la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 12 de octubre de 2014

Zaragoza.- 7ª Feria del Pilar: A hombros Talavante y magistral Ponce / por J. A. del Moral




El maestro cortó una valiosa oreja dando dos lecciones marca de la casa. Tuvo que pechar con lo peor del ganado a lidiar, los dos sobreros de la muy bien presentada corrida de Juan Pedro Domcq que echó dos de claro triunfo. Uno de ellos, el tercero, de vacas. Acompañaron a Ponce en su triunfo, Alejandro Talavante con dos orejas y salida a hombros tras hacer una gran faena al estupendo tercero. Y Diego Urdiales otra del segundo que fue de dos. La plaza casi se llenó pese a ser televisado el festejo en directo y la gente salió encantada de la plaza.

Zaragoza. Plaza de La Misericordia. 
Sábado 11 de octubre de 2014. Séptima de feria. Tarde calurosa con la cubierta a medio abrir y casi lleno en festejo televisado en directo y, por tanto, visto por aficionados de todo el mundo.
Seis toros de Juan Pedro Domecq incluido el sobrero que reemplazó al primero devuelto por derrengado. Bien presentados y nobles en distintos grados de fuerza. Muy poquita el sobrero que hizo de primero que fue franco solo por el lado derecho. Fue pitado en su arrastre. Muy noble el segundo. Extraordinario por todo el tercero. Por devolución del derrengado cuarto, se corrió un segundo sobrero de Torrealta, bien presentado, manejable con justa fuerza y sin clase. De bravo y bueno a mucho peor el quinto por mal lidiado. Muy deslucido el sexto.

Enrique Ponce (carmelita y oro): Buena estocada, gran ovación. Buena estocada, aviso y oreja.
Diego Urdiales (verde botella y oro): Estoconazo, oreja. Media caída atravesada y dos descabellos, aviso y ovación.
Alejandro Talavante (nazareno y azabache): Estoconazo trasero y descabello, dos orejas. Tres pinchazos hondos, aviso y ovación.

En el mundo taurino español, es costumbre – mala costumbre por cierto que en Francia nunca rigió ni rige – que los organizadores del espectáculo pasen de los fracasos repetidos cuando las ganaderías y los toreros los acumulan tras años de éxito. Es por el poder de la inercia que conllevan los triunfos por lo que las empresas respetan a los que empiezan a señalarse por los públicos como inaguantables dado su pobrísimo rendimiento. Este fenómeno, ciertamente injusto, está ocurriendo con no pocas ganaderías que este año se está cebando sobre todo en la de Núñez del Cuvillo. Dicen algunos, no sé si por verdaderamente enterados, por envidia o por intrínseca maldad, que las empresas siguen comprando corridas de este hierro a troche y moche porque las venden tiradas. Pero es el caso que esta economía choca frontalmente contra el interés de los toreros que las matan y, sobre todo, contra el público pagano.

Claro que, también debemos reconocer que es comprensible que los toreros guarden en su memoria los grandes triunfos obtenidos con reses para ellos inolvidables y que persistan en matar del mismo hierro por ver si suena la flauta aunque sea por casualidad. Pero esto ha pasado toda la vida. Me acuerdo cuando El Viti cuajó para la historia en Sevilla un faenón de imborrable recuerdo con un toro de Samuel Flores y se pasó años esperando a ver si le salía otro igual sin que le llegara en ninguna de las muchas corridas que mató después de este hierro.

Ayer se lidió una corrida de Juan Pedro Domecq, ciertamente una de las predilectas de la mayoría de las figuras del toreo desde los tiempos de su creador y criador hasta nuestros días, don Juan Pedro Domecq Díez. Pese a su regularidad más o menos certera en una abundantísima cantidad de corridas vistas y por mi reseñadas, fue natural temer que ayer nos tocara una de las malas aunque lo normal es que, del envió llegado a Zaragoza, algunos toros saldrán buenos. Y ojala que así suceda, como imploramos cuantos acudimos a la plaza para ver qué logra Enrique Ponce en la última tarde de su ejemplar campaña que ha hecho la venticinco de su vida permaneciendo ininterrumpidamente en la cumbre del toreo hasta llegar a esta corrida en la víspera de la festividad de El Pilar, como tantos años hizo para rematar sus temporadas en una plaza de primerísimo orden.

A Ponce le acompañaron Diego Urdiales, imagino que por su reciente éxito en Madrid para, en justicia, sustituir al inoportunamente lesionado, Finito de Córdoba. Y Alejandro Talavante que antier tuvo aquí la negra con un toro que se rompió una mano quedando inservible y otra gris por descabellar un par de veces tras la estocada, lo que le impidió que ganara una oreja. Deseamos suerte a los tres y que, a cada cual, San Pedro se las bendiga. Pero este deseo es muy especial para Enrique Ponce.

