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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 26 de febrero de 2015

Ni Espartacos, ni Pelé, ni Kempes / Por Carlos Bueno




"...No seré yo quien hable mal de Espartaco, que me parece un torero emblemático, importantísimo, ejemplar, de inmaculada trayectoria, y todo un señor fuera de los ruedos. Es más, personalmente pienso que dejarse anunciar a orillas del Guadalquivir es un gesto más de su señorío y de su calidad humana. Seguro que en su decisión no ha influido ni una voluntad íntima de volver a hacer campaña ni el dinero a ganar, solamente su pasión por la tauromaquia y el cariño a la afición que le vio nacer..."

Ni Espartacos, ni Pelé, ni Kempes


No se puede defender de ningún modo que la afición de Sevilla vuelva a pagar los platos rotos de unas nefastas negociaciones entre toreros y empresarios, porque es muy probable que, de persistir esta situación, en breve no haya platos que romper. 

Ante las ausencias de Neymar y Messi, Pelé y Kempes jugarán con las selecciones de Brasil y Argentina respectivamente en la próxima Copa del Mundo de Fútbol de la FIFA. Seguro que volver a ver sobre el césped a los dos antiguos astros del balompié supone un gran aliciente para los espectadores del deporte rey. La noticia tiene guasa. La tendría si fuese verdad. Pero no lo es. Ni siquiera es creíble. 

Espartaco, que se despidió de Sevilla en 2001, volverá a hacer el paseíllo en La Maestranza el próximo Domingo de Resurrección. Su inclusión en una fecha tan emblemática del calendario taurino internacional seguro que concita gran interés para los aficionados; al menos eso es lo que se busca con el anuncio. Aunque la noticia tenga guasa en este caso es cierta. Mal está el asunto cuando se tiene que echar mano de Espartaco para dar fuste a los carteles hispalenses. 

No seré yo quien hable mal de Espartaco, que me parece un torero emblemático, importantísimo, ejemplar, de inmaculada trayectoria, y todo un señor fuera de los ruedos. Es más, personalmente pienso que dejarse anunciar a orillas del Guadalquivir es un gesto más de su señorío y de su calidad humana. Seguro que en su decisión no ha influido ni una voluntad íntima de volver a hacer campaña ni el dinero a ganar, solamente su pasión por la tauromaquia y el cariño a la afición que le vio nacer. Cuestión de responsabilidad, algo que les ha faltado a otros toreros que se han negado a torear en Sevilla mientras estén los actuales empresarios y a éstos por no haber sabido negociar con ellos, o quizá con sus caseros los maestrantes. 

La historia es que por segundo año consecutivo la Feria de Abril sacará a la luz unos carteles sin Morante, El Juli, Perera y Talavante. Las figuras se quejan de desconsideración por parte de los gerentes, Canorea y Valencia, que de momento no se defienden. La temporada pasada hubo un cruce de bochornosos comunicados en los que se generalizó mucho y se aclaró poco. Se transmitió malestar pero no se dieron datos exactos. Que si faltó dinero, que si faltó palabra, que si faltó respeto… Los intríngulis de las contrataciones siempre fueron asuntos internos. Mejor que hubiese quedado así a sacar a la luz medias verdades y ningún dato concreto. 

Se sabe que los inquilinos del coso del Baratillo pagan mucho en cuestión de canon de arrendamiento, tanto que parece imposibilitar cualquier atisbo de rentabilidad. Pero no tienen bemoles para plantar cara a sus patronos y explicarles que, o ellos también apechugan en época de crisis, o Sevilla se queda esta vez sin toros. Quizá ejercería más fuerza dejar pasar un año en blanco que volver a confeccionar una feria sin los alicientes necesarios para que la gente acuda a la plaza. Si la pasta es el problema Canorea y Valencia deben tomar la palabra y decir las cosas traslúcidas. Si el inconveniente son las formas de los empresarios es cuestión de que las figuras en bloque se sienten con ellos y lleguen a un acuerdo. 

Lo que no se puede defender de ningún modo es que la afición vuelva a pagar los platos rotos, porque es muy probable que, de persistir esta situación, en breve no haya platos que romper. Cuando el abono esté bajo mínimos y cueste un mundo volver a atraer al maltratado cliente, no habrá Espartacos que salven los muebles; vamos, ni aunque Pelé y Kempes cambiaran el balón por los cuernos.

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