Pues bien: la sonrisa de Messi, que es de quita y pon, se apagó ayer en el Camp Nou y ante el Málaga, que parece haberle tomado la medida al equipo catalán.
La sonrisa de Messi es de quita y pon
Leo Messi dijo el otro día en un acto publicitario (a John Carlin, que no es precisamente un cualquiera en el mundo del periodismo, le despacha con un "sí", un "no" y un "puede" pero cuando se trata de anunciar unas botas o un videojuego se permite incluso el lujo de hilar un par de frases seguidas) que todo había cambiado desde Anoeta. Todo cambió para el Barça desde Anoeta, sí, pero ese cambio radical se experimentó gracias a los jugadores, que se conjuraron y que lejos de comulgar con Luis Enrique siguen hablando de él como lo harían de un iluminado. Algo debió susurrarle también al jugador franquicia el okupa Bartomeu, alguna promesa de cese en junio, para que, de repente, lo que parecía inerte cobrara vida, lo inamovible se moviera, el otoño anunciara a la primavera y surgiera de la nada eso que algún poetastro denominó nostalgicamente "la sonrisa de Messi".
Pues bien: la sonrisa de Messi, que es de quita y pon, se apagó ayer en el Camp Nou y ante el Málaga, que parece haberle tomado la medida al equipo catalán. Pensando en la Champions Luis Enrique introdujo varios cambios en el equipo, hasta siete, y la grada y el periobarcelonismo vieron como normal algo que hasta hace nada había sido durísimamente criticado por el "entorno". Los cambios no gustaban por la sencilla razón de que el equipo no ganaba partidos y el Real Madrid sí, y pasaron a gustar cuando el equipo encadenó diez victorias consecutivas y el Madrid salió goleado del estadio Vicente Calderón, eso es todo, no hay más. Anoche como decía, con cambios, el equipo perdió, la autogestión saltó por los aires hecha añicos y Messi, que ya era pichichi por delante de Cristiano y que estaba a puntito de conquistar el Balón de Oro de 2015, volvió a apagarse.
El partido del Barça, que dependía de sí mismo, que volvía a ser un ciclón, que recordaba al de Guardiola, deja un montón de dudas razonables y una escena verdaderamente bochornosa protagonizada por un futbolista, Jordi Alba, que, en ocasiones concretas pero demasiado habituales últimamente, deja asomar peligrosas trazas de pandillero. Fruto de la desesperación, la frustración y el mal juego, Alba pateó a Juanpi cuando éste se encontraba indefenso en el suelo y la deplorable acción nos recordó mucho a la que Pepe protagonizó hace años con Casquero; Pepe pidió entonces perdón... Alba, como Turan, ni está ni se le espera. Neymar debió ser expulsado tras un entradón a Darder y Luis Suárez se marchó de nuevo sin marcar. Nada de esto tendrá por supuesto sentido para el Madrid si el equipo de Ancelotti no aprovecha el regalo culé y vence en Elche. Si lo hace, si derrota a los de Escribá, recuperará los cuatro puntos de distancia con respecto al Barça y volverá a ser el máximo favorito para ganar la Liga... si es que alguna vez dejó de serlo.
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