Muchas han sido las veces que se ha hablado de posibles soluciones para este problema tan grave pero, a su vez, todo el mundo ha tenido miedo –con toda la lógica del mundo- de que cualquier solución pudiera dañar la estética de Las Ventas que, como monumento no tiene precio. Es difícil el dilema a resolver porque, cuidado, no estamos hablando de una plaza cualquiera, estamos mentando la plaza de toros de Madrid que, para evitar que entre el viento en su ruedo no vale cualquier solución. Se podrían hacer muchas soluciones que, en honor a la verdad, estéticamente podrían resultar dañinas para el emblemático edificio. Es decir, eliminar el viento podría resultar sencillo con cualquier clase de cubierta como se ha hecho en otros cosos pero, en el caso que nos ocupa, lo que decimos son palabras mayores.
Pese a lo difícil de la tarea que pedimos, en los momentos actuales, con toda seguridad que habrán soluciones factibles que, evitarían el viento y no dañarían la estética de este inmueble singular. Fijémonos como ha quedado el estadio Santiago Bernabéu y, sin romper la estética del edificio dicho campo se ha tornado poco más que un santuario del fútbol. O sea que, con las técnicas y materiales actuales todo es posible, es cuestión de voluntad. Y no hablamos de dinero porque en estos casos, el dinero sigue siendo lo más barato porque lo paga el pueblo llano y, si se tiran cientos de millones en estupideces, invertir un dinero en algo tan maravilloso como Las Ventas para que no entrara el viento, ello sería un logro importantísimo que, generaciones venideras siempre nos lo agradecerían. Si de toros hablamos, en todos los aspectos nos hemos quedado anclados en el tiempo y, así nos luce el pelo.
Claro que, el asunto no es nuevo. Eran los tiempos gloriosos de Esperanza Aguirre como presidenta de la Comunidad de Madrid cuando, uno de los empresarios licitantes a Las Ventas le presentó a la señora Aguirre un documento sensacional que, a modo de anteproyecto con maqueta incluida –aquí mostramos las fotos- evitaría para siempre que Eolo entrara en la primera plaza del mundo. Se trata de un proyecto fascinante que ha llegado a nuestras manos, obra de un arquitecto asturiano llamado Jesús Álvarez Arango que, como evidencian las fotos, de realizarse sería la admiración del mundo y, sin duda, la bendición para todos los toreros, los actuales y todas las demás generaciones que nos traigan los años en el devenir de los tiempos.
El proyecto en cuestión, el arquitecto autor del mismo lo bautizó como LAS VENTAS, BAJO PALIO y, nada es más cierto. Si nos detenemos y examinamos las imágenes, muy pronto adivinaremos que estamos hablando de un palio que, fabricado con cristal con cuatro pilares de acero que lo sostendrían, que, como se comprueba en las imágenes no hay daño alguno para la estética del inmueble, incluso, por la transparencia del material citado seguiría entrando el sol, es decir, la claridad sería la misma, muy pronto comprenderemos que ese podría ser el remedio para todos nuestros males antes comentados. Insisto, lo dicho no es ninguna novedad de ayer, es algo que obra –o debe de obrar- en los despachos de la comunidad de Madrid. Como digo, desapareció de la escena política Esperanza Aguirre y, su sucesor, Ignacio González no quiso saber nada de aquel proyecto fantástico que tanto bien le hubiera hecho a la fiesta en Madrid.
La gran desdicha de la cuestión es que, en este caso, los damnificados son siempre los toreros razón por la cual a la empresa y a la comunidad apenas les importa nada; pero el asunto tiene más importancia de la que todo el mundo quiere restarle. Imaginemos que, para la construcción de dicho palio ello dependiera de la voluntad de los toreros y que se hiciera una votación entre todos y, sin duda alguna, ganarían al cien por cien, es decir, nadie discreparía porque todos, hoy o mañana, saldrían beneficiados de dicha “cúpula” bautizada como palio.
Nota: He analizado con detalle la memoria del proyecto y, como tal me parece fascinante y, lo que es mejor, de llevarse a cabo se solucionaría el problema del viento de una vez para siempre, lo que equivaldría a que nunca más se frustrarían faenas por culpa del viento.
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