en el camino correcto para desarrollar su toreo y, está equivocado porque los toros de Zalduendo, de los que ha lidiado varios esta temporada no le han dado gloria alguna. Es cierto que en las corridas de este tipo siempre sale un burrito noble, pero siempre le toca a los otros. Se salvó ayer en Bilbao porque es su plaza talismán, la que le adoran sin condición, con sobrados motivos para ello.
No es menos cierto que la grandeza de Urdiales tiene que estar sujeta a la bravura de un toro encastado y, con el burro tonto dice poco; más que todos, es cierto, pero todo tiene que ponerlo él como en el día de ayer que, su primero, con más cara de novillo que de toro, sin apenas fuerzas, faltó apenas nada para ser devuelto. Al final, se quedó en el ruedo y Urdiales le dibujó una faena bellísima por ambos lados. ¡Que gran torero es Diego Urdiales! Ocurrió que, en aquella ocasión del día de ayer, tuvo que ponerlo todo Diego puesto que, su enemigo, con apenas fuerzas y sin emoción, tuvo que hacerlo todo el diestro. De sus manos y sentidos brotó la torería, incluso la emoción que le faltaba al toro la suplió el riojano a base de una torería irrepetible. Mató de un estoconazo y le dieron una oreja de ley. En su segundo, tan insulso como sus compañeros de camada, Urdiales lo intentó en vano.
Lo dicho, está muy bien que Urdiales comparezca junto a las figuras del toreo y, además tiene razón porque es infinitamente más torero que Ponce, El Juli, Perera y todos ellos juntos. Pero cuidado, que tiene que caer en sus manos el toro que embista puesto que, de lo contrario, mientras a los demás se les perdona todo, a Urdiales pueden pasarle una factura horrible.
El toro de mejor son de la corrida le tocó al triste de turno, es decir, a Ginés Marín que, por lo que vemos ha caído de pie junto a sus amos, es decir, los grandes empresarios que le ponen todas las tardes, lo que no sabemos es el precio, pero la realidad es que está en las ferias con aires de grandeza. Marín le instrumentó pases de toda condición sin convencer a nadie y, repito, si ese toro le toca a Udiales, el lio hubiera sido de época pero, como decía, hay que rezar para que toque a uno el toro de triunfo, algo que no alcanzó Ginés que, con vendernos su tristeza andaba más que sobrado. Pudo haber obtenido premio pero falló con la espada; antes, con su primero, asistimos a un funeral de tercera
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