Mira, Enrique, pase lo que pase, ocurriera lo que ocurriese en este fin de tu temporada que este año no será en Jaén como acostumbrabas, cuando vuelvas al hotel y después de que reces como solo rezas tu frente al abundantísimo altar de tus devociones, mírate a tus prodigiosas manos, siente el latido, siempre tranquilo y bondadoso de tu corazón y piensa un momento en todo lo que llevas hecho en el toreo – más que nadie – y, muy especialmente, durante esta temporada tan importante para ti que empezó sufriendo una gravísima cogida en Fallas que pudo ser mortal; siguió increíble y admirablemente reapareciendo nada menos que en Sevilla y en Madrid, dando ejemplo a todos tus compañeros; y continuó jalonando actuaciones magistrales y es decir poco, tanto con los buenos toros a los que has toreado mejor que nunca, como a los malos que también tuviste que afrontar muchos y a todos les sacaste inverisímil partido sin perder con ninguno la compostura, la naturalidad, la elegancia y esa inimitable facilidad de las que no puedes ni podrás prescindir nunca porque estos dones que Dios te ha regalado – en lo único que falla varias veces la Divina Providencia es con la espada –, los llevarás siempre contigo. Y no digamos los que adornan tu ser y tu estar como ser humano tan excepcional o más que la enorme torería que posees elevada a la enésima potencia. Y que en ese momento no te importe presumir de todo ello aunque tengas que desprenderte de otra de las virtudes que también te adornan: la humildad. Esa humildad de los verdaderamente grandes porque nunca tienen necesidad de exteriorizarla y menos de venderla. Aunque sabes mejor que nadie quien eres, jamás abusaste de este singular saber.

Y dicho esto, vayamos con los detalles de la corrida.

Castaño y voluminoso el primer toro que salió corretón y suelto tras rematar. Ponce lo sujetó con lances rodilla en tierra de los que salió para caerse. También tras dos verónicas y media en pie. Noble, mucho. Fuerza, nula. Le perdonaron el castigo en varas mientras el público protestaba con razón. Fue devuelto pero, antes de que salieran los bueyes, Ponce le pegó dos lances y media lentísimos. Qué pena de tan poca fuerza… En su lugar soltaron un sobrero del mismo hierro. Cinqueño y castaño. Muy bien presentado y sobrearmado. Llegó y remató en tablas. Tres buenas verónicas de Ponce y otro toro que pierde las manos aunque no en la fatal medida del anterior. Breve el primer puyazo. Mosqueo del público y otro picotacito.Y el toro, sin resuello. Solo un milagro podría hacerle embestir en forma. Pero en banderillas pareció recuperar algo de brío. Se dolió de los arponcillos. Ponce empezó con la derecha con tanteos diestros por alto y con uno de pecho lo colocó para los redondos. Poquito a poquito lo fue metiendo con infinito temple hasta ligar la primera tanda con el de pecho, con el animal aparentemente restablecido. Pausando como solo sabe hacerlo este torero, se recreó llevando la muleta a media altura. Trinchera e intentos al natural con el toro quedándose muy corto y revolviéndose. Muy de cerca, más redondos de uno en uno con dos arrebujado y atacando más. Mucho aguante para los siguientes y renuncia del animal en el de pecho. No se podía sacar del toro más y solo Ponce es capaz de ello sin permitir que el animal perdiera las manos. El milagro, en esta caso milagrito, estaba hecho. Y buena estocada. Gran ovación tras pitos para el toro en su arrastre.


Burraco e imponente además de muy veleto el cuarto. Las manos por delante en el recibo de Ponce. Y suelto después. Buen puyazo de Manuel Quinta en su última actuación en España. Perdió las manos el burel y salió sin resuello. ¿Otro sin ninguna fuerza para Enrique? Afortunadamente, fue devuelto. En su lugar soltaron un segundo sobrero de Torrealta. 592 kilos. Castaño bragado. Y bien puesto de pitones. Muy suelto de capotes. Lances ganando terreno desde tablas a tercio con dos medias de Ponce. Se fue solo al caballo para irse al sentir el hierro. Paletón sin clase y, ¿posible? Segundo puyazo en regla. Quite de Urdiales. Dos delantales y media. Bien Mariano de la Viña y Emilio Fernández en palos. Y brindis de Ponce al respetable con el añadido que dedicó a su gran amigo Arturo Beltrán alzando la mano al cielo. Tras doblarse suavemente, amago de derrumbe. Y en el tercio, redondos de terciopelo del valenciano. Nuevo amago de derrumbe en un derechazo aislado citando desde lejos. Más cerca y a media altura, suavidad y elegancia en nuevos redondos. Y el concierto, señores. Relajo, parsimonia, naturalidad, temple en los siguientes con la derecha. Molinete, mas redondos y cambio. Y el toro sin romper. Molinete, cambio y naturales altos ligados a molinete invertido y al de pecho. Mejor por decir algo el derecho, Toreo de enfermería, amago de cogida y más redondos sacados con sacacorchos pero soberbios que ligó al de pecho tras volver sobre sí mismo. Tres atacando descarado y cambio al paso. Quiso más por inconforme Enrique y fueron al natural mientras sonaba el primer aviso sin haber terminado la faena. Qué mal gusto, presidente. Y gran estocada. Ayer si le ayudó Dios con la espada y él tirándose a matar de verdad. Otra vez muy por encima de este toro que, en otras manos – no digamos el primero – hubiera deparado una ruina. Oreja de ley ganada a pulso por magistral y gracias a su inagotable afición e increíble capacidad frente a toda clase de embestidas. Buen final de temporada, maestro de maestros. 


