Lo que va de Disney a Cousteau / Por Paco Delgado

Ya dejó bien claro Sánchez Ferlosio que la mayor catástrofe cultural del sigo XX había sido Walt Disney. El dibujante y productor estadounidense -de origen español- creó todo un universo animado en el que los animales gozaban de atributos humanos. Pensaban, discurrían, amaban o sufrían como si fuesen personas, influyendo de tal forma en millones de mentes que las más débiles asimilaron el sentimiento humano a toda la naturaleza.

Lo que va de Disney a Cousteau

 

Paco Delgado 

Hay que prevenir antes de curar y prevenir es limitar el mucho margen de acción que se da a esta patulea.

Los antitaurinos, seres que están demostrando que lo de personas es definición que les encaja malamente, siguen no ya haciendo de las suyas, que las hacen, vaya si las hacen, sino aumentando la intensidad de su fobia hasta extremos que hay considerar ya como delictivos y altamente peligrosos para quien no comulga con sus ideas, sin entrar ya en otras disquisiciones.

Los últimos ataques -agresiones en Gijón, vandalismo en Salamanca, altercados en la inauguración del curso de periodismo taurino, salvajismo en una conferencia en el CEU San Pablo en Madrid... por no retroceder un poco en el tiempo y añadir el incendio del domicilio de André Viard, nada menos- indican bien a las claras que no estamos ya ante un grupo de románticos defensores de los animales, pacíficos amantes de la naturaleza que sufren cuando cae una hoja zarandeada por el inclemente viento, gente que, aturdido su entendimiento por un mal entendido amor a todo aquello que no camine erguido sobre sus extremidades inferiores -el gran e irrepetible Tip añadiría “o de abajo”- no soporta lo que ellos consideran maltrato o daño hacia aquellos.

Ya dejó bien claro Sánchez Ferlosio que la mayor catástrofe cultural del sigo XX había sido Walt Disney. El dibujante y productor estadounidense -de origen español- creó todo un universo animado en el que los animales gozaban de atributos humanos. Pensaban, discurrían, amaban o sufrían como si fuesen personas, influyendo de tal forma en millones de mentes que las más débiles asimilaron el sentimiento humano a toda la naturaleza.

No es raro, por tanto, que sean muchos -muchísimos ya, porque no se está explicando- los que piensan que un perro ama exactamente igual que nuestro vecino o que un gorrión macho sufra lo indecible cuando un gorrión hembra vuela con otro. Y los hay que hasta se les rompe el corazón cuando alguien se deshace de una cucaracha. Por ejemplo.

Un pastor contaba una vez que, habiendo visto merodear en torno a su rebaño a una manada de perros asilvestrados, cuando uno de ellos, más osado -o más acuciado por el hambre- se decidió a atacar a una oveja, le descerrajó un escopetazo que puso en fuga al resto. Y fue denunciado por un vecino, lo que le acarreó no pocos problemas y pérdidas de tiempo, yendo y viniendo a declarar. Etcétera. Poco más tarde coincidió en el juzgado, donde acabó finalmente, con el vecino -cretino- que le demandó: los perros que habían escapado habían devorado a sus gallinas.

Un animal es un animal, y como tal tiene instinto, pero está muy lejos de pensar, razonar o sentir como una persona. Es un error, infantil, creer que, por ejemplo, un toro padece lo indecible cuando es separado de su mamá. Y es otra equivocación pensar que una corrida de toros es un espectáculo sádico, organizado solamente para procurar diversión enfermiza a quien paga por ver cómo se maltrata a un animal indefenso.

Puede que no se haya explicado bien la esencia de los festejos taurinos, orígenes, evolución y significado, pero lo que sí es palmario es la mala fe de los que se auto denominan defensores de los animales, ecologistas de perfil bajo -Cousteau, el gran Jacques Cousteau, investigador que estudió el mar y varias formas de vida conocidas en el agua, uno de los grandes divulgadores de los secretos de la naturaleza, dejó escrito que el sentido del toro era su lidia en una plaza y que era partidario de las corridas ya que si éstas se aboliesen desaparecía de la faz de la tierra el animal sobre el que se sustentaban- y, últimamente, vándalos de la peor ralea, a los que, creo, poco o nada importa el que haya o no corridas. Lo suyo es la refriega, el altercado y la algarada. Remunerada, eso sí.

Pero, mientras atajarlos sea políticamente incorrecto, no se vaya contra ellos con toda la contundencia que merecen, el problema persistirá. Y si se ven con fuerza y poder, cada vez atacarán con más furia y más saña. Hasta que un día ocurra una desgracia y entonces todo serán lamentos y rasgadura de ropas. Cuando ya no haya remedio. Hay que prevenir antes de curar y prevenir es limitar el mucho margen de acción que se da a esta patulea, muchos de ellos débiles mentales entontecidos por las películas de Disney, pero muchos también delincuentes, malhechores y gentuza.

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Avance taurino