
Imagen de Sandra Peña difundida por sus padres y homenaje en el lugar de su fallecimiento. RRSS / EUROPA PRESS
'..Sandra decidió terminar con su vida tras haber denunciado en varias ocasiones ser víctima de acoso escolar. Su familia ya ha comunicado que llevará a los tribunales al colegio en el que estudiaba porque denuncian que el centro no aplicó los protocolos de prevención de acoso, a pesar de estar obligado a hacerlo..'
Ya no quedan maestros
Alba Vila
La otra cara de la noticia de esta semana se llama Sandra. Tenía 14 años. La foto que inunda todas las redes sociales muestra a una adolescente alegre y sonriente que se ha convertido en un símbolo de dolor, de indignación. pero sobre todo de fracaso.
Sandra decidió terminar con su vida tras haber denunciado en varias ocasiones ser víctima de acoso escolar. Su familia ya ha comunicado que llevará a los tribunales al colegio en el que estudiaba porque denuncian que el centro no aplicó los protocolos de prevención de acoso, a pesar de estar obligado a hacerlo. Por lo que hemos podido conocer, la menor sufría dentro del centro pero también fuera. Ya se sabe, las redes sociales. Plataformas en las que llegó a bloquear a sus acosadoras. Una especie de intento desesperado por poner límites donde los adultos no lo hicieron.
Duele imaginar lo que pasa por la cabeza de una niña de 14 años para decidir que su vida ya no valía la pena. Resulta más incomprensible todavía qué pasó, si es que pasó algo, por la cabeza de los responsables del colegio que, a pesar de las denuncias de la familia, no actuaron. Pero parece que ya no quedan maestros. Sí, maestros. Puede parecer una diferencia semántica pero, en la realidad, la diferencia es abismal. El maestro no sólo se centra en enseñar sino que también actúa como una especie de guía. Eso ha quedado atrás y ahora hablamos de profesionales que son meros transmisores de temarios y notas.
Pero hay muchas Sandras. Cada año conocemos a una diferente. Otra familia rota. Una nueva denuncia de silencio administrativo. Un «nadie sabía nada». Y sin embargo, todos lo sabían. Todos lo veían. Porque el acoso no es invisible: se grita en los pasillos, se comenta en los grupos de clase, se comparte con ‘likes’ en las pantallas. Se trata de algo mucho más profundo: la crisis de valores y de vocación que atraviesa a toda la educación española.
Muchos dirán que hoy se habla demasiado de salud mental y piensen que los niños son más frágiles o que se exagera. Pero quizá lo que ha cambiado no son los niños, sino la mirada de los adultos. Una mirada distraída, ausente, pendiente del móvil, de los protocolos, de los informes… y no del niño que sufre. No obstante, tener protocolos de nada sirve si falta voluntad. No hay manual que sustituya la empatía, ni legislación que reemplace la atención humana. La educación personalizada, que es desde luego el ideal, es hoy una rareza, un lujo que parece inalcanzable. El sistema educativo no sólo falla en contenidos sino que también lo hace en presencia. No acompaña, no escucha. Y cuando no se levanta la mirada del móvil, cuando se enseña sin mirar, sin conocer, sin cuidar, el precio es este: vidas que se apagan demasiado pronto.
El ‘bullying’, el que toda la vida hemos conocido como el «matón de clase», ha existido siempre. Pero antes había una comunidad que educaba. Padres, maestros, vecinos. Había un ecosistema moral que enseñaba algo básico: el respeto al otro. Eso que antes llamábamos valores. Hoy, en cambio, educamos sin educar. Y cuando nadie enseña a los niños a ser buenos, el vacío lo llena el mal.
En redes circula esta frase: «Educa a tu hijo para que ningún compañero tenga miedo de ir al colegio por su culpa». Porque el acoso no termina en el colegio y continúa en las pantallas. Y cada año, otra Sandra. Otra familia rota. Otra noticia que dura un par de días hasta que llega la siguiente. Pero deberíamos detenernos. Faltan recursos, sí. Faltan maestros, también. Pero, sobre todo, faltan valores. Y cuando faltan los valores, terminan faltando los niños. Y aquí es donde está la clave. No hacen falta nuevas escuelas, nuevos modos de enseñanza, sino recordar para qué se crearon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario