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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 23 de septiembre de 2025

Matan a Kirk; maldito Trump / por HUGHES


'..Sólo unos días después de que Kirk fuera eliminado en lo que, a todas luces, es un asesinato político, Trump era ya la noticia principal por su «autoritarismo» o por su «amenaza a la libertad de expresión»..'


Matan a Kirk; maldito Trump

HUGHES
Los medios españoles volvieron a la normalidad. Desde la izquierda se atacó a Kirk haciendo descender al asesinado al punto del asesino. No llegaban a decir que se lo merecía, pero Kirk, poco menos, estaba a la altura de la violencia política por ser un ultra. Palabras como las suyas tienen consecuencias, a veces, mala suerte, en forma de bala. Para eso, tuvieron que mentir sobre el chico, pero ¿qué es una mentira más para la SER?

En el centro y en la derecha de los medios convencionales, sin embargo, se tentaron un poquito la ropa, aunque sus periodistas y no digamos ya sus rapsodas llevan años vilipendiando lo «trumpiano». Extendiendo, por ejemplo, eso de que «intentó un golpe de Estado».

Pero unos días después, cuando llegaron las represalias por las burlas y celebraciones de la muerte de Kirk, pusieron el foco en la intolerable restricción a la libertad de expresión que preparaba Trump.

Y entonces llegó, como una gran conmoción para El Mundo Libre, el despido de Jimmy Kimmel, del que antes debemos decir alguna cosa.

Durante unos años, la hegemonía cultural de la izquierda tomó forma en los cómicos de los programas nocturnos de la tele. Un sinfín de presentadores entre la información, el comentario político y el humor (de ahí no solo vienen los Buenafuentes, también el muahaha alsinesco). Su fina ironía despreciaba a los deplorables. Trump se impuso a todos, a sus bromas, a su elaborada bilis, a su sarcasmo orquestado y no solo ganó, fueron cayendo en audiencia. Trump no necesita censurarlos porque ya los derrotó. Eran mil contra uno y ganó el uno.

El despido de Kimmel provocó hasta la intervención de Obama, que descendió del Olimpo para anunciar los malos tiempos, El Cuento de la Criada llegaba al periodismo. En su día, él llamó personalmente a un medio para que despidieran a Roseanne Barr, que —que podamos recordar— no hacía bromas sobre asesinatos. De Obama esto no se cuenta porque cumple una función de santón político, intocable como un Michael Jordan de la virtud.

Estar pendiente de la política americana resta puntos de coeficiente intelectual, merma mucho, pero es necesario para no ser engullido por la delirante manipulación de la prensa. Ayer en EP titulaban: «El fin de la democracia estadounidense». ¿Dijeron algo así cuando los brazos del Estado, como un pulpo fanático, perseguían políticamente al candidato con tramas preparadas?

Los intentos de asesinato civil, político y finalmente personal de Trump son un pequeño detalle que queda olvidado. Conocerlo, ser consciente de ello, es en sí mismo ser un ultra.

Sólo unos días después de que Kirk fuera eliminado en lo que, a todas luces, es un asesinato político, Trump era ya la noticia principal por su «autoritarismo» o por su «amenaza a la libertad de expresión».

Había saltado antes, en realidad al instante de saberse lo de Kimmel, como un fusible civilizacional, la figura entrañable del analista imparcial: «yo siempre he estado en contra de la cultura de la cancelación, venga de quien venga», que es una frase tan absurda como aviesa porque la cultura de la cancelación es izquierdista. Es como decir que uno está en contra del ataque con cuchillo sea cual sea su origen.

El caso de Kimmel es revelador. No solo introdujo tras el asesinato, caliente el cuerpo aún, una narrativa (valga la expresión) entre falsa e irrespetuosa, es que cuando sus jefes le pidieron moderación amenazó con redoblar el tono. No fue el presidente llamando, ni fue ni siquiera el dueño de la compañía, sino la queja de las emisoras locales que «compran» el producto. Kimmel tiene una muy pobre audiencia y la broma ya no era graciosa ni rentable.

