Transporte de un toro por las calles de Valencia
Un toro de D. Vicente Martínez
suelto por Madrid
Día de Jueves Santo de 1877, 29 de marzo.
Publicado en El Toreo, 2 de abril de 1877
El Jueves Santo recorrió las calles de Madrid un toro de la ganadería de D. Vicente Martínez, llamado Charro, de pelo retinto, bien puesto y de buena estampa.
Este toro rompió la jaula del camión donde era conducido por las afueras, desde la estación del Norte a la del mediodía perdiendo en la acometida la mitad de su armadura, y se lanzó del carro y entró en Madrid por la calle de Segovia.
Al llegar a la plaza de la Cruz Verde embistió a un joven que estaba llenando una cuba de agua, causándole una grave lesión en el vientre. El desgraciado rompió en gritos de dolor, exclamando: -¡Socorro, socorro! -¡qué será de mis amos!
El pánico de los que corrían, el terror de los rezagados y el asombro de todos los que presenciaron la desgracia, les embargaba de tal manera, que nadie se atrevió a auxiliar al infeliz.
A las voces, los guardias de la prevención del Rollo, en la creencia de que se cometía algún crimen, salieron en seguida, encontrándose frente a frente con el animal.
El guardia encargado de la prevención, Viejo de Liébana, con un arrojo digno de mencionarse, intentó disparar sobre el animal el revólver, pero no pudo conseguirlo por quedar encerrado entre la pared y las astas del bicho; afortunadamente el guardia no resultó más que con una leve contusión en la mano izquierda.
Momentos después, una mujer que se vio cerca del toro, se arrojó al suelo, pasando sobre ella el bruto sin embestirla.
El animal continuó su paseo sembrando el terror por Puerta Cerrada y calle de Toledo, y ya en esta intentó penetrar en el nuevo café de San Millán, en donde rompió casi por completo los cristales de las puertas.
La confusión en este punto llegó a ser general; las carreras aumentaron, las pocas tiendas abiertas fueron cerradas inmediatamente, no sin que antes se vieran invadidas por los fugitivos las rejas, los huecos de los portales y, sobre todo, la taberna número 3 de la plaza de la Cebada, donde no quedó mesa en pie, ni silla con respaldo, ni estante seguro, ni envases, ni bebidas, pues mientras unos asaltaban el establecimiento llenos de pavor, otros aprovechaban el tumulto para huir sin pagar, y trasegar sin dinero.
El toro continuó siendo la pesadilla de las gentes por todas las calles donde pasaba y asustando con sobrado motivo a los transeúntes, llegó a la plaza Mayor, cruzó los portales, y entró por la misma calle en dirección al viaducto.
Una de las personas que huían a todo correr, tropezó con el sereno, quien tomándolo por hombre sospechoso al ver su precipitación, le intimó con el chuzo para que no siguiera adelante.
-¡Que viene el toro! –exclamó aquél.
-Yo le pararé, -dijo el sereno.
Y antes que se prolongara el diálogo, el animal se presentó frente al edificio del gobierno civil; lo vio el del chuzo, y quedó más espantado que sereno.
-¡Sálvese Vd., gritó al caballero! Huyendo los dos sin novedad.
Otro caballero que se retiraba con dos señoras, se vio a pocos pasos del toro, y no encontrando fácil la fuga, empujó a las señoras por las gradas de la fuente de los Consejos, poniéndose a cubierto de una embestida probable.
Esquina a la calle del Factor fue atropellado un transeúnte sin sufrir lesión ni herida.
El bicho con el pitón derecho roto, siguió por la misma calle y entró en el viaducto.
Algunas personas huyeron, y un hombre que se vio casi en las astas de la fiera, encaramóse a la barandilla y con el doble terror del abismo y del animal, pasó horribles angustias durante algunos momentos.
Continuó el toro pasando y repasando el viaducto y emprendió después su camino por la misma calle Mayor, Hileras, Arenal, plazas de Isabel II y de Oriente hasta la de Bailén, siendo causa del pánico de medio Madrid.
Cerca del ministerio de Marina, un portero de aquel departamento, llamado Francisco Fraqué, tomó una carabina, y apuntando al animal, logró matarle al segundo balazo. Los guardias de orden público llegaron a tiempo de rematar a la fiera, que aún tendida y espiante infundía recelos.
Las personas víctimas de la ferocidad del toro son las siguientes: José Vega, en la calle de Segovia; Juan Grande, en la de la Morería; Pedro Jorge, en la de los Mancebos; Alejo Merino, en Puerta de Moros, y Paula Gómez y Pascual Álvarez en la calle de Toledo.
en El Toreo, 2 de abril de 1877
Viejo carro de transporte de toros de Pablo Romero,
actual Partido de Resina
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