BARCELONA ES UN PLATÓ DE TELEVISIÓN Y UN LABORATORIO PUBLICITARIO DE PRIMERÍSIMO NIVEL Y EL FÚTBOL CLUB BARCELONA, COMO MASCARÓN DE PROA DE ESA INMENSA NAVE DE PAPEL, ES SU APOTEOSIS
Las palancas
Antonio Valderrama
La Galerna - 19 julio, 2022
El Barcelona, que estaba en la ruina, acaba de fichar a Robert Lewandowski. Lewandowski es uno de los mejores delanteros del mundo, seguramente el mejor después de Benzema y seguramente también el último delantero puro, el último 9 clásico que quedaba en el mercado. Laporta ha podido ficharlo después de “activar” la tercera palanca económica del verano. Yo me descubro ante esta gente porque, la verdad, son los mejores. Barcelona es un plató de televisión y un laboratorio publicitario de primerísimo nivel y el Fútbol Club Barcelona, como mascarón de proa de esa inmensa nave de papel, es su apoteosis. No hay nadie como ellos para inventarse cosas como estas. Se puede decir ya que han sustituido a los argentinos como los mejores vendehúmos del planeta. Son los Mad Men de nuestra era. Alguien se sacó de la chistera la expresión “palanca” para describir los artificios financieros con los que Laporta y Junta Directiva están sacando adelante la planificación deportiva para la campaña que comenzará en agosto en mitad de una catástrofe institucional sin precedentes y, por supuesto, la palabrita ha hecho fortuna. Ahora todo el mundo habla de palancas, unos para mofarse y otros para admirarse, por lo que no queda otra que descubrirse ante la enésima genialidad propagandística. En eso siguen siendo los números uno.
El Barcelona ha fichado a Lewandowski y esa objetivamente es una gran noticia para su afición. Como fichaje, el polaco es un pelotazo: garantiza un millón de goles, goles de todos los colores, ante todo tipo de rivales y en toda clase de escenarios. Llega a un club muerto cuyo jugador franquicia era Depay, por lo que el “salto de calidad” que registró con éxito en su día otro gran vendehúmos, Del Nido, es evidente. Lewandowski era el delantero titular del Bayern de Múnich y el Balón de Oro oficioso del año 2020, temporada extraña en la que lideró a su equipo hasta la Copa de Europa frente al PSG en la burbuja de Lisboa. Es cualquier cosa menos una tontería. Para la Liga, Lewandowski es una gran noticia tras las fugas de Neymar, Cristiano Ronaldo y Messi: es la primera superestrella mundial que aterriza en un campeonato devaluado desde Bale. Y como Vinicius ya está en esa categoría de futbolistas extraordinarios que encabeza Benzema, la Liga española recupera la dualidad competitiva de máximo nivel que la convirtió en el torneo de referencia universal a lo largo de los diez años en que Madrid y Barcelona se batieron en duelo cósmico por la supremacía mundial. No es el Mbappé-Haaland que profetizaban los caricatos del infotaintment deportivo español hace unos meses pero es lo que más se le puede acercar en este momento.
Lewandowski
En términos económicos y éticos, sin embargo, la noticia viene a redundar en lo que ya dejó de ser noticioso hace mucho tiempo: el Barcelona juega en otra liga, no precisamente deportiva, sino reglamentaria. Juega en la Liga de los Listos Extraordinarios. No es que el fichaje de Lewandowski redunde en la adulteración que supone que un club quebrado le quite a un grande de Europa a su mejor delantero mientras el resto de equipos de España sudan la gota gorda para cuadrar sus cuentas: es que lo consagra irreversiblemente, rompe cualquier tipo de baraja que a estas alturas pudiera existir, rompe la vajilla entera, establece una asimetría obscena que parece el reflejo de la situación política nacional que vive nuestro país. El cuarto clasificado de la Liga 2021-2022 está vendiendo a su defensa titular para poder salir adelante y el tercero, campeón en 2021, ficha de saldo en el outlet internacional. El Barcelona, que se tiró más de un lustro firmando salarios descomunales, fuera de mercado, y fichando al mismo nivel que los clubes Estado del petróleo, ve recompensado en cambio su impúdico comportamiento con la aquiescencia del regulador y con la anuencia cómplice del resto de competidores directos. A pesar de deber hasta de callarse, el Barcelona aprueba en asamblea de socios desamortizarse e hipotecar sus ingresos futuros para obtener liquidez inmediata y seguir el paso de los mejores equipos del momento, lo que en sí mismo no presentaría ningún inconveniente para nadie pues si alguien desea atarse una bola de plomo al tobillo y echarse a nadar en un pantano de cieno, ¿quién debería impedírselo? No obstante, la cosa tiene implicaciones más profundas porque al actuar de ese modo el Barcelona, sin saldar las deudas que tiene contraídas con sus numerosos acreedores, acosando laboralmente a muchos de sus jugadores y saliéndose por la tangente en el mercado de fichajes con prácticas contractuales absolutamente fenicias, vuelve a abusar de una situación de privilegio con respecto a todos los demás, con quienes el regulador no es tan complaciente ni el resto de rivales tan indiferentes. ¿De qué sirve entonces ser pulcro con las normas cuando en Europa la petromafia qatarí corrompe al organismo regulador y en España la cosa es el coño de la Bernarda?
