No es lo mismo pasarse el toro por la faja y rematar en la cadera que embarcarlo con el pico y mandarlo más allá. Los movimientos del capote pueden ser parecidos, pero también es parecido un jamón serrano a uno de pata negra y todos sabemos que hay mucha diferencia.
Si estas y otras muchas cosas no se matizan, por ejemplo, en las retransmisiones televisivas, condenamos a los que no saben distinguir a no tener nunca la oportunidad de poder saborear lo que es el toreo auténtico.
Es de agradecer que los toreros tengan una técnica suficiente como para obtener muletazos de toros buenos, malos y regulares, pero si queremos seguir llamándole al torero un artista y el toreo un arte, habrá que procurar que ese toreo tenga belleza y armonía, además de, por supuesto, la técnica adecuada. A los pintores se les reconoce por su capacidad artística, no porque sepan lo que es un pincel y un lienzo.
Todo esto viene a cuento porque en la tarde de hoy han existido muchas diferencias y hay que matizarlas. El mejor toro de un encierro de Alcurrucén, descastado, manso, deslucido y flojo, ha caído en las manos de Tomás Rufo, quien ha mostrado sus carencias salvo en muy poquitos momentos. Seguramente Madrid haya visto hoy al Rufo que otras tardes ha creído que era casi un fenómeno. Su toreo acelerado y amontonado no era el adecuado para el toro que le cupo en suerte. Cierto es que el toro no tuvo suerte en el sorteo. De haberle tocado otro de los diestros del cartel es fácil pensar que les hubiera aportado un gran triunfo.
Más diferencias en los lotes. Para El Juli fue un lote medio al que aplicó su oficio y adecuada técnica sacando seguramente más de lo que tenían, pero también aplicándoles una muerte a plazos, ya que esa fue la manera en que, hoy al menos, no le funcionó el ‘julipié’. Series de muletazos largos e hilvanados que fueron coreadas por parte de la plaza, sin que se observara que tuviera gente en contra. Parece que al madrileño le han dejado de perseguir… o al menos eso es lo que se decía tiempo atrás.
Tras de ver la depurada técnica de Julián y el gran toro desaprovechado en manos de Rufo, le llegó el turno a Morante, quien al menos tuvo un toro que no era un marmolillo de Guisando. Con muy poco toro le recetó un quite por verónicas, tras de otro de El Juli por chicuelinas, que supo a gloria por las formas, el sentimiento y la lentitud de su ejecución.
Se levantó la expectativa para la hora de la muleta y Morante no defraudó. Con medio toro tuvo ocasión de mostrar que el toreo es ajuste y temple, todo acompañado de buen gusto y torería. No fue lo que la gente esperaba, pero seguramente fue la mejor aproximación a ese toreo gúeno que todo aficionado sueña.
Ya ven, existen diferencias y no son cualquier cosa. Torear sin sustancia al mejor toro o pechar con cualquier toro. Del toreo de los recursos y la técnica al de la inspiración, la cercanía en el cite y el embroque más la inspiración. Si alguien lo contara al detalle, se podrían apreciar mejor todas esas diferencias.
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