Turno de Diego Urdiales, saludado con palmas al salir del burladero. Los de su cercano pueblo. Castaño y con carita. Menos toro que el sobrero. Lances muy sentidos aunque no todos templados de Urdilales que fueron jaleados como los de Morante. De lata. Más fuerte el toro que los ya corridos, el primer puyazo lo tomó en bravo aunque saliendo muy suelto hasta el otro lado de la plaza. Quite de Urdiales por chicuelinas con remate de media muy aceleradas. Como una túrmix. Picotazo en el segundo encuentro. Cubierto el tercio de banderillas con bien aunque el animal ya empezó a mostrar cierta flojera. Pero había toro para triunfar y Urdiales se lo brindó a Ponce y a Talavante. Ninguno de los dos puso pegas para la sustitución. De agradecido es ser bien nacido. Altos diestros a pies juntos con la derecha. Dos de pecho, redondo, cambio y de pecho. En los medios, cuatro redondos ligados al de pecho. Más de lo mismo aunque con menos acople. Naturales ayudados en dos rondas con remate por alto aunque algunos enganchados para que el toro no se le cayera, molinete y de pecho. La tercera la dio más comprometido hasta adornarse y, en vez de matar, más naturales a pies juntos con algo más de gracia que los que ya había dado. El toro era más de derechas, Diego. Abaniqueo y estoconazo hasta la empuñadura. Lo mejor de la faena, la estocada. Entre una cosa y otra, oreja. La primera de la tarde. Sé que me van aponer a parir muchos. Pero fue toro de dos. La buena y la mala suerte de los modestos.


Muy bonito el negro quinto. Noble y codicioso aunque justito de fuerza. Buenos lances de Diego Urdiales en el recibo. Muy bravo en el primer puyazo. Sin quite, otro puyazo en modo y forma. Y quite de Talavante por chicuelinas bajas con remate de media superiores. Otro toro de triunfo y van tres. Bien los peones en palos. Y brindis del riojano al público. Alto y ayudados por alto. El toro perdió las manos en el primero. Y en los medios, desajuste a derechas con enganchón. Eso perjudica como bien se vio al rematar con el de pecho la segunda ronda a derechas. Naturales destemplados, nueva pedida de manos y cite descarado para dar más naturales. El toro ya no era lo que había sido, empezó a pegar cabezazos y la cosa acabó en sobrado empeño y buena voluntad de Urdiales que, aún sin resolver, agradecieron los espectadores. Mató de media estocada caída atravesada. Cariñosa ovación. 


Castaño el imponente tercero. Echó las manos por delante al capote de Talavante, con más ganas que temple en sus arrebatadores lances. Mejor le salió el galleo por chicuelinas rematadas con revolera. Romaneó el toro hasta derribar en el primer puyazo. Quite de Talavante. Dos verónicas y media, buena la primera y la media. Alegre y bravo el toro en el segundo encuentro aunque sin pegarle nada. Otro toro de triunfo. Simplemente correcto el tercio de banderillas. Brindis de Talavante entre ovaciones. Se quedó donde brindó, en el platillo. Cie al natural con el cartucho de pescao. Y tras casi ser cogido en el primero, sensacionales muletazos con su mano de oro. La izquierda. Rematada la segunda ronda con trinchera y el de la firma. Y más a izquierdas con el toro un poquito tardo. Fijeza y nobleza con clase es mucho. Buenísimo el de Juan Pedro. Estupendo el de pecho zurdo. Y tras breve pausa, formidables redondos bien ligados con mexicanadas añadidas que ponen la plaza boca abajo. Ya tenía las orejas en el bote. Sobraron los pases siguientes y menos mal que fueron pocos. Estoconazo trasero y descabello. Dos orejas pedidas con clamor. La presidencia se resistió a conceder la segunda, pero terminó dándola. Como debe ser y no como el otro día con Daniel Luque.


Burraco con cierto poder el sexto, sin clase aunque manejable en el entusiasta recibo de Talavante y bravucón en el caballo derribando en el primer encuentro. Tuvo movilidad en banderillas con Juan José Trujillo como gran protagonista en dos pares excelentes. Empezó la faena con ayudados por bajo incomodados por los derrotes por alto del animal. Tardo y soso en los derechazos que siguieron. Tampoco este burraco valió. Desajustes en el plausible empeño de Alejandro con más a derechas. Y cortos aunque más templados los naturales, ya sin fuerza el burel que miró mucho al torero. Caída del toro en los derechazos que siguieron. Mejor hubiera sido matar. Pero Alejandro quería redondear la tarde y, estaba visto, no lo consiguió en un postre baldío de faena que terminó con adornos y tres pinchazos hondos que fueron suficientes para que doblara el animal.


Esta crónica se la dedico al abuelo Leandro. Porque siempre leyó mis crónicas sobre su nieto mientras vivió y porque estoy seguro que esta la leerá desde el cielo.

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