Luce Irigaray
Emc2 le parece una trampa machista a ella
"...Los factores preponderantes del desorden social actual son la “inquietud intelectual” del tonto y el “deseo de superación” del cuco..."
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los factores preponderantes del desorden social actual son la “inquietud intelectual” del tonto y el “deseo de superación” del cuco.
Ahí quedó el aviso a navegantes de Gómez Dávila.
Descarrila un tren (el tren está pasando siempre delante de nosotros) lleno de muertos (“¡descarrilé, qué le voy a hacer, somos humanos!”) y, mientras la gente normal corre a hacer cola para dar sangre, la gente importante se sienta a hacer sus cavilaciones.
Toda la historia de la vida de un hombre, cuco o tonto, está en su actitud.
–Otra vez se nos muere el pueblo en trenes –tuitea un friki con nómina de profesor de la Complutense–. Ojalá no haya culpables, no sean los recortes. Fuerza.
–Si el accidente hubiera ocurrido en EEUU muchos heridos no tendrían una buena atención –tuitea otro friki no menos progresista e igualmente con nómina de profesor de la Complutense.
Son la inquietud intelectual y el deseo de superación de nuestro mundo universitario.
Puede que peor estuvieran en Francia, donde la feminista Irigaray denunció por machista la EMC2 de Einstein.
Velocidad, puntualidad… ¡Tiempo!
–Yo sé lo mágico de esperar un tren en Galicia –dice Ónega, el viejo radiofonista.
–Soy un técnico superior y sé lo que digo –dice un lector para sostener su teoría de la curva.
De la trascendencia de la formación (técnica e ideológica) da fe una aportación del periódico global: en la curva de la muerte, el tren “usa la vía que se construyó durante el franquismo”, y así se hace “para evitar expropiaciones” más caras.
Al final, de la noche terrible permanece la impresión de un guardia anónimo: “No puedo contener mis lágrimas cuando estoy sacando cadáveres y les están sonando sus teléfonos móviles.”
Una vez vi morir a un hombre en su trabajo, fulminado por un infarto junto al reloj de fichar. En las horas que tardó el juez en llegar, su móvil no paró de sonar. Era su novia.
La muerte moderna no se certifica hasta que el móvil deja de vibrar.
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