"...Fue ayer en Albacete. Ponce volvió a demostrar por qué continua sentado en el trono más alto de toreo desde hace un cuarto de siglo en su ininterrumpida carrera. Y ayer como ha quedado dicho, compartiendo el triunfo con Diego Ventura que cuajó una labor memorable e inconmensurable..."
Magistral Ponce, cumbre de Ventura y Fandiño escaldado
- Aceptar Fandiño la sustitución de Talavante fue una imprudencia temeraria de Fandiño al resultar materialmente aplastado antes y después de que Ponce exhibiera su impar magisterio. En su afán de querer ser lo que no es, salió escaldado.
Ya saben mis lectores que no me gustan las corridas mixtas con lidia a pie y a caballo. La enorme desigualdad entre las exposiciones de ambas modalidades, me exaspera. Sin embargo, ayer gocé mucho con la gran faena del caballero de la Puebla del Río al cuarto toro de la tarde, un maravilloso ejemplar murubeño de la familia Gutierréz Lorenzo. Pero más me maravilló lo que hizo Enrique Ponce con el quinto toro, de Juan Pedro Domecq: Trocar sus feas y complicadas embestidas por dulces viajes. Claro que, a estos milagros del valenciano, ya estamos más que acostumbrados…
Fue ayer en Albacete. Ponce volvió a demostrar por qué continua sentado en el trono más alto de toreo desde hace un cuarto de siglo en su ininterrumpida carrera. Y ayer como ha quedado dicho, compartiendo el triunfo con Diego Ventura que cuajó una labor memorable e inconmensurable. Por el contrario, un atrevido Iván Fandiño que entró en el cartel para sustituir al herido y aún convaleciente, Alejandro Talavante, se arrugó en el reto de alternar con grandes figuras. Increíblemente temeroso pese a su fama de valiente, no fue capaz de acoplarse con dos toros de Juan Pedro Domecq que resultaron bastante más fáciles que el lidiado de este mismo hierro en quinto lugar por el inacabable espada valenciano.
En tarde soleada y medio calurosa tras un largo rato de tormenta lluviosa sobre la capital manchega, casi se llenó la plaza, por lo que quedó patente que, ahora mismo, la afición de esta región es la más numerosa y fiel a la Fiesta de toda España. La feria de Albacete que aún continúa, está resultando un éxito desde todos los puntos de vista y eso es algo estupendo y estimulante. Además, el comportamiento del público que asistió al festejo que ocupa esta crónica, fue excelente. Que aprendan los amargados y violentos catetos de Salamanca.
De los dos toros despuntados para rejones, destaco con notable diferencia el de Capea, por cierto presente en el festejo y radiante de satisfacción desde el callejón. Tanto durante como después de la lidia del magnífico ejemplar que fue clamorosamente aprovechado por Ventura. Sensacional en una demostración absolutamente irreprochable, además de brillante y variada. Tanto el jinete como sus excepcionalmente domados caballos elevaron a altísimas cotas el arte del rejoneo, hoy en día muy difíciles de superar. Ventura cortó dos orejas y salió a hombros.
No pudo acompañarle Enrique Ponce por lo baja que le cayó a estocada que pasaporto al quinto toro del que cortó una sola oreja cuando tenía las dos en la talega. Un animal que, llegada la hora de la faena de muleta, embistió con la cara por las nubes y pegando cabezazos. Defectos que fueron corregidos por Enrique gracias a sus excepcionales virtudes. La perfecta e idónea colocación, las debidas alturas en portar el engaño – fue la media altura la que arregló casi todo -, la administración del trasteo con las precisas pausas que Ponce llena como nadie, y los modales de conducir la muleta, siempre en pos de conseguir la mejoría de su oponente sin renunciar nunca a su proverbiales elegancia y naturalidad. En el magistral empeño, Ponce logró completar brillante y bellamente su propósito, culminando lo hecho con muletazos de ensueño y pasmosa lentitud.
De los toros de Juan Pedro Domecq, magníficamente presentados y con astifinas cabezas, el de más clase fue el devuelto por su invalidez que salió en segundo lugar, acrecentada con el volantín que se pegó al salir de un lance. Todos lamentamos su falta de fuerza. Le sustituyó un sobrero de El Torreón, también presentado con categoría y muy noble aunque con escasa fuerza. Ponce estuvo a gusto con él aunque lo que le hizo apenas tuvo trascendencia. Los otros tres toros de Juan Pedro no fueron como el devuelto y me refiero a su clase. Resultaron simplemente posibles a condición de que quienes los tuvieron en sus manos fueran capaces de resolver los problemas que plantearon. Así el quinto ya comentado del triunfo poncista.
Los dos que mató Iván Fandiño fueron mejores que el de Enrique. Pero el vizcaíno solo fue capaz de mostrarse voluntarioso aunque torpe e indeciso, tratándose de alguien tenido por muy valiente. Debieron cerrársele las meninges porque dio pena verle cual principiante sin futuro. Al lado del de Chiva, pareció un plato de patatas sin sal ni sacramentos que en el caso del sexto y último de festejo, dio repelús tras forrarnos de caviar iraní…
Aceptar la sustitución de Talavante fue una imprudencia temeraria de Fandiño al resultar materialmente aplastado antes y después de que Ponce exhibiera su impar magisterio. En su afán de querer ser lo que no es, salió escaldado.
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