¿Vieron el cuerpo de Kirk apagarse, la sangre manando a borbotones de su cuello, el micrófono cayendo de su mano?

Pero incluso si la FCC, la Comision Federal de Comunicaciones, el regulador que concede las licencias para ese tipo de televisión en EEUU, cumpliera su amenaza de vigilar el discurso, lo haría en estricto cumplimiento de su obligación legal, pues la concesión de una licencia sobre un dominio público se hace con una serie de condiciones y con la obligación de respetar un mínimo decoro.

Esta línea, la apuntada por Brendan Carr, presidente de la FCC, es la que debería seguirse en España con las televisiones privadas cuyas licencias se concedieron para fomentar una pluralidad que ellas mismas contribuyen a eliminar.

(Aquí volvería a salir nuestro amigo: ¡estoy en contra de que eso se haga, lo haga quien lo haga! Pero… no hay televisiones de derechas).

La cultura de la cancelación de Trump será, en todo caso, para cancelar la propia cultura de la cancelación, asunto en el que daría en el clavo si cumple su anuncio de nombrar organización terrorista al movimiento Antifa.

En los últimos años hemos visto asesinatos políticos en EEUU; intentos de magnicidio, terrorismo interno organizado, violencia callejera sostenida, y hasta una nueva variante de crímenes trans; todo un discurso incivil que legitima la violencia sobre el «fascista», condición que definen ellos en monopolio académico y mediático. Hemos visto incluso la cancelación en las redes sociales del presidente en plena campaña electoral (a los liberales-libertarios no les parecía mal). Según confesión de los protagonistas, se hizo por petición de Biden.

Hemos visto de todo, y muerto Kirk, el problema es el «autoritarismo» de Trump, que da una rueda de prensa cada media hora y que si no hace nada, si deja las cosas como están, trasladará al siguiente un terreno minado de violencia y revancha. Se ha hablado mucho de la radicalización on line de los jóvenes, pero ¿qué hacemos con las redes, el discurso Antifa y su impacto en la Generación Z? ¿Qué tienen en común Mangione, el tirador de Covenant, el asesino de Kirk, o el joven francotirador que quiso matar a Trump? Esperamos la serie de Netflix.

A veces, con la frecuencia de un cometa, cada ochenta años, más o menos, pasan cosas: las consecuencias de la globalización llegan como un boomerang, la guerra por sobreproducción de élites abre un ciclo de violencia en un imperio en decadencia, surge un titán político (Trump) y entonces… cambian las cosas, tanto que echan al Kimmel de turno y se le llama censura, pero ¿habría algún problema para que Kimmel fuera contratado por otra cadena?

Tan poco problema hay que la misma cadena ABC ha comunicado, seguramente sensible a las presiones desde la izquierda, que Kimmel volverá a las ondas. Su cancelación no ha durado ni una semana. Esto es lo que llaman la «censura de Trump». El nuevo Hitler, la nueva inquisición, la noche oscurísima de este tirano que baila Village People… la censura a Kimmel duró lo que el Puente de la Inmaculada.

Como amenaza para el discurso, Trump es muy decepcionante. Su policía no ha ido, como la de Starmer en Reino Unido, tocando a las puertas de las casas por un tuit. Tampoco ha afectado al estatuto constitucional o legal de la libertad de expresión. Su única acción en ese sentido, criticada desde la derecha estadounidense, fue intentar acotar el antisemitismo o más bien la crítica a Israel en los campus universitarios.

Tratar de evitar que se mienta públicamente sobre un asesinato, que se celebre o que se ataque al asesinado no sería restringir la libertad de expresión sino protegerla.

Podríamos conceder, acaso, que un combate por la libertad de expresión se libra en EEUU y que dos fuerzas contienden. Una está simbolizada por la bala que calló a Kirk, matándolo de paso; la otra, por la oleada de indignación que ante el escarnio consiguió callar a Kimmel durante tres días.

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