NO ES QUE EL FICHAJE DE LEWANDOWSKI REDUNDE EN LA ADULTERACIÓN QUE SUPONE QUE UN CLUB QUEBRADO LE QUITE A UN GRANDE DE EUROPA A SU MEJOR DELANTERO MIENTRAS EL RESTO DE EQUIPOS DE ESPAÑA SUDAN LA GOTA GORDA PARA CUADRAR SUS CUENTAS: ES QUE LO CONSAGRA IRREVERSIBLEMENTE, ROMPE CUALQUIER TIPO DE BARAJA QUE A ESTAS ALTURAS PUDIERA EXISTIR, ROMPE LA VAJILLA ENTERA, ESTABLECE UNA ASIMETRÍA OBSCENA QUE PARECE EL REFLEJO DE LA SITUACIÓN POLÍTICA NACIONAL QUE VIVE NUESTRO PAÍS
El Madrid, pues, tiene que recoger cada céntimo suelto a lo largo de cinco años, como si fuera una hormiguita, hasta que un día puede ponerse en la posición de “intentar” el fichaje de Mbappé. En la acera de enfrente, la cigarra barcelonista monta una feria anual con sus cuentas y cuando llega el invierno recibe la gracia de todo el mundo para seguir alargando la juerga un año más. Tampoco es que le vayamos a pedir a la industria española del fútbol la seriedad o la formalidad que no tienen casi ninguna de las demás, ¡pero hombre, qué menos que las apariencias! Pero ni el Madrid ni “los otros 18”, que tanto ladraban hace unos años quejándose del “trato de favor a los grandes”, dicen ni mu. De ese modo el Barcelona, sin seguramente proponérselo (Laporta, este segundo y abotargado Jan Laporta, tan guasón y fiestero como siempre pero un poquito más hinchado y con la tez más roja que hace unos años, no creo que tenga tiempo ni cabeza ahora mismo para pensar en boutades políticas) vuelve a ser la extensión extraparlamentaria del catalanismo independentista, que para no perder la costumbre aprovecha cada teatrillo en el Congreso para remarcar su condición de privilegio en el panorama de la España oficial. Para unos, todo. Para casi todos, nada.
Florentino, cuando apareció en El Chiringuito al principio del verano, confirmó más o menos que si se le puede echar un cable al Barcelona, pues hay que echárselo. En los cálculos geopolíticos no me meto: el Barcelona de Laporta se ha postulado desde el principio junto al Madrid y la Juve en la escisión de los superligos y teniendo en cuenta el poderío y la catadura moral de la entente Ceferin-Nasser, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, aunque ese amigo sea el enemigo del mundo de ayer. Estamos, parece cada vez más evidente, en un mundo nuevo, y en ese mundo las reglas de antes ya no tienen ningún sentido. Las rivalidades tradicionales pierden valor en vista del campo de batalla que tenemos por delante: superpotencias mundiales nunca antes vistas que cabalgan caballos de oro macizo y que amenazan la existencia misma de los poderes del fútbol de toda la vida. Sin duda, volviendo a lo meramente balompédico, al Madrid de Ancelotti le conviene un Barcelona fuerte para no sucumbir a la clásica pájara que suele suceder a los éxitos formidables en el Real. Por ese lado, nada que decir. Pero. Pero si al presentar el proyecto de la Superliga, en mayo del año pasado, Florentino aseguró que su tiro iba a la diana de la UEFA (lo que, de facto, se traduciría en destruir la competición más hermosa del mundo, la Copa de Europa) y que se garantizaría la supervivencia de las ligas nacionales, el hecho es que Lewandowski simboliza todo lo contrario. Lewandowski es la consagración de una Liga en la que un equipo hace lo que quiere y los demás, empezando por el Madrid, se ajustan a un mundo en crisis total. Lewandowski llega a un equipo que renueva a Dembelé y que firma a brasileños ignotos de la Premier por lo que en su día costó Zidane pero que por detrás da de baja a jugadores cuyo contrato es inasumible por cualquier otra institución como forma de presionarles para que renuncien a lo que tienen firmado. Al Barcelona le pasa la mano todo el mundo y así pueden seguir perpetuando esa condición bipolar de aprovechado y víctima de la que, como buenos catalanes, llevan gozando desde que tengo uso de razón.
LAS RIVALIDADES TRADICIONALES PIERDEN VALOR EN VISTA DEL CAMPO DE BATALLA QUE TENEMOS POR DELANTE: SUPERPOTENCIAS MUNDIALES NUNCA ANTES VISTAS QUE CABALGAN CABALLOS DE ORO MACIZO Y QUE AMENAZAN LA EXISTENCIA MISMA DE LOS PODERES DEL FÚTBOL DE TODA LA VIDA
Lewandowski, del que por cierto se decía que soñaba con jugar en el Madrid, corona un plantel disparatado dirigido por el mayor histrión que ha dado el fútbol español en los últimos 20 años (por lo demás, mediocampista histórico de talento excepcional), un plantel que disputará sus partidos en un estadio lleno de grietas que amenaza ruina, la mejor fotografía de Cataluña: una región que fue un día escaparate de la supuesta modernidad de España y que hoy parece un manicomio muy caro y en manifiesto estado de abandono. A título personal no sé si el Barcelona es un avance en su carrera aunque con 34 años y tras ganarlo todo en Alemania sí que cumple el perfil de Alaba de veterano que viene a disfrutar de su último fútbol en el país más estimulante de Europa. A diferencia de su excompañero en el Bayern Lewandowski llega a un equipo que encadena una serie histórica de ridículos en la Copa de Europa y a un club en aparente reconstrucción donde hasta hace tres días su estilo de juego era despreciado y tachado de neandertal, primitivo y rudimentario. Se ve que ahora en el país de los cruyffistas la carne de caballo es un manjar pues como decían antes lo viejos a veces lo único que el mundo necesita es una buena hambruna. Cosas veredes, amigo Sancho.
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