"...Lo cierto es que estamos en la encrucijada y la plaza de toros de Zaragoza necesita del apoyo de todos. Necesita que la gente vuelva a tener como centro de sus fiestas en honor de la Virgen del Pilar al coso de Pignatelli. Hay superar gestiones nefastas y adocenamientos populacheros y devolver a su tendido a don Francisco Goya. Goya es nuestro patriarca taurino. Que regrese a su lugar de honor..."
ZARAGOZA CUMPLA 250 AÑOS (y II)
Una Feria del Pilar bien estructurada y novedosa
BENJAMÍN BENTURA REMACHA
Contaba en mi anterior escrito que la primera parte de la Feria del Pilar de este año se iniciara con una corrida de Victorino Martín, más plato fuerte que aperitivo, dos novilladas para desengrasar y la emblemática corrida goyesca, modalidad de guardarropía que tuvo su primera expresión en el festejo que se celebró en esta misma plaza en 1927, si bien aclaraba que hacia 1910 hubo en Madrid un festejo gremial en el que los estudiantes que participaron tomaron como modelo para su vestuario al goyesco “Pepe-Hillo”. Aseguraba que esta del próximo día 8 de octubre iba a ser la sexta corrida goyesca a celebrar en la goyesca Zaragoza porque olvidaba las dos últimas de esta modalidad del coso de Pignatelli en sus 250 años de existencia, la del 29 de junio de 2008 con motivo del Bicentenario de los Sitios, toros de “Vellosino” y un sobrero de “La Campana” para Julio Aparicio, Morante de la Puebla y Salvador Vega, una oreja en el tercero, cartel muy del gusto de Ignacio Zorita que fue el organizador, y la de 9 de octubre de 2012, con toros de Gaviria para Curro Díaz, Morenito de Aranda e Iván Fandiño, oreja en el sexto. No recuerdo si hubo justificación conmemorativa y sí que desde las páginas de ABC, Andrés Amorós hizo hablar a “don Francisco el de los toros”, ya desterrado entre matorrales y furgonetas . Quiere decir todo ello que la próxima corrida del 8 de octubre será la octava de la modalidad goyesca de las celebradas en las Eras y Campos del Toro, cerca de La Aljafería. No tengo en cuenta una novillada que también se dio en 1927 con el decorado especial del festejo inaugural de esta modalidad festiva pero sin el vestuario apropiado y en 1996 un festival abigarrado y multitudinario que fue como mi particular despedida de la plaza en la que estuve como responsable técnico durante 17 años, con toda una variedad de los alardes populares que reflejó en su obra don Francisco y con cuatro utreros para “Marquitos” y “Paulita” y dos erales para Ricardo Torres. Agua pasada.
A lo que vamos: la segunda parte de la Feria del Pilar de 2014. No dudo de la capacidad organizadora de Simón Casas y de sus acreditados colaboradores Patón y Cutiño y de las habilidades gerenciales de José Luis Ruiz, iniciado en estos menesteres en la época de la gestión directa de la plaza por parte de la Diputación de Zaragoza y vinculado al equipo director desde entonces. Han hecho un buen trabajo sin demasiadas concesiones a las sorpresas. Esta segunda parte de la Feria se inicia con el paseíllo en solitario de Daniel Luque, poderdante de Casas. No iba a ser menos el de Gerena porque, en la largura y variedad de su repertorio de capote y muleta, lo encuentro más capaz que otros solitarios como Fandiño hace unos días en Guadalajara, por cierto mal vestido de goyesco en un tono rosa flebe o acaramelado, sin chaleco ni faja, o la aventura anunciada de Abellán en Madrid. Y lo más interesante en el caso de Luque es la lista ganadera de esta corrida con el ínclito don Victorino, los Lozano de Alcurrucén, el impaciente y expresivo señor Gallardo de Chiclana, el Fraile del Puerto de San Lorenzo, los dulces de Victoriano del Río y el ardiente temperamento de los que vienen del frío. En Zaragoza hay recuerdos imborrables de un toro de Bañuelos que le tocó a Ferrera y este todavía no se ha percatado de como salió airoso de aquella epopeya. Luego, la corrida mixta del año con dos toros de Bohórquez para los veinticinco años de Pablo Hermoso de Mendoza, que un día se lanzó desde el trampolín zaragozano cuando vino a sustituir en corrida de la Feria del Pilar televisada al hijo del ganadero jerezano, tras una tarde triunfal en Ejea de los Caballeros. A pie, con toros de Núñez del Cuvillo, mano a mano de Perera y Talavante. Este, Talavante, está también anunciado al día siguiente, con toros de Juan Pedro Domecq, los de la uve coronada, y la compañía de Ponce, otros veinticinco años en los ruedos, más corridas toreadas, más toros estoqueados, siempre en la cabecera del escalafón, admirado y denostado, fiel a sus hombres, a su mozo de espadas, a su apoderado, cuadrilla o chófer, sin problemas de toros o compañeros, buen nieto, hijo, hermano, marido o padre, una joya, y “Finito de Córdoba”, por el que no disimulo mi debilidad casi ancestral. A Ponce puede que le pase como a Antonio Ordóñez. Le perjudican sus rendidos panegiristas. Siempre recuerdo una corrida en Linares a la que acudieron los fieles ordoñistas más peregrinos, sobre todo los de Bilbao. Cuando el de Ronda terminó con el cuarto toro, como un solo hombre, se levantaron y abandonaron la plaza: “Yo lo hemos visto todo”. Por detrás quedaban Diego Puerta y Santiago Martín “El Viti”. Nunca los buenos aficionados han sido de un sólo torero. Ni siquiera aquel que, a la muerte de “Manolete”, aseguró que no volvería a los toros. Y se completa la Feria pilarista con una corrida de Parladé y Victoriano del Río para Padilla, “El Juli” y Perera y la apoteosis a caballo de los que le quieren quitar el cetro al de Estella, Andy Cartagena, Diego Ventura y Leonardo Hernández. Diego Bentura, con B, era el ganadero de Ejea de los Caballeros que lucía la divisa encarnada en Madrid, Zaragoza, allá por los años de su inauguración, y Pamplona, último tercio del XVIII. Por eso mi nieto se llama Diego Bentura.
Lo cierto es que estamos en la encrucijada y la plaza de toros de Zaragoza necesita del apoyo de todos. Necesita que la gente vuelva a tener como centro de sus fiestas en honor de la Virgen del Pilar al coso de Pignatelli. Hay superar gestiones nefastas y adocenamientos populacheros y devolver a su tendido a don Francisco Goya. Goya es nuestro patriarca taurino. Que regrese a su lugar de honor. Está bien el concurso de bandas musicales ahora que ha desparecido la Provincial, las charlas y conferencias, el aula juvenil o las publicaciones divulgadoras, pero necesitamos a Goya en su sitio. Recuerdo que en México, donde estuve hace medio siglo, en la inauguración de un taller algunos hombres pedían que acudiera “el padresito”, el cura que podía bendecir las instalaciones. No auguraban nada bueno si no se materializaba esa presencia. Goya no tiene tal consideración bendita, pero estaría muy bien que volviera al lugar por el que fue creado en bronce por el escultor Manuel Arcón. ¡Qué regrese a su localidad nuestro “padresito Francho”, el más grande de los divulgadores de la Fiesta Española!
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