Y, cuidado que en el cartel, además del toricantano estaba como padrino El Juli y como testigo Manzanares, la flor y nata del toreo. Muchos fueron los calificativos que les otorgaron a los diestros, pero que no se hablara de arte en ningún momento del festejo me dejó petrificado. ¿No decimos que dichos diestros son netamente artistas? No, no entiendo nada. O quizás dichos informadores, como por arte de magia entendieron lo que vimos todos, que el arte no apareció por ningún lugar.
Es una pena que no le dijeran a Tomás Rufo que, como el toro de su alternativa, un borrego con cuernos, además de santificado, no le saldrá otro toro como aquel en su vida. Cómo sería el animalito que ni le picaron; el varilarguero le señaló un puyacito y ahí se acabó la suerte de varas; como en toda la corrida, por supuesto, pero lo de este animalito no tuvo parangón. Luego, el festejo discurrió por los cauces de la normalidad cuando de figuras se trata, se cortaron orejas, hubo la cogida de Rufo en el último de la tarde que, como se pudo ver, el torito no quería coger al diestro por nada del mundo pero, el chaval se empeñó en el arrimón y, el bicorne, en un topetazo le dio la voltereta.
Insisto, había tres artistas en el ruedo y nadie pronunció la palabra arte, empaque natural, torería, gusto….Todo quedó relegado al buen hacer, la colocación, las estocadas y poco más. De igual modo, respecto a los toros, no se habló de que fueran fieras que querían comerse a los toreros; nada de eso, sencillamente porque esos informadores saben que esos toritos no se comen a nadie y, lo que es mejor, no tienen ni atisbos de coger al diestro. Por el contrario, y seguimos analizando, en la corrida de Miura de Sanlúcar de Barrameda, esos mismos comunicadores resaltaron muchísimo lo que en el ruedo ocurría que, en aquel caso, se ajustaba a la más absoluta realidad.
Era cierto, por eso ponderaron la grandeza del toro en su esplendor, la gallardía de aquellos hombres apasionados que, entregados a su quehacer se jugaron la vida de forma literal, lo que todo el mundo pudo ver y, como estos hombres aludidos, resaltaron con toda honestidad lo que pasaba en el ruedo. Es verdad que, lo Sanlúcar no se podía esconder de ninguna manera; era mucha la emoción que allí se vivía, la sensación de peligro, la verdad más desnuda que pudiéramos imaginar y, por ende, la vida de tres hombres estaba en juego. Salieron ilesos porque Dios estaba en la plaza, de forma muy concreta Cristóbal Reyes que, por la cogida que sufrió, allí se produjo un auténtico milagro porque los Miura no suelen perdonar si ven a la presa cerca.
Si en las corridas de las figuras, a los que se les supone artistas y mucho más con ese “material” que suelen tener enfrente para hacer el toreo más puro y artístico, no se les califica como tales. ¿Qué está pasando aquí? Por el contrario, como dije, esos mismos locutores, ante el toro de verdad si se emocionaron como lo hicimos todos ante aquel torrente de verdad tan aplastante que, ante aquello, allí se rindió todo el mundo. Tras lo dicho, la pregunta es obligada: ¿En qué tipo de espectáculos dicen la verdad estos hombres, en las parodias de las figuras o en los festejos donde aparece su majestad el toro para que unos hombres se jueguen literalmente la vida?
Está claro, porque esa pedagogía que nos ofrecieron en la corrida de Miura en la que, como expliqué, todo lo que dijeron se circunscribía a la más absoluta verdad. Siendo así, nadie entiende los motivos por los cuales cuando aparecen las figuras a escena, todo queda descafeinado y sin alma, caso de la corrida de la alternativa de Tomás Rufo que, más que una corrida de toros parecía una novillada pequeña. Doctores tiene la iglesia ¿verdad?
Es el toro auténtico el que nos hace estar atentos a todo lo que ocurre en el ruedo y, a su vez, emocionarnos hasta la locura.
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