Alberto Lamelas y el mayoral de Pedraza en hombros en la plaza francesa de Mont-de-Marsan
Me niego a que me sugieran a quienes he de llamar figuras. Yo les llamo toreros a todos y el título de figuras, tan descafeinado que se utiliza hoy, se lo reservo para los que se enfrentan con el toro de verdad.
Los toros y las figuras
Madrid, 02 Agosto 2021
No es fácil encontrarse con las dos cosas al mismo tiempo, no es nada fácil. Es más fácil y seguro encontrárselos por separado.
A lo que hay que llamar toros; es decir, íntegros, con trapío, con fuerzas, criados para la pelea y no para agradar a su matador, etc. se les ve de vez en cuando, como si fueran la muestra, en algunas ferias y plazas.
A los que se les llama figuras se les ve por todas partes, torean todos los días en todas las ferias. Incluso hoy, con las restricciones sabidas, abundan en cuantos carteles se confeccionan. Lo difícil, casi imposible, es ver a unos y otros juntos.
Sin embargo, de vez en cuando se produce alguna excepción, aunque la escena no sea la que cualquiera puede imaginar. Esas excepciones se dan, casi únicamente, lejos de nuestro territorio. Los actores de dicha escena tampoco son como quisiéramos o fuera lo más normal, hace falta que pongamos algo de nuestra parte, algo de imaginación… o quizá de justicia.
Eso sucedió el pasado domingo en la plaza francesa de Mont-de-Marsan. Los toros, imponentes, eran de la ganadería de Pedraza de Yeltes, una ganadería que presenta sus toros sin mácula y sin posibilidad alguna de discutir su trapío. Lo que luego lleven dentro solo se podrá ver a través de las lidias de cada uno, no se puede adivinar ni garantizar como pasa con otros hierros.
Lo que sucedió es que dieron el juego propio de los toros encastados, habiendo mejores y peores, más y menos nobles, pero haciendo honor a lo que debe ser un toro bravo. Los tercios de varas resultaron de lo más interesante y nos hizo reconciliarnos con ese tercio tan descafeinado en el circuito habitual. A dos toros se les concedió la vuelta al ruedo póstuma y los aficionados franceses, que tanto gustan de ello, presenciaron una corrida de toros de verdad.
Claro que alguien me podrá decir que en ese festejo, con López Chaves, Alberto Lamelas y Gómez del Pilar, no había figuras. Es ahí donde más he de discrepar de forma rotunda. Ellos tres merecen plenamente el título de figuras. Al menos yo les otorgo ese calificativo sin tenerlo ni que pensar.
Me niego a que me sugieran a quienes he de llamar figuras. Yo les llamo toreros a todos y el título de figuras, tan descafeinado que se utiliza hoy, se lo reservo para los que se enfrentan con el toro de verdad.
Así era antes, cuando coincidía que a los toreros que mandaban no se les podía recriminar que no toreasen las ganaderías llamadas duras. De ahí lo aprendí, una figura se consideraba a quienes más toreaban, pero que no huían de torear ganaderías de todo tipo… incluidas las encastadas.
Dicho todo esto, concluyo que el pasado domingo en Mont-de-Marsan tres figuras torearon una señora corrida de toros que transcurrió entre múltiples emociones. Yo que lo vi por televisión así lo sentí, lo disfruté y una semana después todavía lo tengo en mi retina.
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